top of page
  • El Uniandino

Las rebeldes de mi sangre: linaje y ginecología natural

Actualizado: 11 oct 2020



Los primeros días de mayo terminé de leer el “Manual introductorio a la ginecología natural de Pabla Pérez San Martín; y unos días después participé en un proyecto de escritura epistolar en el que se proponía escribir una carta para honrar a una mujer que hubiese sido fundamental en nuestras vidas. “Escribimos a nuestra pareja epistolar para contarle sobre esa mujer ¿Quién es, qué lugar ocupa u ocupó en nuestra vida, cómo es, qué nos enseña, qué recuerdos nos unen a ella, qué anécdotas?” preguntaba Carla Santangelo, editora en Indigo Editoras y creadora del desafío epistolar Tres Cartas. Recibí una carta preciosa desde Coro, Venezuela, que hablaba de mujeres que enseñan que sembrar es tener el don de amar, que tejen mientras hablan de historias familiares y manos que llaman a la ternura y el encuentro. Y luego, con las reflexiones de Pabla Pérez resonando y la invitación del desafío epistolar, retorné una carta hablando de Elvia y Griselda, mis abuelas rebeldes. Reconocer a las abuelas más juzgadas de mi familia como puntos centrales en mi feminismo y mis luchas actuales no había sido evidente para mí nunca antes, ¿qué tenía que ver ese gesto, esa carta, con la perspectiva que propone la ginecología natural? ¿Cómo puede ser la mirada al linaje, en la ginecología y en los feminismos latinoamericanos, un elemento central para la reflexión, la lucha y la sanación?


Ginecología natural: linaje y ancestralidad


Uno de los elementos centrales que se ha posicionado en los debates y el trabajo que adelanta la ola actual de los feminismos es el reclamo por la importancia de pensar la igualdad y las problemáticas de las mujeres, no solo en los espacios públicos, sino también en el ámbito privado. Con la centralidad que ha tenido el cuestionamiento de la división entre los espacios público y privado y la supuesta pertenencia natural de las mujeres a este último, ahora están emergiendo a nuestro punto de vista múltiples problemáticas que deben ser pensadas: la economía de cuidado y el trabajo doméstico, el hogar como espacio cómplice de violencias de género y violencia sexual; en resumen, todo lo que subyace a la proclama de que lo personal es político. Los feminismos de América Latina que se piensan en conjunción con la ancestralidad, nos invitan a tomar conciencia de las mujeres que nos preceden. No se trata solo de pensar en la historia del feminismo como movimiento que debe sus avances y posibilidades actuales a las luchas del pasado, punto que sin duda también es fundamental. Es una invitación a ver hacia adentro, a hacer memoria de las mujeres de nuestra familia, nuestras madres, hermanas o abuelas, pensar en cómo se han construido relaciones entre ellas a lo largo del tiempo, honrar sus historias y saberes, sus luchas y violencias. Reconciliarnos y sanar con nuestro linaje, como saldando una deuda, y mediando con lo conocido y lo desconocido que traemos en las espaldas y en el útero de manera inconsciente.


Pero, ¿en qué se sustenta la importancia de esta propuesta de reconciliarse con las mujeres que nos anteceden? ¿Desde dónde se plantea y cómo puede cambiar nuestra salud, nuestra vida y nuestra feminidad? La ginecología natural parte de varios principios y establece una propuesta alternativa a la aproximación de la medicina científica y formal al cuerpo y la salud femenina. En primer lugar, propone una visión integral de la salud y de nosotras como seres conectados en niveles energéticos con nuestras emociones, nuestros contextos, nuestros lugares de habitación y origen, con la naturaleza y con nuestros pasados. Pabla Rodríguez San Martín habla a propósito de esta comprensión integral de la salud y de nosotras como seres complejos. Si bien es fundamental el reconocimiento de nuestra corporalidad y la reivindicación del autoconocimiento físico, no debe ser el único camino: “para los procesos de sanación el autoconocimiento no solo pasa por el cuerpo, ni tampoco por el entendimiento de su funcionamiento biológico y cíclico. Esto solo sigue redundando en el paradigma mecánico y de fragmentación” (Pérez, 2015, p. 21). Entonces, la alternativa a la medicina occidental surge desde la construcción de otro paradigma, uno en el que la salud de nuestros cuerpos no puede tratarse de manera aislada y atendiendo a los síntomas, sino que implica reflexiones, procesos de memoria y de conexión a múltiples niveles.


