En esta entrada, Juan Camilo Monsalve, estudiante de derecho, reflexiona sobre el legado de Guillermo Cano tras 34 años de su asesinato y comparte los comentarios de la decana de la Facultad de Derecho de Los Andes, Catalina Botero sobre la vida del periodista y la libertad de prensa en Colombia.
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Hoy no se conmemora el día internacional de la libertad de prensa, pero sin lugar a duda se conmemora a uno de sus más importantes defensores. Un periodista que, hoy, hace 34 años fue asesinado por sus convicciones y posiciones que incomodaban al poder oscuro que gobernaba al país. Guillermo Cano Isaza, quien fue en su momento director de El Espectador, fue asesinado la noche del 17 de diciembre de 1986 por los sicarios de Pablo Escobar. Un asesinato que fue un puñal directo al corazón de un país que empezaba sus años más oscuros. Durante décadas, Cano escribió una columna dominical titulada “Libreta de apuntes” que se tornó en su arma personal en la lucha contra la mafia. En ella, defendió con convicción al entonces Ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla cuando se le acusó falsamente de haber recibido dineros del narcotraficante Evaristo Porras, expuso el pasado criminal del entonces representante Pablo Escobar y fue crítico del pobre e ineficiente accionar del Gobierno de Belisario Betancur.
Guillermo Cano se volvió una piedra del zapato de los poderosos y por eso fue asesinado. Una guerra de denuncias detrás de una máquina de escribir, propias del periodismo, terminó con 8 disparos descargados en el pecho de un hombre indefenso. Por eso hoy este espacio sirve para recordar sus enseñanzas y, con las observaciones de Catalina Botero, decana de la Facultad de Derecho y ex Relatora Especial para la Libertad de Expresión de la CIDH, compartiremos algunas reflexiones sobre el presente y futuro del periodismo en Colombia.
La influencia de Guillermo Cano fue esencial para definir aquello que nosotros, como sociedad, calificaríamos como un buen periodismo. Su legado marcó nuestro entendimiento de los principios y limitaciones del ejercicio periodístico y ratificó la función más básica de los medios de comunicación. Quizás muchos de ustedes hayan escuchado que el periodismo es el cuarto poder. Esta idea se encuentra ligada a una de las funciones principales de los medios de comunicación: la tutela al poder en todas sus formas bien sea político, económico, ideológico o en términos del monopolio de la violencia. Incluyo esta última categoría porque Guillermo Cano no solo expuso sus críticas contra el Gobierno Nacional y denunció las prácticas ilegales dentro de grupos económicos como el Michelsen, sino que también criticó fuertemente el poder de las mafias obtenido con plata y plomo. En estos términos lo expone Catalina Botero:
Guillermo Cano se paró en la raya, no permitió ningún tipo de presiones de la mafia y por eso lo asesinaron. Denunció las actuaciones del narcotráfico y su infiltración en las autoridades. Pero también denunció prácticas ilegales de grupos económicos, como los denominados “autopréstamos” del grupo Michelsen, que a partir de las denuncias comenzaron un proceso para asfixiar a El Espectador y arrebatarle su publicidad. Guillermo Cano se mantuvo en las denuncias, que tuvieron resultados institucionales importantes.
Muchas veces nos encontramos en ese dilema entre denunciar o quedarse callado y prevenir las retaliaciones. Guillermo Cano siempre lo tuvo claro, por más que su medio tuviera que pasar por una crisis financiera o que su vida corriera peligro, su función como periodista era denunciar y exponer los secretos profundos de la oligarquía colombiana. Hoy en día muchos periodistas se enfrentan a este mismo dilema, y si bien la situación de seguridad no es tan grave como en la década de los ochenta, aún seguimos viendo periodistas asesinados por su oficio. Según la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), en Colombia han sido asesinados 160 periodistas por razones relacionadas al desempeño de su profesión.
En la mayoría de los casos la justicia aún no llega. En el caso de Guillermo Cano, durante su investigación fueron asesinadas 12 personas, incluyendo a un magistrado. La guerra para silenciar al periodismo no solo ha cobrado como víctimas a los mismos periodistas, sino a todo aquel que tenga como propósito revelar una verdad de lo ocurrido. En este caso solamente una persona ha sido condenada por el crimen: Luis Carlos Molina Yepes, quien habría sido el encargado de pagarle a los sicarios.
Si este es el estado actual de la investigación, 34 años después, podrán imaginarse cómo van las investigaciones de figuras con poco renombre en el mundo del periodismo nacional. Por ejemplo, Abelardo Liz, reportero de la emisora indígena Nación Nasa, fue asesinado el pasado 13 de agosto en Corinto, Cauca. La particularidad de este caso es que el impacto de bala se dio en medio de un operativo del Ejército Nacional para desalojar a las comunidades indígenas. Como lo reportaron diferentes medios de comunicación a la FLIP, los disparos aparentemente provenían del sector en el que se encontraban los soldados. Ya veremos qué ocurre con esta investigación y si el ejército se apersona del asunto. Este es solo uno de los muchos casos de periodistas asesinados por cumplir con su labor.
