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El patriarcado y el trabajo doméstico: patologías mentales para madres de familia

En esta entrada, María José Muñoz Reyes, nos explica la necesidad de deconstruir los imaginarios y entender que las patologías de salud mental en mujeres no están determinadas por el sexo sino por el contexto patriarcal.


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Por muchas décadas hemos caracterizado a nuestras madres como histéricas, intensas, sobreprotectoras o incluso absorbentes. Sin embargo, estas ideas no llegaron a nosotras por arte de magia; al contrario, han sido alimentadas por quienes con voces machistas cargadas de autoridad desde cargos de poder han afirmado que debido a los ciclos hormonales las mujeres somos más propensas a sufrir depresión y tener cambios de humor. No obstante, es necesario deconstruir todos estos imaginarios y entender que las patologías de salud mental en mujeres no están determinadas por el sexo sino por el contexto patriarcal.



La ciencia y la experiencia real nos dicen algo completamente diferente porque si bien las mujeres, y en especial las madres, sí son más propensas a sufrir por estrés, depresión, ansiedad y trastornos de comportamiento, esto se debe a factores psicosociales de género, a los cuales se ha respondido tradicionalmente con tratamiento farmacológico. Es necesario cuestionar la relación entre la situación económica, el contexto socio cultural, las circunstancias vitales y la salud mental de las mujeres y madres, pues el problema es mucho más profundo que los ciclos hormonales.


La salud mental de nuestras madres está muy íntimamente relacionada con la alimentación, las horas que pasan realizando trabajos de cuidados, su vida laboral fuera de la esfera privada del hogar, sus relaciones socio afectivas, su autoestima y la existencia y realización de proyectos propios. Para garantizar la salud mental de nuestras madres es necesario romper con aquellos roles que históricamente se adjudicaron a las mujeres con el ideal de madre perfecta y con todos los mitos que creó el patriarcado y reforzo el modelo económico neoliberal por medio de la distribución sexual del trabajo alrededor de la maternidad. Este último ignora la producción y el trabajo realizado dentro de los hogares y su importancia en el funcionamiento de las sociedades, se caracteriza además por una deficitaria provisión de bienes y servicios del cuidado por parte del Estado y el sector privado y empeora las condiciones de vida entre adultas de menores ingresos y con un nivel educativo bajo. Es necesario exigir al gobierno gasto público social en servicios públicos y sociales de cuidado como, por ejemplo, el recientemente aprobado Sistemas Distrital de Cuidados de Bogotá, la primera ciudad en Colombia que atiende una problemática no solo histórica, sino también latente, y que además se vuelve referencia para el resto de las ciudades e incluso para un gobierno nacional que ignora no. Esto no indica que no son exigencias desproporcionadas, ni imposibles de llevar a cabo, son reclamaciones justas para avances revolucionarios. Esta es una cuestión de voluntad política y la salud de las mujeres y madres una prioridad.



La mayoría de las madres pasan su vida dedicando parte de su tiempo al cuidado -especialmente de niños y niñas, adolescentes, personas en condición de discapacidad y adultos mayores- lo cual genera aislamiento social e insatisfacción al ser una fuerte carga física y emocional y al exigirles un trabajo de tiempo completo o una extenuante y no paga doble jornada de trabajo. Esta situación -igual que la mayoría de los sucesos en nuestra vida-, por supuesto, está agudizada por el estrato socioeconómico, pues en un país como Colombia a muy pocas mujeres les pueden pagar por este trabajo. Por ejemplo, según un estudio presentado por El Espectador 9 de cada 10 mujeres en nuestro país realizan trabajo doméstico y de cuidados no pago. Tal es la carga que tienen nuestras madres que cuando inicio el aislamiento preventivo por la COVID – 19 en Colombia, según una crónica de la Escuela Nacional Sindical lo primero de lo que se prescindió en la mayoría de los hogares fue de los servicios de las trabajadoras domésticas – sí, en femenino, porque el 96% son mujeres (Portafolio, 2019) – pues siempre habrá una mujer dispuesta a hacerlo gratis al ser un trabajo que no está valorado, ni reconocido socialmente. Si algo nos ha enseñado el feminismo interseccional es que ser mujer en nuestra sociedad no es una experiencia homogénea, sino al contrario, existen distintas situaciones de acuerdo con el contexto social, económico y cultural. Así mismo, la maternidad es una experiencia diferente para cada persona, aunque con realidades comunes que se agudizan con las posibilidades económicas particulares.


