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El Uniandino

¿Se rompió la burbuja de seguridad en los Andes?



El lunes 6 de febrero de 2023 Sebastián Peña, estudiante de economía y derecho, denunció que fue víctima de hurto. Él llegó para la clase de 6:30 am en el sexto piso del edificio Mario Laserna de la Universidad de los Andes.  Mientras esperaba el inicio de la clase se sentó en una banca afuera del salón 603. A eso de las 6:25 am Peña sacó su celular de alta gama para mostrarle algo a sus amigos. A las 6:30 en punto se dio cuenta de que había olvidado su celular y salió a revisar la banca en la que él recientemente se había sentado. Su celular ya no estaba allí.  “A mi me apagaron el celular apenas me lo quitaron, no era cualquier guevon el que lo hizo”, comentaba en su Twitter. 


La historia de Sebastián se suma a una oleada de denuncias que varios miembros de la comunidad uniandina han venido realizando a través de redes sociales y otros canales. En ellas se relatan robos que varios estudiantes han sufrido dentro del campus universitario. En este escenario surgen diferentes interrogantes: ¿Qué está pasando con la seguridad en el campus? ¿Cómo ha respondido la universidad ante las denuncias de hurtos que se han venido presentando? El Uniandino le siguió los pasos a los hechos y habló con las víctimas de hurto y las autoridades competentes en la Universidad.  


El esquema de seguridad de la Universidad:   


Para garantizar la seguridad de sus estudiantes, el coordinador de seguridad de la Universidad de los Andes, Leonardo Ramírez, mencionó que actualmente los Andes cuenta con aproximadamente 1600 cámaras distribuidas entre 84 edificios en zonas como laboratorios, áreas comunes, salas de estudio y salones de clase. Todas las cámaras se encuentran activas y la información de video vigilancia llega a una central de seguridad que supervisa el material videográfico y se comunica en caso de emergencia con las autoridades encargadas. El material que recogen estos equipos es usado no solamente para las investigaciones por hurtos o pérdidas sino también para procesos disciplinarios. 


Adicionalmente, la Universidad cuenta con un sistema de alarmas y una red de teléfonos para reportar las situaciones de inseguridad tan pronto son notificadas. Además, trabajan cerca de 140 vigilantes que se distribuyen en turnos de 8 y 12 horas. Esto significa que en el día actualmente hay aproximadamente 40 vigilantes cuidando el Campus. 


Otra estrategia utilizada por el departamento de seguridad han sido las campañas pedagógicas con los estudiantes de la institución, las cuales consisten en mostrar videos en clases o también acercarse a miembros cuando están reunidos en zonas comunes y comentarles sobre las estrategias de seguridad disponibles. Por ejemplo, en 2016, la Universidad publicó un video en el que buscaba mostrar a través de testimonios de estudiantes y vecinos de la zona, que los alrededores del campus son un espacio seguro. “Es uno de los únicos sectores donde usted puede andar con su celular chateando sin miedo a que lo roben”, mencionaba en el video Víctor Hugo Herrera, vecino de la Universidad.  


Al respecto, El Uniandino le preguntó a 5 miembros de la comunidad estudiantil que habían denunciado ser víctimas de robo sobre estas campañas y nos comentaron que desconocían de estas. No obstante, el departamento de seguridad argumenta que la respuesta muchas veces ha sido negativa por parte de los mismos estudiantes, pues rechazan la información brindada, no prestando atención a la información que les brindan e incluso, comenta Ramírez, muchas veces pueden llegar a ser groseros


Según el protocolo de vigilancia de la Universidad cada vez que sucede un robo es necesario que se inicie una investigación en la que un supervisor de seguridad se comunique con las personas afectadas para hacer la revisión del material videográfico capturado por las cámaras, lo cual permite obtener más información frente a cada caso.  De acuerdo con Ramírez, se debe comprobar que efectivamente una persona se apoderó ilegítimamente de un objeto. 


¿Un asunto de percepción? 


Varios estudiantes han manifestado una creciente inseguridad en el campus universitario, pero desde el departamento de seguridad, han mencionado que el problema puede ser más de percepción. 


Un informe que nos presentó el coordinador Ramírez menciona que durante 2022 el número de objetos perdidos fue de 68 durante todo el año, los cuales 51 ocurrieron por fuera de los edificios de la Universidad y de 17 no existe claridad sobre lo que pasó. De estos 17 reportes, los objetos que allí se perdieron no son necesariamente celulares o computadores: también se encuentran otros objetos como gafas, aretes o anillos. Solamente en febrero del 2022, la universidad ha recuperado objetos por valor de 54 millones de pesos, que incluyen cartucheras, tenis, computadores, celulares, entre otros.  


Cuenta Ramírez que ha habido casos como el de un estudiante que afirmó haber sido víctima de un robo en la biblioteca de economía. Ante esto reportó lo sucedido y contó a través de redes sociales su historia. No obstante, la Universidad afirma que al investigar lo sucedido concluyeron que el computador se perdió en los alrededores de la universidad Javeriana. El departamento de seguridad le ha mandado dos correos al estudiante para que rectifique la información que presentó en redes, pero esto no ha sucedido. 


