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  • El Uniandino

Ocho denuncias de acoso sexual, y una de abuso, en la U. Jorge Tadeo Lozano


Las 9 denuncias son en contra del estudiante Juan Camilo Alarcón Ramírez. El primer caso del que se sepa fue llevado en el 2017 a Luis Alejandro Arias, director de los programas de Ciencias Marinas y Ambientales de esa universidad. Cuatro años después, y sin que pasara nada en ese momento, han surgido por lo menos 8 casos nuevos.


Los casos se reunieron en una sola denuncia masiva que fue presentada a la institución el 11 de octubre del año pasado, pero el comité encargado de llevar el proceso salió a vacaciones antes de tomar una decisión. De no hacerse nada, algunas víctimas se verán forzadas a compartir clases, salidas de campo y laboratorios con su victimario.


En la universidad nos dijeron que su proceso es eficiente y que no existe una institución que lo pudiera llevar de forma más adecuada. “No hay institución que haya manejado peor una situación de acoso y haya desamparado a sus estudiantes como lo está haciendo la Jorge Tadeo Lozano”, nos dijo una de las personas involucradas.


Nos pusimos en contacto con Alarcón, pero nos dijo que no tenía intenciones de pronunciarse en este momento.


El Uniandino habló con siete de las víctimas, con múltiples testigos de los hechos, con personas que han conocido de primera mano el manejo que le ha dado la universidad a la denuncia y con una experta en el tema. Además, revisamos correos electrónicos, conversaciones de WhatsApp y otras evidencias documentales que demuestran no solo la gravedad de la conducta de Alarcón, sino también que el caso ha sido llevado sin seguir los lineamientos más básicos para atender situaciones de violencia basada en género.


Abajo los resultados de nuestra investigación.


Si quiere compartir una historia con nosotros, puede ponerse en contacto a través del correo periodicoeluniandino@gmail.com



“Yo le dije que quería que supieran lo que había pasado porque no me parecía correcto, pero que dejaba en manos de la universidad lo que fuera a pasar”

En el segundo semestre del 2017, Aurora, quien nos ha pedido cambiar su nombre y en ese momento tenía 17 años, estaba completando su primer año como estudiante del pregrado de Biología Marina en la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Fue en una de sus primeras clases que conoció a Juan Camilo Alarcón. “En muchas ocasiones él se me acercaba y me preguntaba sobre la materia, y yo le respondía con todo el gusto”, nos dijo Aurora en una entrevista.


“Fue un día en que hablamos de parejas y yo le conté que tenía una relación casual con mi exnovio. Desde ese momento comenzó a indagar sobre temas sexuales de mi vida”. Unas semanas después, Alarcón le enviaría una foto no solicitada de sus genitales, llegando inclusive a quitarle el celular, abrir la foto que le acaba de enviar y mostrársela, para luego decirle: “ya que te mandé una, me debes lo mismo”.


Alejandra Socarrás cuenta que empezó a hablar con Juan Camilo Alarcón a inicios del primer semestre de 2018, durante una clase. “Él se me acercó para preguntarme sobre unas copias y a partir de ahí empezamos a hablar”, recuerda Socarrás, que hoy está terminando su pregrado en Biología Marina.


En menos de un mes, Alarcón cambió rápidamente su actitud con la compañera que acababa de conocer. “Era muy insistente, especialmente con los besos. Se te acercaba mucho, era invasivo. Yo no se lo permitía, pero hubo más de una ocasión en que me besó sin permiso”, nos dijo Socarrás en una entrevista. “Yo me quedaba paralizada, todo era muy nuevo para mí y no sabía qué hacer”.


Seis meses antes de lo sucedido con Socarrás, la universidad se había enterado de las conductas de Alarcón. Fue la misma Aurora quien, después del episodio de la foto que Alarcón le mandó sin que ella se lo pidiera, acudió en el 2017 al director de programa Luis Alejandro Arias. “Él me preguntó si quería abrir un proceso. Yo le dije que quería que supieran lo que había pasado porque no me parecía correcto, pero que dejaba en manos de la universidad lo que fuera a pasar”.


El director Arias también recuerda la conversación. “Cuando [Aurora] me comentó no fue tan detallado el relato, le hicimos seguimiento ese semestre y no hubo reincidencia”, escribió Arias hace unos meses en una conversación de WhatsApp obtenida por El Uniandino. Y agregó: “no había vuelto a presentarse una queja hasta este momento”, refiriéndose a la denuncia masiva que se interpuso a finales del año pasado.


