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  • El Uniandino

Navegar la incertidumbre

Doña María Eugenia Rico se levanta temprano, alista su carro de dulces y paquetes y se dirige a paso lento y constante hacia el Parque Espinoza, lugar que la vio crecer hace 68 años. Hace ya 10 que lo frecuenta a diario, pues sus alrededores se convirtieron en su lugar de trabajo. Hace casi 2 que se hacen mutua compañía, en medio de la soledad en que se sumió el barrio Las Aguas una tarde de marzo, por cuenta de un virus que aún no termina de dar tregua. Sin embargo, un 9 de agosto del 2021 la cosa cambió. El parque se vio engalanado de nuevo con estudiantes, con ruido, con música, lo vio volver a ser él. Así, en medio de la caótica rutina universitaria que despertó de nuevo, parece que la larga espera hubiese terminado.



Como María Eugenia, decenas de comerciantes alrededor de la Universidad de Los Andes dieron la bienvenida a la comunidad estudiantil, en un nuevo semestre con el mayor grado de presencialidad desde que la pandemia del covid-19 arribó. A pesar de que la reapertura ha significado un inmenso alivio para las personas de este sector que durante meses han luchado por mantenerse a flote, la situación aún es complicada y muchos comerciantes se están jugando sus últimas cartas, apostando a un próximo semestre de reactivación completa.




Un camino tortuoso


El 13 de marzo del 2020 la comunidad uniandina se despidió del campus con la promesa ilusoria de regresar pronto. Sin embargo, con el pasar de los días y las cuarentenas, los comerciantes que dependen de las actividades académicas de la universidad quedaron sumidos en la incertidumbre y la impotencia. “Teníamos un equipo de 25 personas cuando nos dieron la noticia de que nos iban a encerrar, estuvimos todos una semana más” nos cuenta Juan Hernández, co-fundador de Delirato. Una vez en confinamiento, este emprendimiento de comida gourmet se vio obligado a apagar las cocinas de 5 de sus 8 puntos en Bogotá, entre ellos el que operaba a las afueras de Los Andes. Por su parte Janeth Borbón, asistente de producción de Dialimentos, compañía que cubre la operación de la Cafetería Central de Los Andes y Reggio: comida italiana, nos cuenta que en un principio todos los empleados fueron enviados a vacaciones y posteriormente liquidados.


Mientras muchos empleados se fueron a casa sin la seguridad del sustento, los dueños de los negocios se dieron a la tarea de encontrar alternativas para seguir en funcionamiento. Esta fue la situación de Daniel Herrera, propietario de Seneka: centro de copiado, quien se aventuró a incursionar en un modelo de domicilios a pesar de las restricciones de movilidad. En un principio fue él mismo quien se encargó de hacer las entregas, incluso con el miedo de ser detenido por la policía. De forma similar lo hizo María Eugenia, quien tan pronto como le fue posible regresó a su puesto frente al eje ambiental. Allí encontró en los obreros del centro cívico a sus nuevos clientes, con quienes logró hacer el “graneadito” del día a lo largo del confinamiento.


Considerando la difícil situación que atravesaban no solo los comerciantes, sino los vecinos del barrio las Aguas, se creó Positivo para Solidaridad. Se trata de una campaña que nació como iniciativa de un grupo de estudiantes, profesores, empleados y administrativos de la universidad que comenzaron a recaudar fondos para apoyar a los vecinos del sector. Ya consolidado como programa, cuenta con el respaldo del Consejo Estudiantil de Arquitectura y Diseño (CEAD), el Consejo Estudiantil Uniandino (CEU), representantes estudiantiles del Consejo Superior, profesores de los departamentos de diseño, ingeniería biomédica y matemáticas, la jefatura de comunidad, la Gerencia del Campus y Progresa Fenicia.


Las donaciones recaudadas fueron invertidas principalmente, en la primera fase de la campaña, en ayudas humanitarias como mercados de primera necesidad y bonos redimibles Sodexo. Estas ayudas se distribuyeron a la comunidad cercana, haciendo uso de una base de datos con la que se creó un índice de vulnerabilidad para dimensionar la ayuda requerida. Vecinos y empleados de negocios, tanto informales como formales dentro y fuera de la universidad, fueron los principales beneficiados. A su vez, se llevó a cabo una convocatoria abierta para identificar potenciales beneficiarios. Dentro de la universidad, por ejemplo, se recogió información acerca de los empleados que más pudieran necesitar apoyo, desde empleados de Casa Limpia hasta empleados de concesiones, y las ayudas fueron distribuidas incluso después de terminados los contratos.


