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  • El Uniandino

Frenar el cambio climático está en manos de la ciencia y otros mitos


Lorena Neira Ramírez es Bióloga Uniandina. Aquí su columna "Frenar el cambio climático está en manos de la ciencia y otros mitos". Para contestar la columna envíe su propuesta a periodicoeluniandino@gmail.com.



En Islandia se inauguró Orca, una planta diseñada por el ser humano que extrae carbono atmosférico. Tal como funciona una aspiradora y en la misma dirección en la que lo hace un árbol, Orca captura dióxido de carbono del aire, separando y bombeando el carbono de vuelta al subsuelo. Aunque se estima que Orca puede secuestrar hasta 4,000 toneladas métricas de dióxido de carbono por año, - lo que de paso la convierte en la instalación más grande de secuestro de carbono disponible en el mundo en este momento -, lo cierto es que dentro de un año desde el pasado septiembre esta modalidad de secuestro de carbono sólo va a haber logrado eliminar 3 segundos de la totalidad de emisiones antropogénicas globales e históricas desde la revolución industrial. Todo esto en un escenario en el que, con seguridad y para nuestro pesar, para septiembre del 2022 no vamos a estar celebrando una disminución suficiente de lo emitido por parte de las industrias.

Orca no sólo llega tarde, sino que además se inicia en un mercado en el que con publicidad fantástica podría competir engañosamente como una solución equiparable a la conservación de espacios prístinos de arrecife y bosque, y prestando una única dimensión de sus servicios ecosistémicos: la de la captura de carbono. Pareciese entonces que la nueva ola de carbono neutral quisiera imponer una nueva demanda por tecnologías que secuestran carbono en distintos tamaños, precios y colores sin reconocer el hecho de que por definición la neutralidad de carbono tiene que traer consigo la disminución y cese de emisiones que le permitan al planeta compensar el daño y balancear la ecuación de carbono presente en aire, agua y tierra.

Necesitamos una reducción masiva de emisiones, pero nos encontramos frente al dilema de tener que emitir más para potenciar y acelerar las tecnologías emergentes de generación de carbono negativo. Existe, como es obvio, una tensión evidente entre las dos y es allí donde intuyo que es fácil para los gobiernos y las industrias eludir responsabilidades y enviar el mensaje al público sobre la posibilidad de que reducir emisiones ahora no es una prioridad. Los argumentos son simplistas y displicentes. Posponer la reducción de emisiones es mejor para la economía y la generación de ganancias, y existe la ilusión de que podemos confiar en que en el futuro con el avance de la innovación vamos a obtener resultados sorprendentes con tecnologías mejores y más baratas para la remoción de carbono. La trampa en ese argumento se encuentra en que esas soluciones no sólo puede que lleguen demasiado tarde para gran parte de la población, sino que también otorga concesiones insensatas para que los grandes contaminantes puedan seguir emitiendo desaforadamente en lugar de innovar en las formas de reducir emisiones ahora.

¿Hacia dónde vamos entonces? Las corporaciones ejercen una tremenda influencia sobre el sistema político pero cuando de acción climática se trata la mayoría elige no tomar ninguna postura. Como resultado, eluden la posibilidad de implementar soluciones sistémicas a favor de la reducción de emisiones de dióxido de carbono. Algunas de las grandes corporaciones objetan ser defensores de la naturaleza o el clima, pero lo cierto es que normalmente trabajan en ambos extremos del discurso y sus contribuciones políticas van en la mayoría de los casos en la dirección contraria a la de la descarbonización argumentando preocupaciones a corto plazo sobre la inflación o el tamaño del déficit. Todas preocupaciones que deberían parecer insignificantes en comparación con el imperativo moral a largo plazo de actuar sobre la emergencia climática.

Muy relacionado con esta primera dinámica, los medios de comunicación han venido desconectándonos de la acción climática a través de la culpabilización: ¡calcula tu huella de carbono! ¡paga extra para que tu vuelo sea carbono neutral!, introduciendo propagandas magistrales encaminadas a responsabilizar del desastre a los consumidores, no a los responsables. A propósito, un artículo de la revista One Earth realizó una evaluación cuantitativa del lenguaje utilizado por ExxonMobil en sus pronunciamientos sobre la responsabilidad de los combustibles fósiles sobre el cambio climático. Durante el informe los autores relataron haber encontrado que el lenguaje que era utilizado en declaraciones públicas y materiales promocionales se seleccionaba de manera engañosa con el fin de trasladar la responsabilidad por el cambio climático a los consumidores haciendo uso de “técnicas que incluyeron restar importancia a la realidad y la gravedad del cambio climático y presentar el dominio de los combustibles fósiles como razonable e inevitable”.


Orca sin lugar a dudas es un logro de la ciencia, la tecnología y la innovación en un marco en donde la neutralidad de carbono es un mercado voluntario y no uno obligatorio. Sin embargo, una solución efectiva e inmediata sigue existiendo en la posibilidad de exigir compromisos climáticos y ambientales de instituciones que estamos incluso empezando a ver caer en tiempo real. La industria del petróleo y el gas y los sectores políticos tradicionales seguirán respondiendo con las hojas de ruta y puntos de conversación cansados, insistiendo en que cualquier camino hacia el cero neto debe incluir el uso continuo de gas y petróleo. La diferencia ahora es que esa retórica no es sólo científicamente engañosa; es políticamente obsoleta. Las soluciones inmediatas están en lo político y no en lo científico: en los impuestos efectivos al carbono, en nuevos estándares para la energía renovable y electrificación, en la eliminación de los subsidios heredados para la industria de combustibles fósiles, y en nuevos códigos sobre lo emitido por automóviles y el sector constructor. Todos estos enfoques amenazan el modelo de negocio de los combustibles fósiles y, no por casualidad, ayudarían a frenar el calentamiento del planeta.

Es necesario también que finalice esta columna con algunas precisiones. Soy científica y trabajo en tecnología y soluciones basadas en la naturaleza para la remoción de carbono. Me siento optimista sobre el futuro dados los avances tecnológicos. Creo en que la innovación científica y tecnológica pueden cambiar el mundo, pero no van a hacerlo reemplazando sistemas naturales sino por el contrario resolviendo los problemas de diseño que nos han llevado a excluirlos. En eso pongo las apuestas. En un estado de realismo en el que elijo tener esperanza, entendiendo la esperanza no como un sinónimo de confianza ciega sino como uno cercano a una terquedad, contra permitir que veamos la muerte del mundo natural sin dar la pelea.

 

Por: Lorena Neira Ramírez. Bióloga Uniandina.


*** Esta columna hace parte de la sección de Opinión y no representa necesariamente el sentir ni el pensar de El Uniandino.


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