La realidad es que en el mismo semestre en que Aurora acudió a la universidad para compartir su caso hubo por lo menos una víctima más, con la que habló este periódico. Y en los semestres inmediatamente siguientes surgirían nuevos casos, la mayoría involucrando a estudiantes de Ciencias Marinas y Ambientales.


El Uniandino contactó al director Arias para conocer su versión de los hechos y entender cómo fue que se hizo seguimiento al caso denunciado por Aurora. Arias nos contestó por correo electrónico que nos invitaba a “estar pendientes del comunicado oficial que emita la Universidad Jorge Tadeo Lozano sobre el particular”. Después no volvimos a recibir respuesta.

El miércoles 4 septiembre del 2019, Paula Rosselli se encontró con un puñado de amigos en el restaurante “Pizza Tadeo” ubicado frente a su universidad. “Yo estaba hablando con mis amigos y no le puse mucha atención al desconocido”, dice Rosselli sobre la primera vez que interactuó con Juan Camilo Alarcón. “Después de estar ahí un rato se me acercó Juan Camilo. Yo todavía no sabía su nombre, ni me había presentado. Entonces me preguntó: ¿tú alguna vez has soplado un pipí?”.


Rosselli tuvo una breve relación con Alarcón, que no alcanzó a ser un noviazgo y duró menos de dos meses. Ella decidió acabarla porque cada vez se sentía más incómoda con su comportamiento.


En una ocasión, por ejemplo, estando en uno de los pasillos de la universidad, Alarcón empezó a tocar a Rosselli debajo de la camisa. “Después me preguntó: ¿puedo? Yo le dije que no, pero él seguía haciéndolo”, relata Rosselii. “Recuerdo haberme sentido aliviada por tener un brasier que se desabrochaba desde el frente. Él seguía preguntando: ¿puedo? Y yo seguía respondiendo que no, pero todo era muy nuevo para mí y no sabía qué hacer”.


Después de insistir por un tiempo, Alarcón ignoró las negativas de Rosselli y la tocó en el pecho por debajo del brasier. “Yo recuerdo apretar los brazos contra el cuerpo para evitar que me siguiera tocando. Él sacó la mano, nos dimos un pico y se fue”.


No sería la última vez que Alarcón la tocara sin permiso. También le pedía constantemente fotos desnudas o le hacía notar sus erecciones. “Cada vez había más momentos que me hacían sentir incómoda, hasta que caí en cuenta que una relación no debería ser así y dejé de salir con él”, le dijo Rosselli a El Uniandino.


Eso no lo detuvo. En diciembre del 2019, Alarcón contactó a Rosselli a través de la red social Snapchat, que se caracteriza por que las fotos y mensajes que se envían solo están disponibles por un periodo de tiempo antes de ser eliminadas de forma automática. “Ese día empezó a preguntarme si yo me depilaba abajo, si estaba excitada, si tenía ganas de tocarme”, recuerda Rosselli, que esa noche se encontraba en la casa de su madre compartiendo cuarto con su hermana.


Después de insistir por un tiempo en recibir fotos, Alarcón cambió la pregunta y empezó a insistir en la posibilidad de enviarlas. “Yo le dije que no quería esas fotos, que si me las mandaba lo iba a bloquear”. Una vez más, eso no lo detuvo. “Me dijo: lo acabo de bloquear, me mandó una foto de su pene y yo no quería ver eso”, recuerda claramente la hermana de Rosselli, con la que habló El Uniandino.


A principios de agosto de 2020, Juan Camilo Alarcón le envió una nota de voz al que en ese momento era uno de sus amigos más cercanos preguntando sobre las políticas de monitores en la Tadeo Lozano. “Mi pregunta es: si trabajo más de las 120 horas que me pagan, ¿puedo cobrarlas después o son solo 120?”, se escucha decir a Alarcón en la conversación obtenida por El Uniandino. Acto seguido, el estudiante explica los motivos de su pregunta con un ejemplo: “Le acabo de preguntar a [Miranda] qué materias verá y va a meter Estadística. Si yo le doy tutorías a ella, ¿esas horas me las pagan?”.


