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  • El Uniandino

Radiografías del barrio

Dos fotógrafos en dos barrios de dos ciudades diferentes registran el fin del primer pico de la pandemia en Colombia. Desde una ventana en Chapinero, Bogotá, el paso del tiempo tiene un pulso diferente. En las calles de Riomar, Barranquilla, se ven postales extrañas: todo parece normal, pero algo no cuadra del todo.



Chapinero - Bogotá

Por: Santiago Colmenares


Bogotá fue la primera ciudad de Colombia con casos confirmados de COVID-19. La capital inició un ‘simulacro vital obligatorio’ el 20 de marzo y desde el 25 de ese mismo mes empezó el aislamiento obligatorio en todo el país. La estrategia de la alcaldía frente a la pandemia fue variada, implementando medidas controversiales en abril como el ‘pico y género’ para actividades básicas como abastecerse y comprar medicamentos. En mayo se empezaron a reactivar algunos sectores de la economía como la construcción y la manufactura, y diferentes sectores en la localidad de Kennedy entraron en alerta naranja por las altas tasas de contagio. Se declaró alerta naranja en el sistema hospitalario en junio y las zonas de Bosa, Suba, Engativá y Ciudad Bolívar entraron en cuarentena estricta. Así, se fueron implementando diferentes medidas en las localidades de Bogotá, que iban saliendo y entrando de cuarentenas estrictas. Finalmente, la alcalde Claudia López anunció que el 27 de agosto comenzaría la ‘nueva realidad’, una etapa que daba fin al aislamiento sectorizado y general en la ciudad. Esta etapa incluye una reactivación económica mayor por horarios y días específicos, y se retomaron actividades culturales y recreativas al aire libre, como la ciclovía y los parques.


Las siguientes fotografías fueron tomadas entre principios de agosto y mediados de septiembre, cuando la ciudad estaba pasando por el pico de la pandemia y la mayoría de la gente seguía las medidas de aislamiento.


 

Desde la ventana de mi cuarto empecé a ver cómo se llevaba a cabo una obra de remodelación de un parque cerca a mi edificio. Ver a los trabajadores fue uno de los primeros indicios del largo proceso de reactivación económica. El avance en la obra, y particularmente la construcción de un camino de ladrillos, se convirtió en una manera de marcar el paso del tiempo y también el progreso de la pandemia en la ciudad.


19 de agosto: 5.014 casos nuevos, 176.336 casos totales



24 de agosto: 4.425 casos nuevos, 192.654 casos totales


26 de agosto: 4.176 casos nuevos, 199.324 casos totales



3 de septiembre: 2.931 casos nuevos, 219.584 casos totales



9 de septiembre: 2.278 casos nuevos, 232.408 casos totales




Mientras los obreros instalaban un conjunto de máquinas de ejercicio en el parque, Colombia empezaba a salir del peor momento de la pandemia y se hacían cada vez más frecuentes las noticias de masacres, violencia y manifestaciones. En las casi dos semanas en las que instalaron las máquinas se anunció la ‘nueva realidad’, el artista plástico John Fitzgerald se cosió la boca para entrar en huelga de hambre y se inauguró el Túnel de La Línea. Mientras tanto, ellos seguían trabajando.





Una vez instaladas las máquinas, uno de los trabajadores fue el primero en utilizarlas. Ese mismo día se conoce la noticia de la masacre número 50 de lo que va del año en Colombia.




Los adultos mayores representan una de las poblaciones que se ha visto más afectada por la pandemia, pues tienen mayor riesgo frente al coronavirus y las medidas que se han tomado para este grupo han sido las más restrictivas. Desde mi ventana veía la cotidianidad en el encierro de una señora que repetía la misma rutina todos los días. Desayunaba, leía el periódico, tejía, escribía en un cuaderno y hablaba por celular. Todos los días alguna variación de lo mismo. En las imágenes un elemento constante era el periódico El Tiempo, que casi siempre estaba encima de la mesa, junto con unas figuras de porcelana que cada día cambiaban de posición.


