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  • El Uniandino

Los tapabocas y la moda: más allá del cuidado personal




Los tapabocas como parte de la vestimenta diaria aparecieron junto con el COVID-19 para la mayoría de nosotros. Cuando empezó la pandemia en Colombia, muchas marcas de ropa empezaron a vender tapabocas con diseños como un nuevo modo de ingreso económico. Sin embargo, este artículo empezó a verse como un elemento decorativo en algunos países de Asia desde el principio de la década del 2010. Es más, nosotros en Latinoamérica empezamos a ver el uso de mascarillas desde 2019 en varios videos musicales de Bad Bunny como Callaíta o No me conoce. Incluso internacionalmente, desde el año pasado, muchos artistas como Justin Bieber y Billie Eilish empezaron a usar estos artículos de forma decorativa. Esto puede parecer un hecho irrelevante, pero a continuación me dedicaré a explorar cómo los tapabocas se empezaron a constituir como un artículo de moda antes de la pandemia. Con todo esto, analizaré las implicaciones que lo anterior puede tener en el contexto actual, ya que es importante empezar a cuestionar nuestras prácticas en torno a esta nueva parte de la vida cotidiana.





En primer lugar, es importante resaltar que el fenómeno de los tapabocas convirtiéndose en un artículo más de nuestros atuendos empezó mucho antes en varios países de Asia Oriental. Por ejemplo, los tapabocas ya eran artículos de moda desde el principio de la década del 2010 en China. Aunque hay varias razones por las cuales el uso de tapabocas se normalizó, una de las principales fue por el smog. Así, en 2015, el minidocumental Under the Dome –producido por Chai Jing- fue publicado online. El documental relata la historia de la hija de Chai Jing, quien tuvo un tumor benigno, y la investigación de este sobre el posible efecto del smog en la salud de su hija. El video alcanzó 200 millones de visitas en la primera semana, antes de que el departamento de publicidad de la República Popular de China lo eliminara. Aunque esta película tuvo un gran alcance, hay otras razones por las cuales en estos países ya había un uso amplio de los tapabocas incluso antes de la pandemia actual, como experiencias pasadas con epidemias de virus respiratorios. Sin embargo, según Uesugi, en Japón la práctica de usar tapabocas se separó de la amenaza de las epidemias y se consolidó como una práctica de cuidado personal y familiar que exige constancia por parte de las personas. Con todo esto, las preocupaciones por la salud llevaron a que muchos jóvenes empezaran a publicar fotos en redes usando tapabocas de colores llamativos o con diseños de animales. Es más, esta fue una tendencia que llegó a las pasarelas de la Hong Kong Fashion Week en 2014 con la diseñadora Nina Griffee. Todo esto muestra cómo desde hace casi una década en China empezó a darse una combinación de narrativas médicas y culturales en torno a los tapabocas que refleja, en parte, lo que está sucediendo actualmente en contextos como el colombiano.



Así en esta pandemia los tapabocas están cumpliendo roles políticos, sociales y médicos. Sin embargo, parece ser que al menos en nuestro contexto, estos se legitiman primero como artículos de moda, es decir que se les atribuyó un valor social antes que uno médico. En otras palabras, los tapabocas empezaron el proceso de volverse moda antes de que fueran una necesidad. Para explicar esto con mayor profundidad, vale la pena definir qué es moda y por qué esta se diferencia de la ropa. Loschek marca esta distinción afirmando que la ropa y los accesorios, productos realizados por un proceso de diseño, solo se vuelven artículos de moda cuando lo determina la sociedad o un grupo dentro de ella. Así, lo que califica o no como moda termina siendo negociado mediante un proceso social, ya que la moda va más allá de la materialidad del producto y se le da un significado social a la ropa. Es más, según esta autora, el primer paso para que un artículo de ropa se vuelva moda es que se introduzca a una audiencia amplia en forma de pasarelas, revistas y fotografía. Como ya mencioné antes, este proceso se vio claramente el año pasado con el uso de tapabocas por parte de muchas celebridades -sin mencionar el hecho de que se vio en las pasarelas de Hong Kong mucho antes-. Además, otro ejemplo de esto es que en la temporada de otoño/invierno 2019, la diseñadora Marine Serre mostró uno de sus diseños de tapabocas en la pasarela, lo cual muestra cómo este proceso de inmersión de los tapabocas de la moda se empezó a dar en un contexto occidental antes de la pandemia.


Con todo este proceso, los tapabocas de tela que hoy vemos en las calles se caracterizan por su personalización. Pueden ser hechos en casa con pedazos de tela preexistentes -aunque no es lo más recomendable para parar la propagación del virus-, o pueden ser comprados en una tienda y mostrar el logo de una marca o ser escogidos específicamente para que combinen con el resto de nuestra ropa. Los tapabocas incluso se han estampado con slogans de movimientos sociales (sobresalen los que surgieron como respuesta a Black Lives Matter en Estados Unidos), lo cual refleja cómo se ha intentado mostrar la identidad propia a través de los tapabocas que usamos.


Sin embargo, vale la pena problematizar el hecho de que un tapabocas se vea como un artículo más que puede complementar nuestra vestimenta. ¿Hasta qué punto se ha responsabilizado la industria de la moda con el hecho de que este es un artículo de primera necesidad? Un buen ejemplo para mostrar a lo que me refiero son los tapabocas fabricados por marcas de lujo. Por ejemplo, en agosto, Burberry sacó uno de los primeros tapabocas de lujo, hecho de pedazos de tela que sobraron de otros artículos de ropa. Estos tapabocas tienen un precio de USD120 cada uno. Aunque los precios altos son comunes entre este tipo de marcas, el hecho de que estén dispuestos a lucrarse de esta crisis mundial es algo que vale la pena cuestionarse. Aunque para nadie es sorpresivo que los grandes de la industria de la moda hagan este tipo de cosas, creo que igualmente es importante preguntarnos si es ético hacerlo.


Con todo esto, es importante reflexionar acerca de este nuevo elemento que empezó a ser de uso diario con la llegada de la pandemia. Aunque parezca insignificante, los tapabocas venían ya con una trayectoria en otros países que nos puede enseñar mucho acerca de lo que espera para nosotros. Así, considero que observar el caso de los países de Asia Oriental y las prácticas actuales en nuestro propio contexto sirve para empezar a cuestionarnos el presente y el futuro del rol de las mascarillas en nuestra vidas. De esta forma, para concluir, podemos plantearnos la posibilidad de que una de las consecuencias positivas posteriores al fin de la pandemia del COVID-19 sea la masificación del uso de la mascarilla como una práctica de cuidado personal cuando se tenga algún tipo de infección respiratoria -como ya se venía dando en otras sociedades- para pasar a constituirse en un mecanismo de prevención consciente. De este modo, nos guste o no, la mascarilla llegó para quedarse y es importante cuestionar nuestras prácticas en torno a esta, ya que es un elemento muy importante de nuestras vidas cotidianas.


 

Por: Mariana Ardila



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