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El Uniandino

Llano Verde respira no solo para resistir

A las cinco y media de la mañana el sol todavía no aparece, pero se intuye. Lo están esperando. En una cancha de microfútbol rodeada por casas de ladrillo apenas hay un puñado de personas: cuatro o cinco de un noticiero nacional, algunos más con camisas blancas de staff y, en el centro, un pequeño círculo de hombres y mujeres. Son altos y grandes, la mayoría negros, tienen trenzas de muchas formas y colores. Algunas mujeres, las mayores, llevan faldas largas que les llegan hasta los tobillos y usan turbante debajo del sombrero; otras, las más jóvenes, van de licra y tenis. En las manos todo el mundo lleva algo: un guasá, que es una especie de maraca del pacífico, un cununo, una tambora o un micrófono. Entonces empieza a sonar la música y el sol aparece.


Cualquiera que estuviera ahí, en medio de los cantos, no notaría la diferencia con un barrio cualquiera. Pero estamos en Llano Verde, en el Distrito de Aguablanca al oriente de Cali, y hace un mes masacraron a cinco niños y dejaron sus cuerpos tirados en el cañaduzal. Sus nombres hay que decirlos en voz alta para que no se olviden: Luis Fernando Montaño, Álvaro José Caicedo, Josmar Jean Paul, Léider Cárdenas, y Jair Andrés Cortés. Hoy, a treinta días exactos de su asesinato, la comunidad se resiste a hundirse en el miedo, y se declara territorio de verdad.


El Uniandino acompañó la conmemoración de los cinco de Llano Verde, aquí unos pequeños perfiles de los protagonistas. La crónica sonora completa la publicaremos la próxima semana.




Edwin Ruiz


Edwin tiene la mirada esquiva, arrastra a sus compañeros de grupo porque no quiere que lo entreviste a solas. Cuando hablamos va chiflando para que otros se junten a la conversación, pero al final se presenta: “soy músico del pacífico”.




-¿Qué fue lo primero que pensaste cuando supiste de los niños?


-Yo sentí indignación. Indignación por nosotros, los jóvenes. Yo era amigo de dos de los niños… Pues, la verdad…


-No tenés que hablar de eso, lo lamento


-Hoy nos estamos manifestando en contra de la guerra, de la maldad, de la violencia que se vive en estos tiempos, en esta ciudad




José Cuero


José es alto y cuando describe su instrumento es capaz de imitar su fuerza con la boca. Toca la marimba, pero hoy está a cargo del cununo que, en sus palabras, “es el que se encarga de la rebeldía en el currulao”. Es de Timbiquí, migró hace trece años a Cali.




-Nos han quitado tanto, que hemos perdido el miedo. Ya no tenemos miedo. Nosotros salimos porque esto no puede seguir


-¿Y qué es lo que defienden en Llano Verde?


-Lo que hay acá es talento. Nosotros somos del oriente, hacemos música. No todo es maldad: hay futbolistas, hay bailarines. El oriente está lleno de talento aunque se encarguen de mostrar otra cosa.




Luis Hurtado


Luis es fresco pero tímido: interrumpe mis preguntas con un “por supuesto, maestro”, pero inmediatamente se asegura de haberme entendido bien y vuelve a empezar. Tiene 17 años. Le pido que me explique mejor su instrumento y en voz alta me repite la onomatopeya: “por qué, por qué, por qué, por qué”.




-¿Vos por qué viniste?


-Nosotros salimos a decir que estamos aquí, que estamos presentes, a manifestarnos. Si nos quedamos callados va a seguir la violencia más y más, ¿y cómo lo paramos? Saliendo a la calle, haciéndonos sentir




Edwar Castañeda


El subteniente Edwar responde mis preguntas con una mano apoyada sobre la radio, de ella sale cada tanto una voz inteligible. Es de las pocas personas en el lugar que tiene tapabocas. A los policías también se los invitó al ejercicio de sanación, pero igual están ahí por si pasa algo. Me cuenta que está en la policía desde el 2017 y lleva tres meses asignado en Llano Verde: “nunca he sabido de algo así de grave, y menos acá donde estamos”.




-Los policías también somos parte de la comunidad, cuando pasa esto también matan a nuestros amigos, a nuestros vecinos, a nuestros hermanos. Lo que pasó nos afecta mucho


-En tu experiencia, el ejercicio de hoy, ¿mejora la seguridad?


-No. Acá hay tres bandas en fronteras invisibles, se disputan el microtráfico. Esto le sirve mucho a las personas, pero para que mejore la seguridad se necesitan cambios grandes




Carolina De la Puente


Carolina me pide que no me demore mucho, tiene varias cosas por hacer. Es delgada, tiene el pelo corto y va vestida con un pantalón rojo del que cuelgan tirantas. Cuando le pido que se presente lo duda: “a ver, qué te digo, soy psicóloga de la Javeriana”, pero luego ajusta: “soy una circóloga, utilizo el circo como una herramienta de cambio social”.




-Hoy estamos en un ejercicio de reconciliación, de perdón, de sanación. Estamos varios colectivos de la ciudad de Cali para que este sea un territorio en donde no esté tan presente la violencia


-¿Y cómo hacen para que esto perdure y no sea solo este momento?


-Pues lo ideal sería un proceso de mínimo un año, ¿me entendés? La intención con la que venimos hoy es que ellos vean que hay distintas manifestaciones de vida: a abrirles el panorama




María Elvira Solís


Desde el momento en que la vi supe que debía hablar con ella. A María le gusta el escenario, dirige con su voz potente. Me vino a buscar para, sin decirme, exigir que le hiciera una entrevista. Y estaba en todo su derecho. Su historia es la de la música y los versos, me dice, y a veces, cuando responde, no puede evitar responder cantando: “En Cali pasé pesares/ Pesares yo pasé en Cali/ No la tuve fácil/ No la tuve fácil”.





-Hoy venimos a honrar la memoria de los cinco jóvenes de Llano Verde. Nosotros como pueblo negro, indígena, celebramos la vida y celebramos la muerte. Seguimos reclamando justicia, para que nos respeten la vida


-¿Por qué la música es importante para vos y para la comunidad?


-Esa música viene del universo: es una música que sana, que cura el alma. Es una música de la resistencia. Yo cuando canto me libero y me lleno de energía


 

Fotografías: Felipe Acosta

Por: Alejandro Lozada

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