Nuestras madres necesitan un proyecto de vida propio y tiempo para relacionarse. Para lograr esto es vital no cargar el trabajo doméstico en ellas. No obstante, y aunque valiosas, no basta con acciones individuales desde nuestros hogares, es necesaria la voluntad política de los gobiernos para incentivar políticas públicas que hagan posible que las mujeres tengamos una vida fuera de la esfera privada del hogar; es responsabilidad del Estado dar garantías para que las mujeres puedan tener un proyecto de vida propio. Esta, además de ser una lucha interna, es también una lucha colectiva por la conquista de nuestros derechos y por condiciones de vida dignas que redistribuyan y reduzcan el tiempo empleado en trabajo de cuidados no remunerado de las mujeres, el cual solo termina cuando ha pasado el suficiente tiempo para notar que nos hemos quedado solas y que todos a quienes hemos cuidado ya no dependen de nosotras y de nuestra vida útil. La vida útil que este sistema económico injusto y hambriento de mano de obra barata roba, y que una vez agotada, reemplaza. 


Llamar a nuestras madres mártires, histéricas, intensas, sobreprotectoras o incluso absorbentes, aunque errado, está bastante interiorizado en nuestra sociedad; tanto así que no hemos atacado un problema que tiene raíces tan profundas de la manera correcta, sino al contrario, con una evidente falta de método científico, que se hace más notoria cuando adjudicamos las emociones y comportamientos de las mujeres a causas hormonales. ¡Problematicemos la vida al servicio de los trabajos de cuidados no pagos y la normalización de la feminización de estas labores que son responsabilidad de todos y todas, incluyendo a los gobiernos!


¿Hasta cuándo?


 

Por:María José Muñoz Reyes, feminista y estudiante de gobierno y asuntos públicos y psicología de la Universidad de los Andes.


*** Blogs El Uniandino es un espacio abierto a la comunidad que ofrece el periódico El Uniandino para explorar temas nuevos, voces diversas y perspectivas diferentes. El contenido se desarrolla por los colaboradores con asesoría del equipo editorial del periódico



Referencias:

EL ESPECTADOR. (22 de Julio de 2020). La mitad de las trabajadoras domésticas en Bogotá gana menos de un salario mínimo. EL ESPECTADOR.

Agencia de Información Laboral - AIL. (2020). En tiempos de Coronavirus ¿Quién cuida a

las trabajadoras domésticas? ENS (Escuela Nacional Sindical).

Agencia de Información Laboral - AIL. (2020). En tiempos de crisis, cuidemos a quienes han

dedicado su vida a cuidarnos. ENS (Escuela Nacional Sindical).

Instituto de la Mujer de España. (2011). La Salud Mental de las Mujeres. España: Catálogo de publicaciones de la Administración del Estado.

Portafolio. (5 de Marzo de 2019). El 96% de los empleados domésticos en Colombia son mujeres. Obtenido de Portafolio: https://www.portafolio.co/economia/empleo/el-96-de-los-empleados-domesticos-en-colombia-son-mujeres-527092

Mayo Clinic Staff. (29 de Enero de 2019). Depression in women: Understanding the gender gap. Obtenido de Mayo Clinic: https://www.mayoclinic.org/diseases-conditions/depression/in-depth/depression/art-20047725

Moreno-Salamanca, N. (2018). LA ECONOMÍA DEL CUIDADO: DIVISIÓN SOCIAL Y SEXUAL DEL TRABAJO NO REMUNERADO EN BOGOTÁ. Revista Latinoamericana de Estudios de Familia, 51-77.

World Health Organization. (2009). Pharmacological treatment of mental disorders in primary health care. Washington D.C: Organización Panamericana de la Salud.


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