Es así que la ginecología natural surge también desde el deseo de recuperación de saberes ancestrales, esos que fueron estigmatizados y eliminados por una visión científica de la medicina y que se relacionan de manera directa con las comunidades indígenas que anteceden nuestro existir en América Latina. Sanar con el linaje implica también, de manera remota, volver a sus prácticas, a sus saberes transmitidos en la oralidad y la intimidad de las comunidades, honrar sus conocimientos y ubicarlos a la par, o incluso más arriba que la medicina en la que creemos ciegamente y a la que acudimos en búsqueda de soluciones con cada malestar que padecemos. Más allá de la satanización de la medicina, la ginecología natural y el trabajo en particular de Pabla Rodríguez en su manual supone reconocer que la medicina es androcéntrica, que sus conocimientos y avances en materia de la salud de las mujeres proceden de prácticas violentas y poco éticas, y sobre todo, invitar al cuestionamiento y despertar la curiosidad por otras opciones y los aportes que pueden hacer a nuestro bienestar y cuidado.


En su integralidad, la ginecología natural incluye múltiples áreas de trabajo y cuidado de nuestra salud, y utiliza múltiples campos de la cotidianidad y de la vida como fuente de sus medicinas. Así, la alimentación entra en relación directa con los procesos de sanación, pues es necesario hacer conciencia de lo que consumimos y la forma en que aporta o perjudica a nuestro cuerpo. Otro elemento central es el contacto con plantas medicinales, en su cultivo, preparación y ritualización, y en adaptarlas como una alternativa a las medicinas de farmacia y sus contraindicaciones a las que nos hemos adaptado como si fueran la única posibilidad. Estos dos elementos confluyen en una comprensión distinta de nuestro ciclo menstrual y hormonal, nuestros procesos de concepción y anticoncepción, y el acompañamiento a la gestación, parto y lactancia. Y en sus prácticas, cuestiona la naturalización del control hormonal: el consumo de hormonas sintéticas, el funcionamiento de la vida en ciclos solares y no lunares. Como explican las integrantes del proyecto Hacia la Raíz: “Vivimos en una sociedad muy masculinizada donde los ritmos son solares, masculinos. Entonces por eso los trabajos son todos los días, de 8 de la mañana a 6-7 de la tarde. Todos los días se supone que tienes que producir lo mismo” (Lira, 2020). La asociación del ciclo menstrual con las fases de la luna nos permite, así mismo, comprender que la ciclicidad implica cambios hormonales y de energía y disposición para hacer ciertas cosas: hay fases del ciclo que llaman más a la creatividad, otras al contacto y al trabajo en el exterior, y otras al autocuidado y la reflexión.


El llamado a cuestionar y vivir activamente en una posibilidad distinta a la que nos viene dada en la vida en sociedad actual resulta sin duda un acto que subvierte lo político, lo personal, lo económico y lo médico en nuestros días. Tener la posibilidad de autogestar y vivir de manera consciente nuestros procesos contra una lógica que pretende controlar e higienizar los cuerpos, y sostenerlos en el desconocimiento de lo que ingieren como alimento y como medicina, otorga la posibilidad de subvertir desde adentro. Da posibilidades de cambio desde nuestros órganos, nuestras emociones, y los vínculos íntimos que nos unen desde nuestro útero con el pasado familiar que nos antecede y que decidimos o no gestar a futuro. Más allá de intentar establecer un paradigma imperante como el de la medicina occidental y nuestros ritmos de vida actuales, aparece como un sendero novedoso, rodeado de flores y verde, en el que, sobre todo, resultan útiles las preguntas que nos genera, y el cambio de paradigma y de autocomprensión que puede iniciar en nosotras. Es, a mi parecer, una alternativa más bella, llena de imágenes y llamados constantes a lo natural, a la luna y la tierra, a la necesidad de ritualizar la vida en un mundo cada vez más práctico y desconectado de los procesos vitales.


Sanación: conexiones analíticas


La sanación, entonces, implica un proceso de memoria desde el punto de vista y las preguntas que sugiere la ginecología natural. Un proceso de memoria particular, desde el cuerpo, que va más allá del reconocimiento teórico o histórico de nuestros contextos sociales y el de nuestras antepasadas. Estos reconocimientos, sin duda, tienen un lugar importante: mis abuelas y bisabuelas vivieron en contextos rurales en los que la violencia machista era aún más intensa que hoy, vivieron el surgimiento de La Violencia en Colombia y las causas que generaron esta: desigualdades estructurales, imposibilidad de poseer la tierra, asesinatos entre unos y otros, nulo acceso a la salud, la educación u oportunidades para su vida. Y eso marcó sus vidas, sus posibilidades de existencia y su salud física y emocional.


