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Alistando listas

Juan Felipe Monroy es magíster en Ciencia Política. Aquí su columna "Alistando listas". Para contestar la columna envíe su propuesta a periodicoeluniandino@gmail.com.


Por estos días en la política colombiana se habla mucho de los precandidatos presidenciales. Las noticias hablan de encuestas, consultas, alianzas, peleas internas, indecisos, optimistas y muchas cosas más respecto de ellos y ellas. Sin embargo, otras elecciones se decidirán primero y serán igual o más importantes que las que determinen al próximo o próxima presidente. Las elecciones legislativas se aproximan y los grupos políticos ya empiezan a definir la forma en la que se presentarán a esos comicios. La competencia por llegar al Congreso de la República es importante para todos los partidos, en tanto que constituye tener algún grado de poder político durante cuatro años, lo que implica capacidad de acción y de negociación, recursos estatales para el funcionamiento del partido y el mantenimiento de la personería jurídica para poder seguir inscribiendo candidatos en las elecciones que vengan en el futuro. Además, conseguir cierto número de curules no es algo tan complicado para una organización política, si se tiene en cuenta que hay 102 lugares en el Senado y 164 en la Cámara de Representantes. Es mucho más complicado tener éxito en una elección que otorgue un solo puesto, como presidencia, alcaldías o gobernaciones. No obstante, los partidos que se presentan a estas elecciones son muy cuidadosos respecto al mecanismo utilizado para obtener el mayor número de votos posibles.


En Colombia existen dos formas de hacerlo. Cada partido puede presentar una única lista, pero esta puede ser abierta o cerrada. La diferencia radica en que en la cerrada cada elector vota únicamente por el partido de su preferencia, mientras que en la abierta el elector debe marcar el logo del partido y el número de su candidato favorito, es decir, se vota por una organización y por una persona. También difieren en la forma en la que se reparten las curules obtenidas por el partido. Ejemplificando, si un partido que se presentó con lista cerrada obtiene 6 curules, los políticos que las ocupen serán los 6 primeros en la lista, de ahí que sea crucial el lugar que se ocupe en este tipo de lista. Siguiendo con el mismo ejemplo, si un partido que presentó una lista abierta obtuvo votos suficientes para tener 6 curules, estas serán ocupadas por los 6 políticos que mayor número de votos haya obtenido individualmente.


Por sus características, las listas cerradas son propias de regímenes electorales presentes en países con democracias fuertes. Esto es así ya que los partidos suelen ser ideológicamente identificables para los ciudadanos, con mecanismos de democracia interna para determinar el orden de las listas y sin espacios para personalismos extremos o caudillos. En Colombia, por el contrario, todos los partidos han preferido históricamente las listas abiertas, justamente porque no cumplen con las características que cité hace un momento. Si bien, algunos partidos sí son ideológicamente definidos, no suelen tener mecanismos de democracia interna, son fraccionados en su composición y sobreviven gracias a las personalidades políticas a nivel regional, con algunas contadas excepciones. Es por esto que, generalmente eligen las listas abiertas para las elecciones, pues esperan que los líderes regionales capten la mayor cantidad de votos para cada partido.



Por regla general, los políticos no cambiarán las reglas de juego que les permitieron acceder a un lugar de poder, salvo que las condiciones contextuales hayan cambiado y les permitan maximizar sus beneficios. Pues bien, el contexto actual de la política colombiana es distinto en un aspecto al de hace cuatro años. Una lista, que además se conformará por una alianza entre varios partidos y movimientos, irá con lista cerrada. De los partidos tradicionales no se espera nada nuevo, pues las condiciones que les permitieron ocupar muchas curules hace cuatro años, prácticamente no han cambiado, así que no tendrían por qué apostar a algo diferente. Sin embargo, sí hay cosas nuevas en los partidos alternativos para analizar.


El Pacto Histórico liderado por Gustavo Petro, ha decidido ir con lista cerrada, por lo menos al Senado. Los representantes de esa coalición argumentan que cierran la lista para lograr varias cosas. Lograr que líderes y lideresas sociales, afro, indígenas, lgbtiq+ y estudiantiles puedan acceder al Senado, ya que si la lista fuera abierta, estas personas no cuentan con capital ni político ni económico para costear una campaña exitosa. Además, aseguran que con la lista cerrada se reducen los riesgos de corrupción o clientelismo, ya que las campañas no se hacen individualmente. También dicen que la idea es fortalecer a la izquierda colombiana como un solo colectivo y alejarse de los personalismos, además de asegurar la presencia de las mujeres en la bancada con la alternancia de su lista. Todo esto es, a lo sumo, una verdad a medias. Es verdad que con una lista “cremallera” se asegura que la mitad de la bancada esté compuesta por mujeres, así como que la intención a largo plazo es que los partidos y movimientos que componen esta coalición se junten en un solo bloque de izquierda con una ideología clara para los ciudadanos, lo que es muy bueno.


Sin embargo, lo demás no parece creíble. Al contrario de querer evitar personalismos y caudillismos se quieren aprovechar de uno. Hasta el momento, todos los congresistas de este bloque tendrían en sus planes volver a aspirar a su puesto, o dar el salto de la Cámara de Representantes al Senado. Todos se hicieron elegir con el mecanismo de la lista abierta, es decir, ya conocen la manera de tener éxito por esta vía, entonces ¿por qué cambiar? la razón es simple. Así haya cinco precandidatos presidenciales por el Pacto Histórico, se sabe que quién finalmente aspire a la presidencia por esa coalición será Gustavo Petro, entonces el cálculo que hacen los candidatos al Congreso es que la gente que sigue a Gustavo Petro vote dos veces por él, una a la presidencia y otra al Congreso a favor del bloque que lidera. Es un cálculo para maximizar sus beneficios. Tan es así, que no hubo consenso al interior del Pacto, pues el Polo Demócratico, un partido que ha logrado representación legislativa gracias a figuras destacadas en pequeños nichos quería ir con una lista abierta. Para ellos, la lista cerrada es un retroceso en la cantidad de curules, pues al tener que alternar filas de la lista con los políticos de los otros movimientos, a lo sumo lograrán 2 o 3 elegidos, habiendo obtenido 5 en el 2018.


Finalmente, tampoco puede ser cierto que la lista cerrada sea un mecanismo para que otro tipo de liderazgos lleguen al Congreso. Esto solo sería posible si los políticos más poderosos en esta coalición cedieran sus puestos de privilegio en la lista. Eso no va a pasar por dos razones. Primera, no tienen por qué hacerlo. Ellos han construido una trayectoria política valiosa y no se pueden permitir perderla. Segundo, si estos políticos fuertes quedan muy atrás en la lista ¿quién se va a echar al hombro la campaña? Si ellos no tienen asegurada su curul ¿por qué gastarían sus recursos en una campaña política que no les va a traer ningún beneficio?.

 

Por: Juan Felipe Monroy. Magíster en Ciencia Política.


*** Esta columna hace parte de la sección de Opinión y no representa necesariamente el sentir ni el pensar de El Uniandino.


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