En esta entrada, Laura Restrepo Alameda, presidente de la Fundación CIAP Uma Kiwe y directora del Comité Responsabilidad Social adjunto al Consejo Estudiantil Uniandino de la Universidad de Los Andes, expone sobre si se debe considerar la responsabilidad social como reflexiva y el rol de esta.
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La responsabilidad social es sin duda algo que está en boca de todos últimamente. Se ha convertido en un común denominador para empresas, universidades, gobiernos, individuos…, y en este proceso se han generado diversas maneras de implementar labores (aunque he de decir que unas son más conscientes de la acción sin daño que otras). Con la emergencia generada por la Covid-19 se ha ampliado el campo de obras humanitarias enmarcadas en la empatía, pero ¿debe la responsabilidad social ser reflexiva sobre sí misma? Para mí la respuesta sin duda, es sí.
Es clave reafirmar que el rol de la responsabilidad social se ve acentuado en los momentos de crisis, en los que las brechas se visibilizan y se posicionan los problemas cotidianos como la agenda pública (Sarmiento, R., 2020). Sin embargo, es importante anotar que el rol de esta no puede ocupar un espectro de alta envergadura sin venir con soluciones que logren impactar de manera transversal a quienes se están viendo más afectados. En la actual coyuntura donde la incertidumbre es lo que cobija nuestro accionar, podemos pensar que las únicas alternativas claras para apoyar a las comunidades son la entrega de mercados y otro tipo de recursos para su ‘subsistencia’. Aunque estas son cruciales para solucionar problemas de corto plazo, sabemos que no son una solución efectiva y sostenible para garantizar el bienestar de las familias y brindar herramientas que mejoren sus condiciones o dignifiquen su estado.
Es clave entender que las medidas relacionadas con responsabilidad social que realizamos, colectivas o individuales, deben ser de doble vía. Debemos pensar de manera estratégica en el panorama presente y que la satisfacción de las necesidades en el corto plazo no debe ser un elemento que nos haga perder el foco de los problemas estructurales existentes. Debe ser algo que tengamos en el radar para disminuir la crisis. El rol que debe tener el Estado en esta situación es particularmente importante y no debe obviarse que parte de las brechas existentes pueden, en gran medida, deberse a la falta de oportunidades sistemáticas por la gestión ineficiente del gobierno pero que esto no descarta la acción privada en la que nos embarcamos algunos.
Por otro lado, satanizar la ayuda humanitaria sería caer en una paradoja donde no queremos auxiliar pero tampoco permitir a otros que contribuyan en la provisión de recursos. Es clave comprender que los riesgos que existen a partir de la entrega de ayudas en especie pueden relacionarse con la creación de dinámicas de dependencia nocivas para las poblaciones y tornan borroso el camino para disminuir los efectos particulares en sus individuos. La responsabilidad que tenemos con el otro recae en no ser quienes dificulten su salida paulatina de la coyuntura: en ser conscientes de las necesidades del otro y en su bienestar más allá de lo material.
Pero el paternalismo no es el único que afecta la percepción y la intención real de la responsabilidad social en su amplio espectro. El clientelismo y la corrupción continúan existiendo y se fortalecen en tiempos de pandemia, reinventando sus formas de proceder en la compra y distribución de mercados, en el mal manejo de los recursos para la acción social y en la repartición de ayudas humanitarias. No les bastó con haber dejado una gran deuda social en Colombia antes del covid-19, sino que también ponen en riesgo miles de vidas teniendo en cuenta la debilidad y baja presencia del Estado en varias regiones del país, la crisis de la red hospitalaria y la pésima infraestructura de transporte y de salud.
Todas serían razones lógicas para que diversas instituciones aumenten la inversión y los recursos destinados a disminuir la crisis y atender a las personas afectadas. Como dice Teresita Chávez, asesora Regional para América Latina y el Caribe de Transparencia Internacional en su entrevista para la revista Portafolio, los malos manejos en compras y contrataciones, las nocivas prácticas de precios en los productos que van para ayudas humanitarias (hasta 10 veces más elevados del costo real) y las irregularidades en la compra y entrega de paquetes de alimentos y artículos de aseo (no llegan o se dice que se adquieren más, de los que realmente obtienen los grupos que requieren los auxilios) evidencian una real afectación de la democracia porque las instituciones no hacen las sesiones reglamentarias. Las cortes están cerradas y se toman medidas populistas y mediáticas que vulneran las libertades individuales y colectivas (López Pérez, 2020). La responsabilidad social, entendida solo desde el asistencialismo, no es suficiente ni resuelve las problemáticas económicas, políticas y sociales del país. Lo que corresponde al Estado y a las instituciones públicas es velar por las personas y programas que tengan como principio el bien común y la acción sin daño. La administración pública debe actuar bajo los principios de eficiencia, efectividad, transparencia e imparcialidad, más aún con la cantidad de recursos que se están manejando para atender la crisis, según Teresita Chávez. Que la beneficencia sea uno de los objetivos para atender la crisis, no significa que no esté haciendo daño y que perjudique la autonomía de las comunidades, les viole su derecho al acceso de servicios básicos, por atender una necesidad urgente de alimentación y recursos de supervivencia.
La combinación de paternalismo y clientelismo, sin esfuerzos en favor de la emancipación, evidencian el objetivo de vincular al ciudadano como dependiente del Estado, usándolo para hacer proselitismo político. Y esto es evidente en la plata que desembolsó el Estado (el Gobierno) a Avianca mientras formula y ejecuta leyes a favor del detrimento de las políticas de trabajo. Las soluciones clientelistas para la empresa privada y el paternalismo sin solución estructural y aumentando los daños para la sociedad civil. Esta postura ética utilitarista no deja ver lo virtuoso de la responsabilidad social, basada en el respeto completo de los derechos humanos sin explotación de ningún tipo y protegiendo el medio ambiente.
Por: Laura Restrepo Alameda, presidente de la Fundación CIAP Uma Kiwe y directora del Comité Responsabilidad Social adjunto al Consejo Estudiantil Uniandino de la Universidad de Los Andes.
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REFERENCIAS
Sarmiento, R. (22 de mayo del 2020). ¡En tiempos de crisis, renace la responsabilidad social individual y corporativa! Pacto Global Red Colombia. https://www.pactoglobal-colombia.org/blog/nuestras-voces/en-tiempos-de-crisis-renace-la-responsabilidad-social-individual-y-corporativa.html
López Pérez, R. (2020). Pandemia crea la tormenta perfecta para la corrupción. https://www.portafolio.co/economia/pandemia-crea-la-tormenta-perfecta-para-la-corrupcion-540966
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