Desde el departamento dijeron que el efecto de situaciones como estas aumenta la percepción de inseguridad dentro de la comunidad: “si bien nosotros venimos adelantando unas averiguaciones e investigaciones frente a denuncias de pérdidas de algunos estudiantes, hemos encontrado que no todo es cierto” enfatiza Ramírez. El aumento ha tenido sus resultados negativos como que muchos estudiantes juzguen con miedo a otras personas solo por su forma de vestir, como se pudo ver en una “polémica” suscitada en la página de Confesiones Uniandes, el 9 de marzo, donde una persona anónima comentaba: “vi un man muy extraño que estaba vestido extraño (algo muy ñero) y de forma que muy pocos uniandinos se visten”. 

 

Las posibles causas

 

Varias personas encargadas del servicio de vigilancia dentro de la Universidad, quienes prefirieron hablar de manera anónima por miedo a represalias laborales, comentaron que una de las falencias que puede estar dándose tiene que ver con el aumento semestral en el número de estudiantes. 


“Cada nuevo semestre que empieza se ven muchos más estudiantes”, menciona uno de los vigilantes que entrevistamos. Este aumento, según nos relatan, les dificulta tener un mayor control frente a cuestiones como el ingreso de los estudiantes a los bloques de la Universidad. 

Tanto el coordinador de seguridad como los vigilantes nos comentaron que se han presentado casos de miembros de la comunidad que, por ejemplo, le prestan su carné a personas que no pertenecen a la institución para que accedan a los baños o a otros servicios dentro del campus. 


Según varios vigilantes, y el coordinador Ramírez, los primíparos son la población más propensa a ser víctima de hurto, dada la transición de llegar a una institución ubicada en el centro de la ciudad. Por ejemplo, una fuente le comentó a este periódico el caso de un estudiante a quien le dijeron que podía dejar sus objetos abandonados sin ninguna preocupación en las cercanías del campus. Cuando este estudiante perdió sus objetos decidió atribuirle la culpa al departamento de seguridad de la Universidad.  


Por su parte el coordinador Ramírez dijo que “entendiendo que aproximadamente 18,000 personas hacen parte de la comunidad uniandina, se presentan unas estadísticas positivas considerando las condiciones de difícil manejo, al estar ubicada [la universidad] entre dos localidades con altos índices de inseguridad, como lo son Santa Fe y la Candelaria”.  


El departamento comunica que por más que se tenga un esquema de seguridad dentro, y en los alrededores del campus, esto no significa que la seguridad sea inquebrantable. Por esta razón hacen un llamado a que la comunidad uniandina denuncie y reporte los casos que se presentan ante los entes de control. “Logramos mantener unos índices por temas de seguridad muy estables(…) aun así es muy importante recibir apoyo por parte de los estudiantes, por ejemplo, cuando alguien pierde el carné, que informe a la 1774 o al departamento de seguridad”, insiste Ramírez.  


Por su parte, los estudiantes que argumentan haber sufrido un hurto se sienten decepcionados frente a las soluciones que ofrece la Universidad, pues muchas veces es muy difícil recuperar sus objetos. La sensación de tranquilidad y seguridad se ve afectada estando dentro de lo que, en teoría, debería ser un espacio seguro para la comunidad. “Si quedé un poco decepcionado de que se demoraran tanto respondiendo mi solicitud y que me dijeran que no pudieron ver bien las cámaras. Fue muy complicado acceder y solo tenían que revisar 5 minutos”,  contó el estudiante Peña. 


Dificultades en el sistema  


Algunas personas que dicen haber sido víctimas de hurto dentro de la Universidad, o en sus  alrededores, argumentan que ha sido muy difícil acceder a las grabaciones de lo sucedido. Hay casos donde los afectados reciben  respuestas tardías y el proceso suele ser tedioso. Incluso les han dicho a los estudiantes que tienen que ir ellos mismos a reclamar los videos a los restaurantes donde sucedieron los hurtos. “Me dijeron que tenía que ir yo, ¿pero a qué? los que tienen que ir son ellos, yo que hago con eso”, comentaba Dynna Rangel,  quien sufrió un hurto en el restaurante La Puerta ubicado en la carrera primera.  


“Actualmente me siento inseguro en la universidad, ahora tengo que estar pendiente a cada rato y no dar papaya”

Respecto a esto el departamento de seguridad argumenta que no dan acceso a las cámaras de seguridad porque si se establece que es un hurto, el video entraría a regir como un elemento probatorio para judicializar al presunto ladrón, incluso cuando no se ha identificado al delincuente. Esto ha generado descontento entre las personas que se consideran víctimas de hurto y es una de las razones por las que han dejado de insistir en su caso. Además, la revisión del caso toma tiempo y muchos estudiantes prefieren dar por perdido su objeto y retirarse del proceso. 


A Sebastián, la Universidad le dio una respuesta dos semanas después de lo sucedido. La persona que lo atendió del departamento de seguridad le mencionó que no se pudo determinar bien qué había pasado con su celular debido a que la cámara que estaba ubicada en esa zona era periférica, y por lo tanto no registró actividad sospechosa en los alrededores.  Por este motivo, la situación de Sebastián fue clasificada como una pérdida, aunque él está seguro de que fue víctima de un hurto debido al contexto y la forma en la que su celular desapareció. “Actualmente me siento inseguro en la universidad, ahora tengo que estar pendiente a cada rato y no dar papaya”, nos comentó en la entrevista. 


Cuando se le cuestionó al coordinador Ramírez sobre la situación de las cámaras periféricas, su respuesta fue que, a pesar del número de cámaras, hay áreas que no están cubiertas. Así mismo dijeron que muchas veces estudiantes se acercan a pedir registros videográficos por objetos de difícil visibilidad como anillos o audífonos inalámbricos.


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