“Un día me escribió por Instagram. No habíamos hablado nunca, pero lo había visto con amigos míos de Biología entonces no le di importancia”, le dijo Miranda, quien pidió no publicar su nombre verdadero, a El Uniandino. “Me preguntó cómo iba a en la universidad y yo le conté sobre los cursos que estaba viendo”. Alarcón le aseguró que era monitor de Estadística, y le pasó su número personal para que le escribiera en caso de que tuviera alguna duda sobre el curso.


Miranda le escribió “porque necesitaba ayuda, pero nunca me contestaba las cosas de la clase. [...] Después de eso, la primera pregunta que me pareció extraña fue cuando me dijo si yo estaría dispuesta a nadar desnuda con él cuando estuviéramos en Santa Marta [donde viven los estudiantes como parte del pregrado]”, recuerda la estudiante.


“Juan Camilo nunca fue monitor de Estadística”, dice Julián Pardo, el amigo al que Alarcón consultó sobre las políticas de monitores. “Aplicó a ser monitor de Inglés, Cálculo Integral y Estadística, pero cuando le ofreció ayuda a [Miranda] no era monitor de Estadística, y al final nunca lo fue”, le dijo Pardo a este periódico en una entrevista.


Desde el primer caso del que se tenga noticia en el 2017, Juan Camilo Alarcón siguió un patrón ininterrumpido de acoso sexual: utilizaba los cursos para conocer compañeras, llegando inclusive a hacerse pasar por monitor cuando no lo era, y después intentaba establecer conversaciones íntimas que rápidamente cargaba con temas sexuales. Luego les pedía fotos desnudas, mandaba fotos de sus genitales que nadie le pedía, invadía su espacio personal y las besaba y tocaba sin su permiso. En el 2017, la primera de sus víctimas acudió a la universidad. En el 2017, la universidad no hizo nada.


“Me jaló hasta el baño y me metió a la ducha. Me obligó a quitarme el enterizo que traía puesto, quedé en traje de baño. En la ducha intentó hacer de todo, me tocó hasta que no pudo más, me besó hasta que no pudo más. Y no me dejó salir” - Alejandra Socarrás

El 25 de febrero del 2021 Alejandra Socarrás se levantó antes de las 5 am. Llevaba viviendo en Santa Marta desde hacía unas semanas como parte de su pregrado en Biología Marina, y ese jueves en particular quería aprovechar el día. Tenía programada una salida a nadar con Juan Camilo Alarcón, quien también estaba viviendo en Santa Marta como parte del pregrado.


-Buenas -escribe Socarrás.


-Upa, sí se levantó -responde Alarcón.


-Jajaja, sí. ¿Al fin qué?


-Jajaja muévalo pues, yo ya estoy desayunando.


“Nosotros habíamos dejado de hablar, pero cuando llegué a Santa Marta se dio cuenta y me escribió. Ese semestre tuve problemas psicológicos y emocionales bastante difíciles. Él me ofreció ayuda y yo la tomé, me apoyé mucho en su amistad”, cuenta Socarrás sobre cómo retomó el contacto con Alarcón a inicios del año pasado.


Temprano en la mañana del jueves 25, Alarcón y Socarrás se encontraron como habían acordado. “De regreso, él me acompañó hasta la casa. Estábamos hablando normal en la sala y de repente dice: deberíamos bañarnos juntos. Yo le dije que no, que no quería, que eso no era algo que deberían hacer los amigos, pero él empezó a insistir, preguntando por qué no”, relata Socarrás.


Después de insistir por un tiempo en la idea de bañarse juntos, Alarcón se acercó como solía hacerlo antes. “Me agarró de la mano, me jaló hasta el baño y me metió a la ducha. Me obligó a quitarme el enterizo que traía puesto, quedé en traje de baño. En la ducha intentó hacer de todo, me tocó hasta que no pudo más, me besó hasta que no pudo más. Y no me dejó salir”, recuerda Socarrás.


“Algo que es cierto es que estoy conforme con lo que hice y no me arrepiento de nada” - Juan Camilo Alarcón

A pesar de que Socarrás le pidió varias veces que no siguiera, y eventualmente logró salir de la ducha, Alarcón no la dejó salir del baño. Le dijo que para poder salir debía quitarse el top que traía puesto. “Yo le dije que no, pero él no me dejaba salir. Entonces me di la vuelta, me quité el top, y me puse una bata. Solamente quería escapar de la situación, no aguantaba más tiempo ahí”.


Sería Alarcón quien, dos horas después del episodio, le escribiría a Socarrás para que hablaran sobre lo sucedido.


-Oye, ¿podemos hablar?


