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  • El Uniandino

Rabia digna, calor y cuidado: retazos de un plantón feminista



Sussane K. Langer escribió una vez que “el fuego es un símbolo natural de la vida y la pasión, a pesar de que es el único elemento en el que nada puede realmente vivir”. El fuego fue protagonista la semana pasada debido a los incendios que se formaron en la capital: por los noticieros se veía la misma imagen de los verdes follajes siendo consumidos por las llamas, provocando la extinción de toda vida vegetal y animal bajo densas nubes de humo. 


Un pico de sol se sentía esa tarde del viernes en la Plaza de Bolívar. Mientras caminaba bajo una horda de palomas,  divisé a un grupo de mujeres sentadas detrás de la espalda del libertador. Estaban vestidas de negro a pesar del calor, llevaban pañuelos morados y verdes atados en su cuello y muñecas. La mayoría eran estudiantes universitarias: había de los Andes, de la Javeriana, de la Libre, de la Pedagógica y de la Nacional. Ese 26 de enero del 2024 se realizó un  plantón feminista ​​ en rechazo a los feminicidios que se han reportado en lo que va del año. Según cifras oficiales proporcionadas por el Instituto de Medicina Legal, en los primeros 23 días del 2024 se han registrado 30 feminicidios en varias ciudades del país.


Uno de los casos que generó más conmoción tuvo lugar en La Unión, Valle. Diana Carolina Serna, de 37 años, fue asesinada por su expareja en plena vía pública. El agresor la persiguió durante varias cuadras para atacarla con un machete, y, cuando la alcanzó, la decapitó en la calle a plena luz del día. El feminicida tenía antecedentes de violencia intrafamiliar y extorsión, pero habría salido de la cárcel por buena conducta. Además de exigir justicia por Diana Carolina, también arrojaron luz a la falta de coherencia del discurso del gobierno del cambio: que decían abogar por las mujeres, pero que tenían a hombres violentos en sus filas, como es el caso de Hollman Morris, subgerente actual de Señal Colombia quien ha sido señalado por acoso laboral y sexual. 



—Por nuestras muertas, ni un minuto de silencio— gritaron las jóvenes a todo pulmón enfrente de la Catedral Primada. Una muchacha que llevaba puesta una camisa blanca y una gorra morada sacó de una bolsa varios paquetes de tizas de colores, le entregó una a cada una de las presentes para que escribieran en el asfalto. Trazaron consignas y dibujaron en aquel suelo gris símbolos de venus, vulvas, la “A” anarquista y  la hoz y el martillo comunista. 


A través de diversas intervenciones, observamos las diferentes formas en que el feminismo busca apropiarse del espacio público. Acciones como el graffiti o el muralismo no solo buscan visibilizar su presencia en público, sino también cuestionar los significados asociados a ciertos símbolos y dejar su marca en la estructura urbana.



En Colombia, las mujeres nos vemos afectadas por dinámicas violentas que van desde la cosificación de nuestros cuerpos y la estereotipación hasta llegar incluso a la muerte. Entre enero y septiembre de 2023, según el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, se reportaron 36,626 casos de violencia doméstica contra mujeres, incluyendo 27,327 casos de violencia por parte de la pareja  y 16.015 exámenes médico legales practicados por presunto delito sexual. Asimismo, 26 mujeres transgénero perdieron la vida el año pasado. Los números nos muestran que mujeres mestizas, negras, indígenas, trans, jóvenes, adultas mayores, de clase alta, o en situación de vulnerabilidad económica, vivimos cotidianamente con miedo, enfrentándonos a ser víctimas y sobrevivientes de múltiples formas de violencia machista.  



