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David Bowie: el héroe del Muro de Berlín

Actualizado: 20 nov 2021


Deiver Romero Páramo es Estudiante de Narrativas Digitales y Ciencia Política en la Universidad de los Andes. Aquí su columna "David Bowie: el héroe del Muro de Berlín". Para contestar la columna envíe su propuesta a periodicoeluniandino@gmail.com.


En el año 1977 se empezó a componer una de las canciones más emblemáticas de David Bowie: “Heroes”, del álbum homónimo, perteneciente a los tres discos de la famosa trilogía de Berlín. Esta se fue construyendo bajo el telón de lo que parecía ser una de las épocas más crueles para el ser humano. El planeta había quedado parcelado en dos bajo la autoría de las ideas del capitalismo y el comunismo. Las letras de la canción se fueron configurando en un escenario agreste, y oscuro, si se quiere. El estudio de grabación se encontraba a menos de quinientos metros del muro de Berlín. Bowie salía al balcón y como en un momento de magia se presentó ante sus ojos un hecho que marcaría el rumbo de la obra. Todo sucedió cuando en Alemania del Oeste un hombre y una mujer se dieron un beso a la sombra del Muro de Berlín. Los amantes eran su productor musical, Visconti, y su vocalista, Antonia Maass. En la canción quedó congelado aquel momento con la ficción y grandilocuencia dada por Bowie. Allí se capturaba la vida y el amor que se enmarcaba en el ruido estrepitoso de la cruda realidad coyuntural.




El Muro de Berlín se comenzó a construir en la noche del 13 de agosto de 1961 bajo las órdenes de las autoridades comunistas, o para ser más exactos, de la República Democrática Alemana (RDA). Se empezaron a poner alambres de púas y en los días siguientes se empezaría a convertir en el límite que ya todos conocemos. Se levantó sorpresivamente ante la atónita mirada de la ciudadanía. Fue una obra de ingeniería bélica singular, colosal. La división, evidentemente, no fue solo física, sino ideológica, ya que el país había quedado bajo la potestad de los vencedores de la Segunda Guerra Mundial: el Oeste estaba conformado por Reino Unido, Francia y Estados Unidos y, por otro lado, el Este, que se encontraba bajo la ocupación de la Unión Soviética. Las causas de su edificación son aún producto de grandes debates, pues a través de la coordinación de técnicas brutales se prohibió la movilización de la gente entre las dos Alemanias. Según la página “Muro de Berlín” entre 1949 y 1961 más de dos millones de personas cruzaron la frontera para buscar mejores condiciones de vida en la parte occidental de la ciudad. En su mayoría eran jóvenes con anhelo de cambio, jóvenes que pretendían generar su propia revolución: la de la dignidad y la libre disidencia.


La libertad es, entre otras cosas, la limitación a la élite gobernante y su tiranía, pero también es la posibilidad de disentir frente a lo que John Stuart Mill hacía hincapié, “la tiranía de las mayorías” que representa la coerción de la libre opinión como consecuencia de lo que una gran porción de la población cree que es lo correcto. Es decir, la imposición de unas voces sobre otras anulando el sonido del propio individuo. En los años de la guerra fría se pretendía capturar los marcos de pensamiento de millones de personas mediante la imposición, quitándoles su impronta y reduciéndolos a la bipolaridad de códigos conceptuales cimentados en la desidia y la otredad. Un buen ejemplo de lo anterior fueron los 155 kilómetros de muro que rodearon a Berlín occidental (RFA) para separarla de su otra mitad. Fue así como cuerpos, afectos, familias, espacios y formas de convicción se redujeron a una homogenización con difícil emancipación, al menos durante los próximos 30 años.


No hay manera de entender cómo en una pretensión de infalibilidad se llegó a la consumación de la crueldad. Aun así, fue en esa contienda en la que David Bowie creó su reconocida canción. “Heroes” no tuvo una gran acogida en el año de su lanzamiento, sin embargo, su popularidad y su posterior establecimiento como himno de protesta aumentaría en el año 1987 cuando Bowie la interpretó en Berlín del Oeste, al frente del Reichstag, en un impresionante momento que pasaría a la historia. Esa pieza musical inspiraría a toda una generación que clamaba al unísono por la caída del muro. Avivó los corazones de muchos y se transformaría en el poder simbólico en medio de la incertidumbre. El beso se plasmaría en el heroísmo del logro de lo que parecía imposible dentro de aquel hito histórico. El beso significaría el derrumbe, por primera vez, del Muro de Berlín y, con ello, del sistema de aniquilamiento que lo contenía.


Con la caída del Muro, el 9 de noviembre de 1989, cayó la espeluznante configuración de violencias determinadas principalmente por los dispositivos de opresión presentes durante la Guerra Fría. Jorge Luis Borges, en un poema llamado “Juan López y John Ward”, enunció el sentimiento de esos tiempos extraños que cuestan comprender, pero sobre todo señaló las difíciles relaciones que allí se estructuraban, cosas que pasan más frecuentemente de lo que quisiéramos. En él se refería a dos soldados en la guerra de las Islas Malvinas: “hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel”. Las palabras de Borges encumbran la humanidad entre la guerra sin sentido, la hermandad que toda persona entraña, y a la que renuncia cuando decide quién tiene o no derecho a vivir. Historias desgarradoras se acumulan por montones. En sus lápidas hay inscripciones labradas con sangre y retratadas en el silencio absoluto. Las lecciones que nos dejan son inconmensurables y precisas. Nos arrojan sugerencias críticas como la de aquellos amantes de ficción que desafiaron el confín de la experiencia y el inicio de la muerte… Porque un pedazo de hormigón no podrá separar definitivamente al humano del progreso, del respeto, de la vida, ni losas de tres metros franquearán las pasiones de los que aman, de los que luchan...


 

Por: Deiver Romero Páramo. Estudiante de Narrativas Digitales y Ciencia Política en la Universidad de los Andes.


*** Esta columna hace parte de la sección de Opinión y no representa necesariamente el sentir ni el pensar de El Uniandino.


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