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Riomar - Barranquilla

Por: Salomé Rubio


El sábado 14 de marzo, alrededor de las cuatro de la tarde, el presidente publicó un tweet comunicando el aplazamiento de las pruebas de Estado hasta una fecha indefinida. El miércoles 18 se dio inicio a las clases virtuales. La cuarentena obligatoria empezó a nivel nacional el 24 de marzo. El 27 de abril los mayores de edad podían salir a hacer ejercicio por dos horas durante la mañana. En Barranquilla solían verse 15 personas en el parque, después del decreto la cantidad aumentó considerablemente. Debido al incumplimiento de la cuarentena, el alcalde Jaime Pumarejo decidió tomar medidas más restrictivas y permitir la salida de un solo dígito al día, buscando que las personas salieran máximo un día a la semana. A los jóvenes se les permitió salir a partir del 11 de mayo. Los padres han sacado provecho de esta regulación llevando a sus hijos a que jueguen y disfruten de su infancia mientras los colegios siguen cerrados. El primero de agosto se cambió el pico y cédula a dos dígitos por día y una semana después, el 8 de agosto, la cambiaron nuevamente, esta vez permitiendo la salida de pares un día e impares otro. El 31 de agosto se da fin a la cuarentena a nivel nacional.


Estas imágenes fueron tomadas durante el mes de agosto hasta mediados de septiembre durante todo el proceso de “regreso a la normalidad”.



 


En la costa la gente se caracteriza por ser cálidos. Recuerdo salir antes de la cuarentena y ver a gente conversando en sus balcones con música. Los vecinos ponían sus parlantes a todo volumen y uno se asomaba a ver quién era para luego cantar desde su propio hogar lo que sea que pusieran ese día. En el encierro se ha perdido esa costumbre. Todo el mundo está en lo suyo y rehuye incluso al contacto visual.








Ahora la gente que sale al balcón solo se sienta y observa. No hay casi música en las calles. Mi vecino se levanta temprano, se estira, busca el parque con la mirada, analiza a la gente trotando y vuelve a entrar.






Las personas empiezan a salir de sus casas nuevamente. Poco a poco los espacios públicos se van llenando y en ellos se observa cómo se intenta retomar la vida que se llevaba antes de cuarentena. Sin embargo, las cosas siguen siendo diferentes. Aparte del uso constante de tapabocas y distanciamiento evidente entre desconocidos, la ciudad se ve distinta a como se veía antes del COVID-19. En los parques se ve mucha más gente. Hay niños corriendo por todas partes, trepando árboles, jugando a la lleva, comiendo helado, patinando y manejando bicicleta. Al llegar al parque me senté en una mesa con mi cámara. Una hora después se acerca una pareja -padres de uno de los niños a los que le estaba tomando fotos- y pregunta mi nombre, cuántos años tengo y qué hago allí. Esto dio inicio a una conversación en la que les pregunté cómo se conocían los niños. Me dijeron que se conocieron durante cuarentena: “ellos son amigos de parque, así les digo yo”. Me contaron que iban allí todas las tardes porque los colegios seguían cerrados, pero los niños seguían siendo niños y necesitaban alguien con quién jugar.







La gente solía reunirse en bordillos a tomar cerveza o café dependiendo de la hora. Ahora, después de la cuarentena, veo grupos cada vez más grandes de trabajadores que se reúnen a conversar.



Las parejas, en búsqueda de cierta intimidad, van hacia la Ventana al Mundo, monumento de Barranquilla. Allí, al aire libre, pareciera que el uso obligatorio del tapabocas y las medidas de distanciamiento desaparecieran.



Hoy en día veo más gente mayor en la calle que antes del COVID-19. Me sorprendió que salieran a pesar del riesgo y me acerqué a pedirles otra foto a estos tres señores. Me dijeron que no: “¿Por qué querrías una foto de nosotros? Ya nosotros estamos viejos”.




Iba en el carro camino a casa, cuando vi a una niña en una esquina vendiendo comida. Me bajé y empecé a hablar con ella. Keysi Casalins tiene 23 años, dos hijos y trabaja todos los días alrededor de dos horas vendiendo almuerzos. Cerca de allí hay una construcción. A las 12, los obreros se detienen y van a aquella esquina a comer y descansar mientras baja el sol. Keysi me contó que no tenía trabajo antes de la cuarentena y ahora con él mantiene a sus dos hijos en el colegio.



Uno de los obreros que compró almuerzo ese día.



Cada vez se ve más gente vendiendo comida en las calles. La mayoría tiene puestos en esquinas específicas, pero hay varios que caminan y pegan el grito que todos los barranquilleros conocen, “¡Aguacate!”.







La ciudad ha comenzado a moverse nuevamente. A las 5 de la tarde hay un río de gente que se devuelve a sus casas después de acabada la jornada laboral.



 

Por: Salomé Rubio y Santiago Colmenares



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