Uno de los efectos de la pandemia que deja la peor crisis económica en más de 70 años es la compleja situación de las instituciones de educación superior. Las universidades enfrentan gastos cada vez más altos, ingresos altamente dependientes de las matrículas académicas, estancamiento en el número de estudiantes matriculados y un costo de matrículas que se acerca a su techo. La Universidad de los Andes no es la excepción, y ahora debe encontrar la salida a uno de los mayores retos desde su fundación: adaptarse a las demandas del mercado actual y pavimentar un camino para su sostenibilidad en los próximos años. La universidad se encuentra en la dura tarea de responder a un escenario macroeconómico complicado, con proyecciones del Banco de la República que ubican una caída de alrededor de 7% en el Producto Interno Bruto (PIB) del país y una tasa de desempleo que, según el DANE, a noviembre de 2020 era de 13,3% (comparado con 9,3% en noviembre de 2019). Se proyectan mejoras para el 2021, pero con las medidas tomadas para frenar la propagación del virus probablemente tomen más tiempo.
Los Andes en cifras
Sumado al contexto nacional y global, según los Estados Financieros para el 2019, Los Andes se encuentra en un escenario donde los ingresos operacionales anuales dependen en un 90% de las actividades relacionadas con educación, de los cuales casi el 90% de estos ingresos provienen de matrículas de pregrado. De igual forma, El Uniandino ha observado en el Suplemento Estadístico de la universidad para el 2020 que desde 2017-1 se viene presentando un estancamiento en el número de estudiantes matriculados en pregrado.
Considerando la situación de Los Andes, el grueso de los ingresos podría aumentarse por el incremento en el número de matriculados o por el incremento en el valor de la matrícula. Bajo el escenario anterior, solamente esta segunda opción podría parecer viable dado el estancamiento en la primera. Sin embargo, esta segunda vía también tiene una limitante, pues está ligada a un incremento del IPC + 1% anualmente, lo que pone un techo al crecimiento de ingresos que puede lograr la universidad cada año.
Según Eduardo Behrentz, vicerrector de Servicios y Sostenibilidad (unidad anteriormente denominada vicerrectoría Administrativa y Financiera), la dependencia en matrículas y en actividades relacionadas con educación evidencia una susceptibilidad en el escenario actual. “Cerca del 90% de los ingresos es matrícula y de eso, cerca del 90% es pregrado, entonces dependemos mucho de esa línea y eso en cualquier operación, si bien nosotros somos una entidad sin ánimo de lucro con un fin educativo, desde la perspectiva de finanzas es una mala idea depender de una sola fuente de ingresos porque si con esa fuente pasa algo fuera de control puede haber dificultades grandes”.
Por lo tanto, diversificar las fuentes de ingresos es visto con buenos ojos por la universidad: “hay un grupo de personas que vienen insistiendo en eso hace algunos años y yo creo que la universidad requiere diversificar sus fuentes de ingreso como una estrategia de sostenibilidad a futuro” comenta Behrentz. Y aunque desde hace unos años se viene hablando de esto, hasta hace poco se tomó este tema con prioridad como lo contamos en este reportaje. Una muestra de lo anterior, se observa en el acuerdo número 15 del Consejo Superior de Los Andes, revisado por El Uniandino, donde el 18 de marzo de 2020 se aprobó la reforma a los Estatutos que contempló la modificación del artículo 4 para posibilitar la diversificación de ingresos y del artículo 33 para asignar al rector la función de liderar acciones orientadas a la consecución de ingresos.
Dicho por Behrentz, la universidad busca diversificar ingresos y acercarse al modelo de otras universidades referentes en el exterior que no dependen de las actividades de educación para su sostenimiento económico. “Los ingresos vía matrícula son relativamente marginales en las universidades del exterior. Las donaciones, los proyectos de investigación, las consultorías, la venta de servicios en el campus […] ellos tienen una matriz muy diversificada, nosotros estamos en el otro lado dependemos mucho de la línea de matrículas” considera el vicerrector.
Puede observarse en los reportes financieros de universidades como MIT, Harvard o UCLA, en Estados Unidos, que si bien cuentan con un endowment (fondos obtenidos por donaciones que son invertidos cada año para buscar retornos y que sirven como fuente de ingresos para las universidades) muy superior al de Los Andes, han logrado alcanzar un modelo donde el grueso de ingresos no está relacionado con actividades de educación.
