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  • El Uniandino

A Reinaldo Manjarrez lo obligaron a callar

Es el único libro que conservé de filosofía, el resto los quemé en un saco cuando salí de la cárcel—me dijo Reinaldo Manjarrez concentrando la mirada en sus manos—. Lo hice porque creí que podría ser una forma de olvidar el lugar que me destruyó la vida, pero sé que nunca podré escapar de mis recuerdos.


Reinaldo Manjarrez Muñoz es el último hijo de doce hermanos. Nació en San Juan de Nepomuceno, un municipio al norte de la subregión de los Montes de María en el caribe colombiano. Creció en una familia campesina, de allí su gusto por cultivar ñame, yuca y papa. En 1979, su familia decidió irse a Cartagena para conseguir una mejor calidad de vida, pero la situación era igual o más difícil de la que vivían en su lugar de origen. A partir de esta situación “Rey”, como su familia le dice de cariño, empezó a sensibilizarse por el pueblo y se planteó un propósito que le costaría la libertad: enseñarle a la gente que otro mundo es posible.



No atiende a desconocidos. Casi nunca responde las llamadas, los mensajes de WhatsApp los responde cada ocho horas. Se la pasará leyendo, porque a mis preguntas responde citando filósofos: “Marx dice…”, “Foucault señala…” “Nietzsche piensa…”. Nos vimos en su casa, ubicada en el barrio Fredonia de Cartagena de Indias. Me recibió bien vestido. La camiseta amarilla que tenía contrastaba con su piel morena. Su cuerpo es tonificado, alto, casi como una escultura. En su muñeca destaca un reloj dorado y en sus manos lleva el Manifiesto Comunista.


Desde pequeño quiso ser sacerdote, por lo que hizo un seminario de noviciado en la Universidad Bolivariana de Medellín cuando tenía 18 años, pero se arrepintió porque uno de sus mayores deseos siempre fue tener una familia. Así que decidió estudiar filosofía en la Universidad de Cartagena, desde allí se empezaron a crear las bases de su carrera como gestor de proyectos sociales y defensor de los derechos humanos. Empezó siendo consejero del Concejo Distrital de Juventudes desde 1997 a 2001, luego aspiró para ser presidente de la junta de acción comunal de su barrio. Esta decisión le costó la libertad.


Reinaldo quería mejorar la vida de los vecinos del barrio Fredonia. Cada quince días convocaba al pueblo a la plaza central para que le expresaran sus inconformidades. Después emprendía su camino para ir a reclamar derechos y servicios básicos ante las autoridades cartageneras. Reclamaba, por ejemplo, agua potable y electricidad.


Sin embargo, su inconformidad con el abandono estatal se hizo tan evidente que otros políticos del barrio y personas del pueblo que se oponían a su liderazgo, lo perfilaron como supuesto guerrillero. Para ese entonces en Colombia se estaban dando capturas masivas, planteadas por el expresidente Álvaro Uribe en su Política de Defensa y Seguridad Democrática con el fin de capturar a personas que estuvieran vinculadas con grupos al margen de la ley a cambio de incentivos económicos.


Diana María Gacharná Castro, magíster en estudios políticos internacionales, menciona en su tesis “La Política de Defensa y Seguridad Democrática en Colombia” que entre 2002 y 2004 fueron capturadas aproximadamente 5.530 personas en varias regiones de Colombia por presuntos vínculos con grupos guerrilleros. Algunos de los líderes detenidos injustamente fueron: José de los Santos Suarez, Gilberto Cano Bolívar, Javier Pescador y Reinaldo Manjarrez. Según Gacharná, esta Política de Seguridad Democrática funcionó, en estos casos, a partir de la Red de Informantes, una serie de beneficios del Gobierno Uribe otorgados a quienes cooperaran con la justicia y entregaran información sobre la ubicación de terroristas. Poco después se pudo comprobar que con este incentivo se alteraban testimonios, se suplantaron informantes y se clonaban testigos. A partir de esto se registraron numerosas violaciones al debido proceso.


