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  • El Uniandino

Sí a la copa menstrual

Vanessa Bonilla es estudiante de Gobierno y Asuntos Públicos y Administración de Empresas en la Universidad de los Andes. Aquí su columna "Sí a la copa menstrual". Para contestar la columna envíe su propuesta a periodicoeluniandino@gmail.com.


Las cifras sobre las mujeres que han tenido dificultades con la compra y el acceso a los productos de higiene menstrual tradicionales en Colombia son alarmantes. Según el periódico El Espectador, 500 mil mujeres aproximadamente no poseen la solvencia económica para la adquisición de los productos; de estas, 62 mil mujeres se las ingeniaron con trapos, pedazos de tela o papel y 24 mil no utilizaron absolutamente nada durante estos días. Según el senador Armando Benedetti, las mujeres gastan entre 18.000 y 40.000 pesos mensuales en estos productos, lo que equivale a un total de entre 216.000 y 480.000 pesos al año. Teniendo en cuenta que en Colombia en el 2020, la pobreza extrema alcanzó los 136.000 pesos mensuales y que contamos con un censo de 5.000 habitantes de calle, de los cuales el 15% son mujeres, según el DANE, estos precios son insostenibles. Es un problema que se debe resolver de manera inmediata pues vulnera la dignidad de muchas mujeres por una condición inevitable, además de biológica. En medio de un país que a todo le pone un precio, las toallas higiénicas se han vuelto un lujo.

Aun si en el 2019 los productos convencionales (toallas sanitarias, protectores y tampones) de higiene menstrual fueron exonerados de impuestos, la lucha por des mercantilizar un producto de primera necesidad sigue en pie. En los primeros días de agosto salió a la luz un proyecto de ley impulsado por Benedetti el cual tiene como objetivo proteger los derechos a la salud, la dignidad humana y el cuidado integral de la mujer. La iniciativa establece que las EPS y secretarías de salud deben suministrar a las mujeres pertenecientes a los estratos 1, 2 y 3 los implementos necesarios para la higiene menstrual. Si bien es una muy buena iniciativa, los implementos que serían suministrados son los productos de higiene menstrual tradicionales, que no solo responden a un mayor precio, sino que también son productos desechables conocidos por su alto carácter contaminador y nocivos para el medio ambiente. Teniendo eso en cuenta, pienso que la implementación de la copa menstrual mejoraría en gran medida la iniciativa del senador.


La copa menstrual es un recipiente de silicona quirúrgica e hipoalergénica que presenta una nueva alternativa para la higiene menstrual. Para su uso, la copa debe introducirse doblada de manera que entre sin aire en la vagina, creando una especie de vasija para el sangrado menstrual. Al ser de silicona quirúrgica es reutilizable y tiene una vida útil de aproximadamente 10 años. Por su forma y composición se adapta al cuerpo de la mujer que la use por lo que resulta mucho más cómoda que otros implementos convencionales, además de impedir los derrames y poder durar puesta hasta 12 horas. En Colombia su precio está alrededor de los $80.000 pesos. Es una alternativa mucho más económica en el mediano plazo, cómoda y amigable con el medio ambiente. La copa menstrual puede ser la solución a la higiene menstrual de muchas mujeres por lo menos durante los próximos 10 años.


Sin embargo, la copa debe ponerse a hervir en agua antes del primer uso y durante los días de menstruación debe lavarse con agua potable, de lo contrario puede ser foco de propagación de infecciones. Esto supone que los hogares en los cuales haya una mujer que use la copa menstrual debe tener acceso al agua potable y al alcantarillado, una realidad lejana para muchas zonas de nuestro país. Los factores de desigualdad se consolidan en el momento en que la proveniencia de una persona, su sexo, su posición geográfica, étnica, religiosa, preferencia sexual, etc., son aspectos que determinan su acceso, desarrollo, participación, oportunidades y resultados. En Colombia, la menstruación es un factor de desigualdad, pues las mujeres tienen muchas dificultades para el acceso a estos productos de higiene, sacrifican tiempo de sus posibles días de trabajo y sacrifican porciones de su salario para lograr saldar una situación en la cual ninguna mujer tiene opción.


Hasta la fecha y luego de un arduo debate, se logró que la copa menstrual esté libre de impuestos como los otros productos convencionales de higiene menstrual. Considerando todos los aspectos que la implementación del proyecto de ley anteriormente mencionado conlleva, considerar la gratuidad de la copa menstrual puede ser una estrategia beneficiosa tanto para la salud y dignidad de las mujeres, como para el medio ambiente y el recaudo fiscal colombiano. Aunque, este proyecto de ley propone una manera de solucionar este problema de salud pública, en la Colombia real la implementación de este tipo de prácticas no suelen salir como se espera. ¿Quién va asumir la compra de las toallas higiénicas que se le dispensen a estas mujeres? ¿Pueden las EPS y Secretarías de Salud en realidad garantizar y cubrir el costo y la logística? ¿Están teniendo en cuenta que cada cuerpo es distinto y tiene necesidades diferentes? ¿Quién se va a encargar de asegurar y monitorear que las mujeres que reciban este beneficio sí sean mujeres que lo necesiten? ¿Qué amigo político se llevará el contrato de la fabricación y venta de todos los implementos necesarios? Y ¿Cómo tendrán las mujeres en las zonas baldías del territorio colombiano acceso al beneficio?


Teniendo en cuenta todas las opciones anteriores y la intención del congresista, consideró que su proyecto de ley debe contemplar varias opciones: para las mujeres que puedan tener acceso al agua potable y se sientan cómodas con el uso de la copa menstrual, deberían tener la opción de la misma. En caso de que la mujer no tenga las condiciones básicas necesarias para su uso, no se sienta cómoda o esté en una condición de calle se le brinde la dispensa de otros implementos de higiene menstrual. Sea cual sea la solución que el gobierno le brinde a las mujeres, deben tener en cuenta que la dignidad no tiene precio y que este problema de salud pública no puede normalizarse por más tiempo.

 

Por: Vanessa Bonilla. Estudiante de Gobierno y Asuntos Públicos y Administración de Empresas en la Universidad de los Andes.


*** Esta columna hace parte de la sección de Opinión y no representa necesariamente el sentir ni el pensar de El Uniandino

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