Mientras observaba el despliegue de la manifestación, una muchacha de cabello rubio se acercó a mí y a otras dos chicas, nos pidió que hiciéramos una ‘casita’, que en cierta forma, era un código para decir que la cubriéramos. Hicimos un círculo alrededor de ella, se agachó y nos pidió una moña para recogerse el cabello. Comenzó a desvestirse de la cintura para arriba, por lo que tuvimos que apartar la vista por un momento. Luego tomó un pote de pintura, se pintó la mano y comenzó a dejar manos carmesíes tatuadas por sus pecho y su abdomen. Después de ello dos chicas más nos pidieron el favor, y en una de esas, un hombre trató de fisgonear pero terminaron sacándolo del espacio. 


La imagen de la casa ha sido un concepto que ha tanto oprimido como empoderado a las mujeres. Desde el feminismo marxista, se observa que la casa es un concepto complejo: la filósofa feminista Silvia Fedricci postulaba que las trabajadoras domésticas son clave para entender la sociedad. Piensan que la explotación de su trabajo no pagado y las relaciones desiguales de poder que surgen de esta situación son fundamentales para entender cómo funciona la producción en la sociedad capitalista. "Según el informe entregado por el DANE en el 2020, el 90% de las mujeres  llevan a cabo la mayor parte de las tareas de cuidado en los hogares dedicando el doble del tiempo invertido por los hombres". Las responsabilidades y el tiempo dedicado a estas actividades sin recibir remuneración limitan considerablemente la capacidad de las mujeres para obtener ingresos propios, explorar opciones en el mercado laboral y participar de manera completa en la esfera pública. Por otro lado, en esta misma “casita” las tasas de violencia intrafamiliar son altas. En 2023, se atendieron a 20,810 víctimas de violencia en el ámbito familiar, de las cuales 14,784 eran mujeres (71%), evidenciando así que incluso dentro de nuestros propios hogares tenemos riesgos a ser violentadas.



No obstante, algunas mujeres feministas han resignificado el hogar no como un lugar de opresión sino de empoderamiento, señalando que desde ese espacio también podemos reivindicarnos como mujeres a partir de las relaciones del cuidado con otras mujeres: con la familia, con las amigas, con el parche. 


Antes de salir a marchar, varias mujeres comenzaron a reacomodar sus pañuelos de tal forma que cubriera la mitad de su rostro y algunas se pusieron sus capuchas. Al preguntar el porqué decidían adoptar estas medidas, muchas contestaron que era una forma de preservar su privacidad y protegerse de una posible persecución política. También existe un significado más profundo detrás de ese acto: las feministas mexicanas postulan que “encapucharse es es dejar de ser una para convertirse en todas”. Es dejar de lado la individualidad y fundirse en él nosotras: en nuestras madres, nuestras hermanas, y en las mujeres que ya no están”. Es acuerpar el dolor hasta fundirse en uno. 



Volteo la mirada hacia los cerros. Es ahí donde Valentina, una de las líderes toma la vocería y les pide a las manifestantes que por ese día no usaran ningún aerosol.  Los incendios de este año en Colombia han llamado la atención debido a la extensión del territorio afectado y al hecho de que ocurrieron durante el Fenómeno de El Niño. Esto implica que los meses más calurosos en el país serán de enero a marzo, lo que indica que el riesgo aún persiste. Es en este contexto donde varias mujeres, desde una perspectiva más cercana al ecofeminismo, han comenzado a exigir respuestas del gobierno. Argumentan que la naturaleza siempre ha sido subyugada por el hombre, al igual que las mujeres, y que en lugar de continuar explotandola, deberían protegerla.



“Que arda el patriarcado, no las montañas, que arda el patriarcado, no las montañas”, cantaron al unísono. Finalmente, emprendieron su camino hasta el Centro de Memoria. En otras ciudades se realizaron actividades como manifestaciones, tomas artísticas o velatones en rechazo a los feminicidios. Días después, sacaron un comunicado pidiéndole al Estado que atiendan la emergencia nacional por violencia machista. 


Y "el gobierno del Cambio" aún no se ha pronunciado. 


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