Es por eso que 2 de agosto de 2002, en una redada que hicieron los policías en la ciudad de Cartagena, apresaron a Reinaldo Manjarrez en la terraza de su casa mientras compartía un tinto con su mamá. Fueron unos minutos muy angustiantes, sus padres lloraban y los vecinos rodearon la casa para saber qué estaba ocurriendo. La policía festejaba por la captura de un supuesto guerrillero.


Delia Muñoz, madre de Reinaldo, me contó que, en realidad, estaban buscando a una persona conocida como alias ´El rey´ y lo confundieron con su hijo. Reinaldo fue acusado de ser el jefe de las milicias del departamento de Bolívar del frente 37 de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia). Lo reclutaron durante 4 meses, 120 días y 2.920 horas en la cárcel de Ternera.


—Yo me cuestionaba el porqué estaba allí. Creía que el infierno solo existía en las historias de Dante Alighieri, pero yo lo viví. Todo era pequeño, todo era oscuro y no tenía ventanas para ver por fuera de las rejas. Fue injusto para mí y para mi familia que me apresaran por buscar un cambio para las personas más necesitadas, dijo Reinaldo con la voz entrecortada. Fue en ese momento donde Reinaldo Manjarrez empezó a pasar el rato leyendo libros de filosofía, los mismos que quemaría al salir de allí.


Todos los domingos sus amigos y familia lo iban a visitar a la cárcel, su madre siempre le recitaba versículos bíblicos para aumentar su fe. “Escucha lo que te mando: Esfuérzate y sé valiente. No temas ni desmayes, que yo soy el Señor tu Dios, y estaré contigo por dondequiera que vayas» (Jos 1:9)”.


“Era muy duro ver a ´Rey´, siempre lloraba cuando nos veía. Yo le decía que iba a salir de esa, porque contra la verdad nadie puede discutir ̈, comentó Ezequiel Buelvas, amigo de la infancia de Reinaldo.


Sin embargo, cuando todo parecía perdido apareció un ángel vestido de traje: el Dr. Ricardo Morales, abogado penalista comenzó a llevar el proceso sin ningún costo, sólo recibió a cambio dos gallinas que le regaló la señora Delia.


—¿Por qué decidió llevar el caso?—le pregunté.

—Una amiga de la cárcel me comentó las penurias que estaba pasando el pobre Reinaldito — me respondió el Dr. Morales—. Yo empecé a estudiar su caso y me di cuenta de que había muchas inconsistencias en los documentos brindados por la Fiscalía. A él lo fastidiaron por pura persecución política.


Por esa razón, pasados 4 meses, con la ayuda del abogado, le dieron libertad condicional a Reinaldo. En 2005, lo volvieron a capturar durante otros seis meses para llevar a cabo su juicio. “Al recibir la noticia de mi recaptura sentí que ya todo estaba perdido, todas mis esperanzas simplemente se desvanecieron”, contó Reinaldo. Le frustraba el hecho de continuar con un proceso con consecuencias inciertas, además, temía que el abogado dejara el caso dada la poca remuneración que podría ofrecerle.

Sin embargo, el doctor Morales lo siguió acompañando y el Juez Cuarto Penal del Circuito lo declaró inocente en septiembre del 2005 por falta de pruebas en su contra. En noviembre del mismo año, tuvo que huir a Ecuador con su esposa e hija, por una serie de amenazas que estaba recibiendo por parte de sus enemigos políticos.


Desde ese momento Reinaldo decidió alejarse de la política para mantenerse a salvo, sin embargo, meses después, recibió una llamada de Judith Pinedo, exalcaldesa de Cartagena, ofreciéndole un puesto en la Alcaldía Menor de la localidad Virgen y Turística, y aceptó. Volvió a Cartagena para desempeñarse como alcalde menor desde 2008 hasta 2012. Tiempo después aspiró a la Alcaldía Mayor y al Concejo, pero ambos fueron intentos fueron fallidos.


Ahora no quiere aspirar a más candidaturas porque está cansado. Sin embargo, quiere seguir trabajando por su gente porque siente que su labor aún no está finalizada. "Un líder mira pa´ adelante, porque pa´ atrás asusta", manifiesta mientras alista sus cosas para asistir a una reunión en la Alcaldía de Cartagena.


 

Por: Sara Viviana García Altamiranda




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