Isabella Velásquez es estudiante de Ciencia Política y Economía. Aquí su columna "Congreso a domicilio: resultados de un mes de sesiones virtuales ". Para contestar la columna envía tu propuesta a preiodicoeluniandino@gmail.com.
En su historia, el Congreso de la República ha sido suspendido por guerras civiles, se ha transferido a Cartagena, e incluso ha sido disuelto por el ejecutivo para evitar la destitución presidencial. Sin embargo, nunca había cesado actividad por una pandemia, ni mucho menos había sido virtualizado. La más célebre ocasión en que la política colombiana se vio sacudida por un virus fue quizás en 1918 durante la peste española, cuando el presidente Marco Fidel Suárez se encerró en su despacho para que el mal no le afectara. Con excepción de dicho incidente, éste es un evento inedito.
Tras un conmocionado debate sobre la plausibilidad jurídica de la decisión, a partir del 13 de abril de 2020 el Congreso reanudó sus actividades desde la virtualidad. Hoy, el balance de un mes de sesiones a distancia parece resaltar la trascendencia del trabajo en equipo desde cada una de las comisiones. Además, por supuesto, de permitir sopesar los retos de ensamblar el hogar con la labor pública. En cualquier caso, se trata de un ejercicio imperfecto, que intenta aliviar una crisis que señala directamente a la gestión del Estado e intenta, a lo mínimo, flexibilizarla, a pesar de que, sin lugar a dudas, debería aprovechar la coyuntura para reformarla.
La controversia inicial se dio a raíz del retraso de más de un mes en la actividad de los congresistas en medio de la emergencia sanitaria. Ante la necesidad de tomar una decisión sobre las sesiones virtuales surgieron múltiples posiciones, algunas de ellas radicalmente opuestas. El debate giró entorno a los alcances de Artículo 12 del Decreto 491 de 2020, las especificidades del Artículo 140 de la constitución y la Ley Quinta de 1992, entre otras. Ambas posturas, a pesar de sus diferencias, resaltaron la trascendencia de mantener el control político a los decretos ejecutivos en la coyuntura y compartían su preocupación por asegurar el bienestar de la democracia en medio del estado de emergencia.
Así las cosas, la discusión es más una de formas que de contenido. La democracia y la libertad son las dos últimas instancias que están en juego. Por lo que, si el énfasis en la validez jurídica de la practica mencionada es pertinente, hay algo en la imposibilidad de reunión física, en la ausencia del cuerpo en ese espacio casi sacralizado llamado Capitolio Nacional, que pone en riesgo los pesos y contrapesos de poder que rigen al Estado. Sin embargo, no hay que esperar para empezar a descifrarlo: más de un mes ha pasado desde el inicio de las sesiones virtuales en las que que ya se han discutido y votado proyectos. Es notable que la agenda ahora debe atender dos frentes: el extraordinario, de la pandemia, y el ordinario dentro del curso de la política nacional.
La virtualidad trajo consigo anécdotas y trabajo. En las comisiones se exhibió la sala de la casa, con la participación estelar de mascotas y familiares que ayudaban con la logística. Incluso, en la Comisión Primera de la Cámara no faltó quien fuese descubierto lavando la loza, y en el Senado el canto de un gallo no permitió la intervención de un congresista. También hubo inconvenientes con las cámaras, los micrófonos y la coordinación de intervenciones. No sólo es la imposibilidad de sesionar presencialmente en el capitolio, es también la dificultad de adaptar el hogar a los protocolos y la naturaleza del debate propia de la rama legislativa. Aunque los contratiempos llamen la atención del lector, el trabajo de hecho parece haberse intensificado: muchos debates se han extendido por al menos siete horas y la asistencia a las sesiones es sorprendentemente alta, mucho más que cuando se hace presencialmente. Si bien es posible que la productividad legislativa se haya visto comprometida, no necesariamente es por falta de trabajo sino porque las condiciones son adversas y la adaptación a ellas se hace sobre el ruedo.
En lo que concierne a la trayectoria regular de la política, el Congreso ha debatido y votado varios proyectos, pero no todas las comisiones han tenido el mismo alcance. La Comisión Primera de la Cámara, por ejemplo, logró votar proyectos relacionados con la prohibición de explotación de hidrocarburos en la región amazónica y adelantó debates sobre integración metropolitana, cadena perpetua para violadores de menores y habeas data. Empero, la Comisión Tercera y la Comisión Cuarta tuvieron problemas para adelantar los debates sobre reformas económicas y durante las sesiones virtuales no pudieron votar ningún proyecto: incluso antes de la crisis era evidente la necesidad de una reforma tributaria que hoy está paralizada a pesar de su trascendencia para el balance de la economía. No es sorpresa que los gremios, especialmente en ésta coyuntura, se encuentren alarmados. Además de los pequeños empresarios que tienen deudas por pagar y de los mismos trabajadores, que por supuesto son los más expuestos en esta situación.
En lo que concierne a las medidas y los proyectos relacionados a la coyuntura, ya se han realizado sesiones de control político a los decretos ejecutivos con motivo de la emergencia sanitaria en el Senado. Asimismo, se adelantan hoy la Ley “Borrón y Cuenta Nueva” para las deudas que sucedan en medio de la pandemia y la Ley “Adulto Mayor” para la protección de la vejez. Asimismo, en la Comisión Afro se ha discutido sobre las repercusiones y el manejo del Covid-19 en el Pacífico, y el aumento en las cifras de maltrato y abuso doméstico ha suscitado discusión en la virtualidad.
Con la flexibilización de medidas, desde el 18 de mayo el Congreso incursionó en la alternativa de sesiones semipresenciales teniendo en cuenta el distanciamiento social. De esta forma culmina el primer experimento legislativo totalmente virtual en la historia nacional. Ante todo, parece que la contingencia se ha encargado de trastocar el núcleo de nuestra sociabilidad y, con ella, también nuestras instituciones han sucumbido a la incertidumbre de un virus que como toda forma de poder robusta, opera desde lo invisible y se hace siempre manifiesto.
Por: Isabella Velásquez Ordoñez, estudiante de Ciencia Política y Economía
留言