-Dime


-¿Te molestó algo hoy? O más bien, ¿qué debería dejar de hacer?


Después de un breve intercambio de mensajes, Alarcón pregunta específicamente:


-¿Te sentiste muy incómoda bañándote conmigo?


Lo que pasó hizo que Socarrás rompiera todo tipo de relación con Alarcón. Unos meses después, el 29 de abril del 2021, los dos tendrían el siguiente intercambio de mensajes:


-Oye, ¿te puedo decir algo? -pregunta Alarcón


-Dime -responde Socarrás


-¿Me perdonas? ¿Por todo?


-Ya te dije lo que pensaba al respecto, para mí la confianza es algo muy importante en una amistad [...]. Y la verdad, de lo poco que confiaba en ti, terminaste rompiéndola.


-No lo sé, algo que es cierto es que estoy conforme con lo que hice y no me arrepiento de nada. Simplemente quiero que sepas que tuve en cuenta lo que me dijiste y siempre me importó.


Este fue uno de los episodios que finalmente haría pública la conducta que Juan Camilo Alarcón supo llevar en privado por más de 4 años. Tocamientos no consentidos, fotos no deseadas y mensajes inapropiados con alta carga sexual fueron algunas de las situaciones por las que el estudiante hizo pasar a casi una docena de sus compañeras de forma impune. Y aunque un directivo de la universidad supo del primer caso en el 2017, y en el 2018 la Tadeo Lozano creó un protocolo para atender y prevenir este tipo de violencias, no sería hasta el 2021 que se abriría un proceso formal.


Fueron 9 las mujeres que enviaron una carta de 25 páginas al Comité Disciplinario de la Facultad de Ciencias Naturales e Ingeniería. La carta incluye descripciones detalladas de sus experiencias, reflexiones íntimas y capturas de pantalla de algunas conversaciones con Alarcón. También añaden una exigencia conjunta: “Sentimos que esta persona es un peligro para la comunidad, y no queremos que en el futuro haya más víctimas”, se lee en el documento.


“El día en que mandé los testimonios me sentí poderosa. Pensé que estaba haciendo un cambio en la universidad, que era una líder, que estábamos haciendo algo para romper el silencio”, cuenta Paula Rosselli sobre el momento en que enviaron la denuncia. Y agrega: “Y luego me fui desilusionando, hasta que perdí la fe, ya no espero que pase nada”.



Un proceso revictimizante y mal implementado


“Si te van a escuchar que sean personas expertas, no 9 personas que te van a escuchar porque pertenecen a un comité disciplinario” - Paulín Ebratt, psicóloga experta en violencia basada en género, con experiencia en la Secretaría Distrital de la Mujer creando protocolos para prevenir este tipo de violencias

El 11 de octubre del 2021, la carta denunciando las conductas de Alarcón llegó a los correos electrónicos del Comité Disciplinario de la Facultad de Ciencias y del director de programa Luis Alejandro Arias.


Unos días más tarde, el 15 de octubre, la Universidad Jorge Tadeo Lozano dio inicio a un proceso disciplinario formal. Desde entonces, el comité disciplinario encargado del caso, en opinión de las 7 denunciantes con las que hablamos, ha minado su confianza, las ha sometido a situaciones revictimizantes y no ha tomado ninguna medida ni para hacerle seguimiento a su situación, ni para velar por su seguridad.


“Lo primero que pasó fue que nos citaron para dar una versión libre hablada, lo que me parece indignante porque ya les habíamos enviado una carta detallando todo”, explica Alejandra Socarrás. “No quise contar de nuevo lo que me pasó, les dije que si querían conocer mi historia la leyeran, pero su respuesta fue: esto hace parte del protocolo”.


De acuerdo a las denunciantes con las que hablamos, y que accedieron a repetir sus historias en una versión libre hablada, en la sesión virtual dispuesta para ello se encontraron con cerca de una docena de desconocidos, todos con las cámaras apagadas, frente a los cuales tuvieron que revivir sus experiencias con Juan Camilo Alarcón.


El Uniandino pudo establecer, utilizando documentos y múltiples testigos directos, que los asistentes a las llamadas individuales fueron 5 integrantes del Comité Disciplinario (dentro de los que se encuentra un representante estudiantil), 2 asesores de la Dirección Jurídica de la Tadeo Lozano, una relatora, un psicólogo de Bienestar Universitario y una “docente especialista en género”, como se lee en la descripción oficial de su cargo.