Así mismo, este programa aportó el capital semilla de un emprendimiento llamado Mujeres de Las Aguas, conformado por mujeres del barrio que perdieron su empleo a causa de la pandemia. Con esta iniciativa han encontrado un sustento para sus familias a través de la confección y venta de tapabocas. La acogida ha sido tal que se convirtieron en proveedoras para la universidad, su producto es ofrecido dentro de la Tienda Uniandes e, incluso, han llegado hasta el Chocó con sus creaciones a través de la conexión con una fundación. De este modo, el emprendimiento se convirtió en una alternativa comercial importante para varias personas de la comunidad golpeadas por la situación.


El esfuerzo por resurgir en medio de la adversidad


A lo largo del año y medio que ha pasado desde que la pandemia comenzó, los comercios han hecho todo lo posible por mantenerse a flote. Las concesiones que se encuentran dentro de la universidad, por ejemplo, intentaron abrir en varias ocasiones. Reggio fue uno de los primeros puntos en hacerlo, y para ello recontrató a dos de sus empleadas con el propósito de atender la oferta de los pocos laboratorios que se encontraban abiertos. “Iniciamos vendiendo un almuerzo [al día]. Yo me iba a recorrer toda la universidad buscando a quien contarle que estábamos aquí, y que podemos llevarles a donde quieran su comida. Empezamos de uno en uno hasta que llegamos a vender 30 almuerzos. Trabajamos a costo, pero fue la manera de mantenernos”, cuenta Janeth Borbón. Otra de las estrategias que implementaron fue el servicio a domicilio para acompañar eventos virtuales de diferentes facultades, algo completamente nuevo dentro de su operación. Sin embargo, los picos de contagio y las cuarentenas sectorizadas hacían que de nuevo lo avanzado en la recuperación retrocediera, lo que obligó a varios de los negocios a cerrar sus puertas de nuevo. Así las cosas, y a pesar de los beneficios brindados por la administración, que van desde disminuciones en cobros hasta facilidades de cartera, siete concesiones se vieron obligadas a cerrar sus puertas definitivamente dentro del campus.


Por otra parte, otros comercios como Delirato optaron por cambiar el modelo de negocio. Tras intentar mantenerse a través de domicilios, se encontraron con el reto de fortalecer la confianza con sus clientes, ahora afectada por las nuevas precauciones de bioseguridad. Los socios fundadores se arriesgaron a crear un nuevo emprendimiento que lleva el nombre de Todos comemos, una aplicación que ofrece comida semipreparada a domicilio, que busca cambiar la experiencia de cocinar desde el hogar. La anterior cocina de Delirato que operaba en los Andes se convirtió entonces en uno de los puntos de producción de este start-up que ha tenido una gran acogida en la ciudad, con más de 15.000 usuarios registrados.



Sin embargo, en la actualidad, el panorama general para muchos de los establecimientos se manifiesta en pérdidas. De los 600 empleados totales que solía tener Dialimentos, tan solo 120 aproximadamente recuperaron su empleo. De los 30 que trabajaban dentro de la universidad, tan solo 10 regresaron. Por su parte, Daniel Herrera cuenta que pudo llamar de vuelta solamente a uno de los tres empleados con los que trabajaba y cambiar el esquema de contratación. Narra que con la pérdida del músculo financiero que ha sufrido en los últimos meses, solo puede hacer contrataciones por días de manera informal, pues la situación aún es incierta.



La promesa de la presencialidad


Tras largos meses de incertidumbre, de más bajos que altos en la situación de los negocios, llegó la tan anhelada noticia para muchos comerciantes: el semestre 2021-2, daría inicio con un considerable grado de presencialidad.


“Al principio, te soy sincero, fui a volantear y nadie me recibía. Eso me desmoralizó”, cuenta Fabián Puentes, propietario de Chick & Chips, quien no había podido abrir su negocio de comida desde el 13 de marzo del año pasado. Tuvo que conseguir otro trabajo para no perder el local y regresar con dos de sus empleados, la mitad de los que solía tener. “Vinieron varios estudiantes antiguos y nos ayudaron a impulsar. Habíamos hecho poco pollo porque pensamos que no podíamos arrancar de una, pero se vendió todo, volvimos a llenarnos otra vezcomenta en medio de la alegría de sentir que su producto no ha sido olvidado. Durante la primera semana manejaron promociones de extra contenido para atraer la atención de los estudiantes, sin embargo esto les significó trabajar sobre los costos: “utilidad no hubo, pero fue más el beneficio para volver a coger fuerza, para que nos vuelvan a ver”, dice Puentes.