Antes de la pandemia, según los estados financieros de 2019, la Universidad de los Andes terminó el año con una utilidad neta de poco más del 8% comparado con el 5% de utilidad neta en 2018 (casi 49 mil millones de pesos en 2019 frente a 29 mil millones de pesos en 2018), esto representa un aumento del 67%. Sin embargo, la utilidad operacional (la utilidad alcanzada únicamente por labores operativas, excluyendo rendimientos financieros del endowment y donaciones, pero incluyendo otros ingresos operativos) fue de solo del 2% en 2019 comparada con la de alrededor de 3% en 2018 (poco más de 12 mil millones de pesos, que equivalen a una disminución de casi 32% con respecto al 2018 donde fue de 18 mil millones). Lo anterior, se traduce en que por cada 100 pesos ingresados en operación (incluyendo otros ingresos operativos), solamente obtuvo 2 y 3 pesos de ganancia respectivamente.
Es decir, la universidad no tiene un rentabilidad tan alta por sus actividades operacionales (educación, contratos con terceros, aportes a proyectos, publicaciones, entre otros) al compararse con su rentabilidad si se incluyen ingresos no operacionales (rendimientos financieros del endowment y donaciones) que bajo el mismo ejemplo, ascenderían a 8 y 5 pesos respectivamente.
De los ingresos no operacionales en 2019, estos se triplicaron en comparación con 2018 (pasó de poco más de 11 mil millones de pesos a casi 37 mil millones de pesos). De estos ingresos no operacionales, los rendimientos financieros del endowment representaron el 90% y las donaciones el 10% en 2019, comparado con un 18% en rendimientos financieros del endowment y 82% en donaciones para el 2018.
Por otro lado, los gastos totales aumentaron casi 38 mil millones de pesos o 6% en 2019 respecto a 2018, pasando de 586 mil millones de pesos a 624 mil millones de pesos. De los gastos, el rubro más grande corresponde a gastos por beneficios a empleados (el cual contempla sueldos, bonificaciones, aportes y cesantías, entre otros) que representan casi 416 mil millones de pesos o el 67% de los gastos totales para 2019 y cerca de 385 mil millones de pesos o el 65% de los gastos totales para 2018, mostrando un incremento de casi 8% en este rubro año a año. Es decir, 2 de cada 3 pesos gastados, van destinados a cubrir obligaciones con los empleados.
Esta proporción de gastos, resulta ser superior a la proporción encontrada en las universidades del exterior, mencionadas anteriormente. Si bien esta comparación no muestra, necesariamente, una gestión destacada de las universidades en el exterior respecto a Los Andes en el manejo de gastos, sí puede mostrar una posible dirección frente a la estructura de gastos en el futuro.
En otras palabras, el manejo del endowment y los ingresos por donaciones, resultan ser fuentes de gran importancia para garantizar la rentabilidad de la universidad dado el modelo actual de ingresos y el estancamiento de matrículas, más allá de sus actividades operacionales. Y aunque, según sus estados financieros, la posición en 2019 de la universidad fue favorable, sin el rendimiento del endowment ni las donaciones la situación sería notablemente menos optimista. En todo caso, como contamos en esta investigación, los directivos han debido hacer ajustes al presupuesto del 2021 para controlar el gasto.
De hecho, esta diversificación traería beneficios que actualmente no pueden contemplarse, tal como lo menciona Behrentz “mientras nosotros no tengamos otras fuentes de ingreso siempre estaremos presionados por el costo de matrículas. Si nosotros tuviéramos una fuente de ingresos mucho más grande en proyectos, consultorías y donaciones se pueden (sic) tomar decisiones como bajar el costo de la matrícula […] en los últimos años se ha disminuido la tasa de incremento (de la matrícula), pero nosotros quisiéramos que fuera al revés, que la política de la universidad sea reducir la matrícula para que ya no sea IPC + 1 sino IPC – 1, uno quisiera ir allá, pero eso en este momento está totalmente por fuera de discusión a no ser que encontráramos fuentes alternas”. En conclusión, las ventajas de la diversificación traen una justificación desde lo financiero y desde lo operativo: “hay dos razones para diversificar: es una estrategia de robustez financiera, pero también es una alternativa para hacer lo que queremos hacer”.