Las estudiantes, además de tener que revivir sus experiencias frente a una pequeña multitud de personas, cuentan que los asistentes no se presentaban, no explicaban el propósito de la sesión ni los derechos que tenían las participantes y, en al menos una ocasión, uno de ellos llegó a salirse de la llamada en la mitad de una deposición.


“La misma ley nos habla de que se debe garantizar un lugar seguro para que las mujeres cuenten lo que pasó. Que si te van a escuchar sean personas expertas, no 9 personas que te van a escuchar porque pertenecen a un comité disciplinario”, explica Paulín Ebratt, psicóloga experta en violencia basada en género, quien además en los últimos años trabajó en la Secretaría Distrital de la Mujer ayudando en la implementación de protocolos para prevenir este tipo de violencia.


En opinión de Ebratt, repetir los relatos de forma hablada fue innecesario y problemático, especialmente si se contaba con un documento que ya cumplía la función de testimonio: “¿Por qué las personas agredidas deben contar una y otra vez su historia? Como si tuvieran que comprobarle al mundo que es cierta, no tiene ningún sentido”, dice la experta.


“Nuestro proceso es eficiente y no existe una institución que lo pudiera llevar de forma más adecuada” - Isaac Dyner, decano de la facultad de Ciencias Naturales e Ingeniería

El Uniandino se puso en contacto con todos los miembros del comité disciplinario que lleva el caso, pero no recibimos respuesta. De la rectoría tampoco respondieron a nuestras repetidas solicitudes de comentario. Y el decano de la Facultad de Ciencias Naturales, Isaac Dyner, nos dijo que no tenía ningún tipo de competencia dentro de lo que estaba sucediendo, pero que estaba convencido de que el proceso es eficiente y que “no existe una institución que lo pudiera llevar de forma más adecuada”.


“Lo que hicieron se podría llamar violencia institucional y revictimización [...] No hay institución que haya manejado peor una situación de acoso y haya desamparado a sus estudiantes como lo está haciendo la Jorge Tadeo Lozano”, dice Juanita Rubio Romero, miembro de los colectivos Las Manas y Labios de Orquídea, quien además ayudó a constituir lo que hoy es el Comité del buen trato, encargado de atender y prevenir violencias de diferentes tipos en esa universidad.


Romero renunció a ser parte de ese comité porque sentía que se “estaban cumpliendo cuotas tan vacías y superficiales que no servía de nada”, y le dijo a El Uniandino que en su experiencia las pautas que se crearon carecen de peso a lo hora de aplicarse a procesos reales, como el de Juan Camilo Alarcón: “¿De qué sirve un protocolo y un comité si son completamente ignorados? No tienen ni siquiera peso dentro de la burocracia de la institución. Existe, sí, pero lo ignoran por completo”.


“Si desde una institución universitaria no se está dispuesto a hacer pedagogía, ¿qué se puede esperar de cualquier otra institución?” - Juanita Rubio

Más allá de los detalles en el caso de Alarcón, Ebratt propone complejidades adicionales: “Las instituciones de educación superior se han olvidado del encargo que tienen a nivel social, no solo están reproduciendo conocimiento sino que también están construyendo sociedad en simultáneo”.



Romero insiste en una idea similar: “Si desde una institución universitaria no se está dispuesto a hacer pedagogía, ¿qué se puede esperar de cualquier otra institución? Si no es en las universidades donde va a empezar el cambio, que es donde está la pedagogía, ¿dónde será?”.


El 17 de diciembre del 2021, Edgar José Ruíz, presidente del comité disciplinario al frente de la denuncia masiva, suspendió todas las actividades asociadas al caso “[obedeciendo] a las vacaciones colectivas de los trabajadores de la universidad hasta el 12 de enero del 2022”, como se lee en el auto oficial.


A menos de que se haga algo, varias de las mujeres que denunciaron a Juan Camilo Alarcón tendrán que compartir espacio con él como parte del primer semestre académico del 2022. “No deberíamos estar obligadas a compartir espacios con él, son espacios inseguros, pero tampoco es justo que otras mujeres que no conozcan del caso se expongan a este hombre”, nos dijo Socarrás.


“Yo le diría a otras mujeres que usen las palabras que son. No es que me sentí incómoda, es que me acosaron. Uno no se puede quedar callado, alzar la voz puede liberar de estas experiencias a muchas otras personas”, concluye por su parte Rosselli.



 

Por: Alejandro Lozada




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