Tanto Fabián en Chick & Chips, como Janneth en Reggio, dicen que para la cuarta semana de reapertura, han logrado entre el 40% y el 50% de sus ventas habituales en el periodo prepandemia, lo que, considerando la aguda situación económica en que se encuentran, los mantiene en condiciones muy inestables. “Yo me la jugué este semestre, me lo estoy dando, como dice el cuento, de “pela” para sostenernos, confiando en que el próximo semestre entren los estudiantes al 100%”.



Por otro lado, Juan Hernández dice que, junto a sus socios, no descartan reabrir su cocina de nuevo bajo su nombre prepandémico, Delirato, pero se encuentran a la espera de una mayor actividad pues consideran que aún no podrían alcanzar su punto de equilibrio. “Antes de volver tenemos que pensar cómo reinventarnos”, anota mientras asegura que tienen la mira puesta sobre un prometedor próximo semestre.


Dentro de la universidad, Karol Tapias, administradora de negocios de servicios a la comunidad, encargada de la gestión de las concesiones al interior del campus, cuenta que hicieron mucha campaña de expectativa invitando a los concesionarios a reabrir. “Ya vuelve nuestra comunidad, vuelve la vida” comenta Karol mientras cuenta que empezaron a abrir de a poco, y una vez vieron que a varios negocios les estaba yendo bien, los demás se animaron a hacerlo también. No están trabajando con la totalidad de los productos ni en los mismos horarios que antes, pero están poniendo todo de sí para reactivarse.


Con este nuevo panorama, la campaña Positivo para Solidaridad ha buscado transformarse a medida que lo ha hecho la pandemia y las necesidades que esta ha creado. En este momento se encuentran enfocados en la reactivación económica, por lo que han inaugurado el programa Bien pueda siga una iniciativa que busca apoyar el proceso de adaptación y recuperación en la reapertura. Junto a los consejos estudiantiles de Administración, Economía y Arquitectura y Diseño, además del círculo de participación Women in Business y Progresa Fenicia, este programa busca ofrecer herramientas de apoyo para los comerciantes cercanos a la comunidad uniandina. Talleres sobre modelos de negocio —que buscan apoyar la creación de estrategias para adaptarse a situaciones inciertas—, asesorías y acompañamientos para identificar oportunidades de crecimiento, y un proyecto de divulgación sobre la oferta comercial existente, hacen parte de las iniciativas que se llevarán a cabo.


Por lo pronto, se han realizado los primeros talleres y capacitaciones abiertos al público. Para promoverlos, se hicieron llamados a los comercios cercanos a través de volanteo, publicidad e incluso invitaciones personales. Sin embargo, ha sorprendido a sus organizadores la baja afluencia de participantes. Para Angie Bautista, gestora de comunicaciones de Progresa Fenicia y una de las promotoras del proyecto, esto puede ocurrir debido a que los comerciantes se encuentran en medio del afán por adaptarse a las nuevas condiciones, en aras de recuperar lo perdido, y por tanto no tienen como prioridad asistir a los talleres. Por lo anterior, el equipo se encuentra reestructurando la estrategia a la luz de estas razones, para que el proyecto pueda llegar a los negocios de forma efectiva.


“Aguantar” es la palabra que Angie usa para describir la situación actual de los comercios y apunta a que el reto más grande que afrontan es lograr hacerlo a pesar de la incertidumbre. “Estamos subsistiendo, flotando” así lo describe Daniel de Seneka, quien reconoce que, si bien ha tenido un alivio importante, sabe que el mercado difícilmente volverá a ser como antes y las condiciones serán imposibles de prever.


“Yo confío en que el otro año puede ser un gran año para nosotros. He venido echando números para poder soportarlo, si lo hacemos bien yo creo que lo vamos a lograr.” concluye Fabián, envuelto en un aura de optimismo, que no oculta también un dejo de preocupación por un futuro que no deja de ser incierto.


 

Por: Camila Barreto Cortes y Carlos Daniel Sarmiento




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