Tiempo de cambios
En las actas del Consejo Académico de la universidad para el 2020 sobresalen distintas medidas tomadas por las directivas para hacer frente a la pandemia y su impacto en la institución. Una de estas medidas fue la reducción voluntaria de salarios de 84 directivos de la universidad y cerca de 100 empleados administrativos, lo que representó un ahorro de alrededor de 1.500 millones de pesos para el segundo semestre del año. Otra medida tomada fue la destinación de recursos para financiación de matrículas bajo distintos modelos, entre los que resalta la introducción del Bono Solidario, que fue presentado como un crédito condonable por el 10% del valor de la matrícula y que, según lo dicho por el rector, Alejandro Gaviria, en la reunión del Consejo Académico para el 23 de julio de 2020, "se intentó presentar como un apoyo financiero de fácil acceso y con un único requisito de declaración de necesidad. No obstante, en la práctica se cometieron errores que complejizaron el trámite, [...] se esperaba que entre 60% y 70% de estudiantes lo solicitara [...] la cifra de 2.921 (solicitudes) es muy inferior a la prevista".
Ahora bien, en el corto plazo, según la información de las actas, las medidas tomadas por las directivas resultaron en un 2020-2 con 14.497 estudiantes matriculados en pregrado, un aumento de 36 estudiantes comparado con 2019-2 y un aumento de estudiantes en maestría, doctorado y especialización de 6%, 8% y 12% respectivamente para el mismo periodo. Adicionalmente, se logró una contención en el gasto por 58.313 millones de pesos. Sin embargo, a pesar del aumento de estudiantes y la reducción en gastos, los ingresos se vieron afectados por un mayor número de estudiantes de pregrado que pagaron media matrícula, una disminución en créditos inscritos por estudiantes de maestría, una reducción en los estudiantes matriculados en medicina y el aumento en becas y alivios financieros, entre otros.
Según Carlos Castellanos, director de Planeación y Evaluación, desde el inicio de la pandemia la universidad adoptó distintas medidas para garantizar el bienestar de la institución y sus estudiantes: “se pensaba que íbamos a tener una disminución en la cantidad de estudiantes matriculados, pero no fue así. Sin embargo, sí aumentó (sic) de manera considerable las solicitudes de apoyo financiero y por eso la universidad sacó distintas campañas (de apoyo), porque entendíamos las necesidades y las particularidades que los estudiantes iban a tener” le comentó a El Uniandino. Adicionalmente, la pandemia hizo que internamente, se cuestionara lo que se daba por hecho "se han roto paradigmas sobre lo virtual [...] hay una reflexión institucional sobre las inversiones que debemos realizar, preguntarnos y cuestionarnos hasta qué punto debemos desarrollar planta física y verdaderamente entender cuáles son las necesidades a la luz del cambio que generó la pandemia. La universidad siempre se ha caracterizado por tener inversiones altas en tecnología".
Desde el punto de vista de Veneta Andonova, decana de la Facultad de Administración, se valoran los esfuerzos que ha hecho la universidad en su camino a la diversificación de ingresos, priorizando el enfoque educativo. "Cualquier proyecto que se haga debe tener sentido desde la formación o desde la investigación, debe dejar algo más que solo el resultado financiero, debe dejar conocimiento o una mirada diferenciada para cambiar el mindset de las personas. Ese es nuestro enfoque […] nuestras grandes apuestas están en la virtualidad los próximos años" enfatiza la decana. Esto último, haciendo referencia a los planes futuros para posicionar posgrados de manera virtual, llegando a nivel nacional e internacional.
En escenarios como el actual, se vuelve notoria la necesidad de diversificación de ingresos y la urgencia por depender en menor medida de las actividades relacionadas con la educación, que se aumenten los ingresos en las actividades conexas con la educación y que se garantice un crecimiento saludable del endowment. Así, como se proyecta en las actas, las medidas resultarían en mayor robustez y preparación frente escenarios retadores. La universidad, como lo ha mencionado el rector, se encuentra en la obligación de repensar su presencia en las regiones y la posibilidad de abrirse a nuevos mercados.
Castellanos se refiere a esta escenario mencionando la importancia de considerar "el acceso y el poder tener cobertura en lugares que usualmente tenemos y que sabemos, como universidad, que nos hace falta hacer más esfuerzos ahí, es precisamente en la regionalización […] la virtualidad obviamente nos juega a favor, no solamente a nivel país sino a nivel latinoamericano[…] la virtualidad nos favorece y nos ayuda a tener un impacto mucho mayor del que ahora tenemos".
Por: Juan Nicolás Castañeda
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