Pero, más allá del reconocimiento, es necesaria la reconciliación. Y esta suele trascender la esfera de lo público, de los grandes acontecimientos de la historia, y tiene más que ver con el reconocimiento de heridas y patrones de salud que vienen con nosotras en nuestra historia familiar. No se trata solo de pensarlo a manera de enfermedad hereditaria, “si la abuela tiene diabetes yo también puedo tener”, porque además no es así de evidente y consciente. Es un intento por escarbar en la intimidad, y en ese sentido un desafío al hermetismo, al recurrente “de eso no se habla” cuando el tema de conversación suele tornarse incómodo. Si aún hoy y para mujeres jóvenes es difícil e “indebido” hablar de nuestras vivencias en la sexualidad, ¿qué significó esto para nuestras mamás y nuestras abuelas? ¿Cómo se criaron ellas en relación a su feminidad si a mí me dijeron que la virginidad definía mi valor y mi personalidad? Esas y otras preguntas, aunque no tengan respuestas acabadas y completas, son importantes en los procesos de sanación de la ginecología natural porque llevan al reconocimiento de heridas y a identificar, más que causas, las raíces de los malestares que se manifiestan en enfermedades y dolores del cuerpo.


A pesar de no tener claridad absoluta en las respuestas, creo que todas las mujeres podemos dar por supuesto que nuestro linaje ha vivido la violencia, el machismo y el maltrato; la violencia siempre ha pesado sobre nosotras y nuestros cuerpos, en tanto mujeres. Muy probablemente alguna de las mujeres en nuestro árbol genealógico tuvo que convivir con la violencia sexual o la violencia física, y seguramente fueron educadas en la aceptación de estas como algo natural en la sociedad o el matrimonio. Se les enseñó a vivir con sumisión, y se educaron en una sexualidad en la que se anulaba su placer y el consentimiento no importaba. Resignificar los hábitos y la percepción de la sexualidad que se nos enseña desde ahí puede ser uno de los posibles pasos en este camino de sanación y reconciliación.


Rebeldía en la sangre


No conozco (no conocí) sus caras.


Tan sólo esta, la de la abuela paterna,


cuyos ojos, en la fotografía


—tan fijos e impertérritos—,


poco revelan.


Tampoco sé sus nombres.


Y sin embargo,


mi pulso, el pálpito de antiguos despertares,


este tejido lleno de nudos mal atados


que es mi pequeña vida,


me hacen adivinar


(en ellas, las mujeres de mi sangre)


una larga cadena de temblores.


Puedo intuir la náusea


—torva mancha en la sábana de sus amaneceres—,


la insoportable


lucidez de sus tardes,


su pesadumbre, cerrada como un bosque,


y la oscura violencia del deber de ir viviendo día a día.


Mientras amaso el barro de mis desasosiegos


puedo también palpar su resistencia


y escuchar su callada pelea con sus sombras.


(Mi hija duerme.


Y en sus pestañas todavía hay lágrimas.)


Las mujeres de mi sangre,

Piedad Bonnett (2015, p.404)


Pero, así como frente a los grandes sucesos históricos del país, cuando se piensa en el linaje familiar y la memoria desde lo privado también surge la necesidad de la memoria y la reconciliación. Creo que en Colombia tenemos una disposición casi natural cuando se trata de juzgar a la familia: no hay disimulo en los comentarios en las reuniones familiares sobre la subida de peso de alguien, no hay tacto para decir que no estamos de acuerdo con algo y creemos que las bromas constantes hacia el otro son inofensivas e inocentes. Otro reto para la subversión desde lo íntimo: pensar en nuestra familia sin destruirla en el camino, aceptar los errores y los desacuerdos. Al hablar sobre este tema, Pabla Pérez San Martín destaca que suele ser recurrente construirse desde la negación y la lejanía con respecto a lo que fueron nuestras mamás y abuelas. No querer ser como ellas, desear ser mejor que ellas. “La herida se refleja de diversas formas, pero la constante es un desequilibrio permanente con nuestras principales referencias femeninas, principalmente nuestra madre. Suele coexistir en nosotras un rechazo hacia el hecho de llegar a ser como nuestra madre” (Pérez, 2015, p. 340). Al pensar en las mujeres cercanas a nosotros, en las que tienen algún parentesco con nosotras, nos solemos fijar más en sus errores e idealizar lo que debían ser: la suegra le exige a su nuera que sea la esposa perfecta para su hijo, la hija le reclama a la mamá todos los fallos en su crianza, e incluso la madre le exige a la hija que sea mejor que ella.