Estos hechos no son cuestión del pasado, los grupos criminales siguen asesinando periodistas en el país, principalmente en las regiones llamadas “zonas silenciadas”, según la relatoría para la libertad de expresión. Al respecto Catalina Botero comenta que “los grupos criminales amedrentan, amenazan, asesinan, intimidad o expulsan a los periodistas para que no puedan cubrir. Eso pasa en Colombia, en varios lugares del país, donde no sabemos qué está pasando porque la prensa está amedrentada. Hay unas normas jurídicas que protegen la libertad de expresión y en las grandes ciudades hay mayores niveles de protección. Se pueden hacer denuncias que en las regiones no se pueden hacer”.
El Estado tiene la obligación de proteger a las personas que ejercen la libertad de prensa. Botero afirma que el Estado debe propender por “evitar el daño promoviendo medidas de seguridad, tiene la obligación de poner todo a disposición para que el periodismo pueda funcionar y la obligación de investigar, juzgar y sancionar a quien haya cometido actos de violencia contra un periodista para silenciarlo”. Por ejemplo, en el Código Penal se incluye una agravante al homicidio, al secuestro extorsivo, a la tortura y a la extorsión cuando se comete contra una periodista.
Ahora bien, más allá de lo que llevó a la muerte de Guillermo Cano, debemos destacar su labor de alrededor de 40 años como periodista. Cano siempre actuó cumpliendo tanto con sus responsabilidades legales como con los cánones de la profesión. Un periodista debe actuar acatando la ley y las prohibiciones expresas (principio de legalidad), por ejemplo no divulgar cierto tipo de información íntima sin consentimiento de la persona y a la vez considerar que la regulación legal no es absoluta. Como también no lo recuerda Botero, para considerar que una restricción a libertad de prensa es válida, la ley tiene que buscar una finalidad legítima y la restricción debe ser útil, necesaria y proporcionada para alcanzar esa finalidad.
Sin embargo, más allá de las responsabilidades legales, lo más importante para un periodista debe ir en los principios éticos que guíen su accionar. Para la decana “el mejor periodismo se evalúa con los cánones de la profesión periodística, no lo evalúan los jueces. Los jueces solo evalúen cuando una persona incurre en una violación de una norma legal, pero puede haber mal periodismo que no incurra en una violación normativa. En este caso es la audiencia quien lo sanciona”. El buen periodismo que ejercía Guillermo Cano estaba inspirado por ideas como la búsqueda de la verdad, la confrontación de las versiones, la protección de la fuente, el uso adecuado del lenguaje para no desinformar a la audiencia y el desapego de intereses económicos y políticos que quisieran incidir.
Actualmente se habla de la crisis de cierto sector del periodismo colombiano que ha sido moldeado por los interés de grandes grupos económicos y políticos. Si bien gran parte de los medios de comunicación masiva del país siempre han estado en manos de grupos de poder, esta vez parece haber una incidencia directa en la línea editorial. No me malinterpreten, dentro de la libertad de prensa un medio puede perfectamente variar su línea editorial, la pregunta sería es ¿cuál es el buen periodismo? O mejor dicho, ¿cuál es el mejor periodismo para la democracia de Colombia? Catalina Botero opina que los medios de comunicación deben resistir esa tentación autoritaria de captura de los poderes económicos y políticos del país, deben servir como barreras a ese tipo de tentaciones, deben crear instrumentos internos para que la información sea lo más fidedigna y confrontada posible. Deben financiar al periodismo de investigación y a los editores que cumplen una función fundamental y tienen que separar la información periodística de la comercial.
Igualmente la decana afirma que en una democracia moderna está completamente permitido el periodismo militante y el periodismo amarillista. Aunque para ella, “no es el periodismo que yo considero que enriquece más a una sociedad. Este es el que realmente investiga asuntos de interés público y busca encontrar evidencia, poniéndola de presente para que la audiencia pueda llegar a una decisión”.
Estas lecciones se derivan de las enseñanzas de Guillermo Cano como periodista, como director de uno de los medios de comunicación más importantes del país y como fiel defensor de la ética periodística y de la libertad de prensa. Se termina esta conmemoración como debe ser, con una frase de Guillermo Cano publicada en agosto de 1984: “Sólo la independencia, el carácter, la objetividad y el buen criterio del periodista y de los medios pueden vencer estas tormentas terribles en el nuevo mundo amenazado por todas partes de la libre información”.
Pareciese que más de 36 años después la preocupación por este nuevo mundo amenazado sigue igual de vigente, el buen periodismo es todavía una necesidad elemental en nuestro problemático país. Seamos todos defensores de la libertad de prensa, exijamos al Gobierno cumplir con sus obligaciones y exijamos de los medios un trabajo ajustado a la ética periodística y comprometido con la investigación y la búsqueda de la verdad.
Por Juan Camilo Monsalve García.
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