Decimos que no queremos ser como las mujeres que nos antecedieron, creemos que podemos ser mejores, pero, ¿realmente sabemos cómo fueron sus vidas, más allá de los juicios y las exigencias que les imponemos? Yo, por ejemplo, me he dado cuenta que no sé nada de mi familia más allá de las personas que conocí en vida, e incluso, que de ellas tampoco sé muchas cosas. La reconciliación implica reconocer que, así como le debo la posibilidad de participación política, acceso a la educación y al trabajo a las feministas de otros tiempos, también le debo a mis abuelas que trabajaron como empleadas domésticas toda la vida, que migraron del campo a la ciudad para encontrar mejores opciones, a mi bisabuela que no se casó nunca por el tremendo desafío que eso significó y que me llama desde la sangre a desafiar también ahora. Y el feminismo que ahora vivimos abiertamente y desde el que nos enunciamos muy probablemente no empieza con nosotras. No somos las primeras ni las únicas de nuestra línea de sangre que no aceptan la desigualdad.


Para mí, la sanación, la rebeldía, mis luchas y mi feminismo, se gestan también desde ese reconocimiento, desde este texto que surge de la carta que le envié a Angélica y que está cruzada por nuestras mujeres. Se gesta en empezar a ver eso que critiqué yo misma en mis abuelas rebeldes como las raíces de mi subversión y mi rebeldía. Decido concluir con esa decisión, desde este fragmento de la carta del desafío epistolar, abrazándolas a ellas, y a mí misma, en consecuencia:


Muchas historias que desconocemos circulan secretamente en nosotras, en cada mujer, y es casi seguro que estén marcadas por la violencia, el machismo, el maltrato. Pero creo que también están llenas de resistencia, de valor y de belleza. De manos que cultivan y siembran como las de tu mamá y de mujeres que tejen juntas y nos sostienen y justifican aquí y ahora.


Entonces pensé mucho en sobre quién escribirte, porque mi vida está llena de mujeres maravillosas, y justo ahora tengo a dos al lado mío: mi mamá y mi abuela materna. He compartido mucho con ellas, y en consecuencia, las conozco hasta donde me lo permiten. Su vida no fue fácil con mi abuelo, y sería muy fácil hablarte de mi abuela resistiendo, manteniendo a sus hijos, de su sacrificio y su entrega, o de mi mamá y su valentía y la fuerza que me ha enseñado. Pero luego pensé que vale más la pena hablar de las mujeres que no son "verracas", hablar de las que no cumplieron del todo con lo que la familia y el mundo esperaba de ellas, de las que he escuchado a otras mujeres juzgar. Y honrar su rebeldía, su caminar a contracorriente, justificar en ellas mi feminismo y todas las torciones a la sumisión que en mi sangre femenina se han gestado.


Empiezo por la bisabuela, la de la casa de Apulo que nunca usó pantalón. Elvia, ella es la mamá de Lila, mi abuela materna, y nació en el campo, con el tiempo vino a trabajar a la ciudad, nunca se casó. No tuvo muchos hijos, como todas las mujeres de la época, ni fue abnegada en su crianza. Los dejaba en el campo y volvía a la ciudad. Viajó cuánto pudo y nunca le rindió cuentas a nadie. Y luego está Griselda, mi abuela paterna, con quien nunca he sido tan cercana como con Lila. Ella juega tejo, vive sola, baila con sus amigas y todavía va (o iba, cuando podíamos salir) a bares a bailar con el que la invite y a disfrutar. Mi mamá y mi papá se miran en secreto y juzgan cuando nos cuenta de sus bailes y sus fiestas, mi mamá y mi abuela Lila la juzgan porque nunca ha sido lo que Lila sí es: el corazón de la familia, la que está dispuesta los domingos a organizar almuerzos familiares y cocinar para todos, cuidar de todos, limpiar el desastre que hacen todos. Mi abuela es más joven que yo, que nunca voy a bares a bailar, y más rebelde, porque no le tiembla la voz para responder, mientras que yo a veces callo para evitar problemas. Yo misma la he juzgado, porque es lo más fácil, pero lo difícil y lo que realmente vale la pena es agradecer esa juventud, era rebeldía, esa renuncia al servicio, al cuidado y la importancia que le da al disfrute y a la vida.


Hoy las honro a ellas, así como a las demás las he honrado siempre.


________________________


Por: Paula Natalia Rincón Chitiva, feminista con formación en filosofía y ciencia política en la Universidad de los Andes. Integrante de la colectiva Grupo Las Troyanas y fundadora de Enlazadas: Red Nacional contra las violencias basadas en género


Ilustraciones por: Victoria Barrera


Bibliografía


Bonnett, P (2015). Poesía reunida. Lumen.

Pérez San Martín, P. (2015). Manual introductorio a la ginecología natural. Ginecosofía.

Lira, A. (2020, Enero 20). Anticoncepción natural con @hacialaraiz | Seres de poder #2 (Archivo de video). Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=XIja2YDUp7o&t=202s




bottom of page