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  • El Uniandino

¡A parar para avanzar!


Juan Felipe Monroy es magíster en ciencia política e integrante de Enlazadas: Red Nacional contra las violencias basadas en género. Para contestar la columna envíe su propuesta a periodicoeluniandino@gmail.com.




Si han estado en las marchas de este mes de paro o en las de noviembre de 2019, sabrán que esta frase - a parar para avanzar - es probablemente la que más repiten los manifestantes, junto con insultos en contra de Uribe y Duque (algunos muy chistosos y creativos, otros heteronormativos y machistas). La idea general detrás de esta consigna es que desde el gobierno nacional se está manejando mal el país y ante la desconexión que los manifestantes y organizadores del paro encuentran entre sus necesidades y los que toman las decisiones es necesario pasar a las vías, de hecho, para hacerse escuchar. Las vías de hecho no deben asociarse necesariamente con acciones ilegales o violentas, sino, como en el caso de este paro, con pasar de la deliberación o la discusión basada en la indignación a la acción masiva, organizada y duradera en las calles. Si se logra que esas tres características estén presentes en la naturaleza de la protesta, se conseguirá presionar al gobierno para que cambie el rumbo o instaure políticas diferentes. La presión se genera a partir de las imágenes de coloridos ríos de gente, al mismo tiempo, en las principales ciudades, pausando indefinidamente sus actividades y, de alguna manera, parando o mermando fuertemente la actividad económica, para reclamar. Si a eso le sumamos la miopía de la represión policial desproporcionada, fácilmente estallará la crisis y el gobierno se verá obligado a escuchar, negociar y cambiar.


Lo que hemos presenciado en Colombia ha sido una movilización mayoritariamente pacífica, con un liderazgo visible pero no completamente representativo y sobre todo con un mensaje político claro: la desaprobación de la gestión del gobierno de Iván Duque y del Centro Democrático. Lastimosamente, esta movilización se vio empañada por actos vandálicos minoritarios, denuncias de infiltraciones de la Fuerza Pública en la movilización para deslegitimar y una respuesta policial represiva desproporcionada y, en muchos casos, asesina, hasta el punto que en Cali, civiles armados disparaban contra grupos de manifestantes, muy cerca de agentes de policía sin que estos últimos intervinieran, como si se tratara de actividades paramilitares o parapoliciales. Paradójicamente, esta violenta respuesta estatal fue lo que más fortaleció el paro, pues generó una gran ola de indignación, incluso a nivel internacional. Todo esto impulsó al paro para que se mantuviera por más de un mes. Otra causa de su sostenimiento fue que obtuvo victorias importantes en contra del gobierno. La gente se dio cuenta que su protesta surtía efecto y quisieron avanzar más en sus peticiones, seguir parando para seguir avanzando. ¿Qué significa avanzar después de un mes de paro?



El Comité Nacional de Paro, los manifestantes y los políticos que respaldan esta movilización han celebrado los triunfos que han tenido. Con solo unos cuantos días de movilización, se retiró el proyecto de reforma tributaria que cursaba en el Congreso, al día siguiente renunció Alberto Carrasquilla, ministro de Hacienda que lideraba dicha reforma. El paro había empezado con toda, fueron dos triunfos importantes, pero no demasiado grandes porque finalmente la reforma no tenía aseguradas las mayorías en el Congreso y Carrasquilla estaba próximo a salir del gobierno pues se alistaba para afinar su candidatura para la gerencia del Banco de la República. Sin embargo, ese era el principal objetivo del paro y lo logró rápidamente, pero lejos de detenerse ahí se apuntó también la caída del proyecto de ley 010 de reforma a la salud, la renuncia de la canciller Claudia Bloom, la matrícula cero (solo por un semestre y solo para estratos 1,2 y 3) y una cosmética reforma a la policía. No es poco, para haber sucedido en un mes, pero ¿son triunfos de la movilización? y más importante aún ¿es realmente un avance? ¿se avanzó como resultado de parar?


Definitivamente, sí son triunfos de la movilización, pues todas esas cosas estaban en el pliego de peticiones del Comité Nacional de paro, pero más allá de eso, era lo que pedía la gente en la calle que no está necesariamente conectada con ese comité. Ahora bien, ¿son esos triunfos avances para Colombia? Eso es más debatible. Personalmente creo que sí, pero no voy a argumentar acá porque sería tedioso de leer y me pasaría del límite de palabras que me permiten. Siempre saldrá alguien a decir que la reforma tributaria era una maravilla, que era la única fórmula para financiar programas sociales, o que el paro fue contraproducente porque por los bloqueos de carreteras hubo desabastecimiento y eso subió los precios de productos básicos o que “en un mes se destruyó lo que nos costó construir un siglo” (como si Colombia fuera un poderoso emporio agroindustrial con millones de trabajadores con todos sus derechos asegurados y el paro hubiera venido a dañarlo todo). No me interesa dar esa pelea ahora.


Lo que sí voy a argumentar es cómo el avance más grande del Paro Nacional fue la politización de la sociedad colombiana. No se puede desconocer los años de procesos organizativos de colectivos de campesinos, sindicatos, mujeres, estudiantes y demás sectores de la población. De hecho gracias a su organización es que existen fuerzas como el Comité Nacional de Paro y se han logrado valiosos triunfos democráticos en las calles. Sin embargo, este paro ha mostrado que gente “del común”, que en otro momento no le interesaba lo que pasara en la política, ahora por lo menos le pone atención. No tengo una estadística para sustentar esto que digo, pero lo he podido sentir, he visto gente interesada en las cosas que pasan en el Congreso, opinando en redes sociales, tomando una posición.


¿Por qué esto es importante? Es importante porque el desinterés de la gente es una herramienta electoral. Pensemos que en general, la gente habla muy mal de los políticos, de todos. Sin embargo, Colombia ha mantenido una línea de poder en la que no ha habido alternancia alguna. En general, los gobernantes y las mayorías del Congreso han pertenecido al mismo grupo de partidos tradicionales con políticos tradicionales. Eso quiere decir, que ellos han conseguido gobernar muy mal, pero seguir ganando las elecciones. Para los partidos en el poder es conveniente que se mantenga esa idea de que “todos los políticos son iguales”, que la gente no sepa o no conozca que hay fuerzas políticas alternativas, que han hecho política de otra manera y con otras ideas. Si las personas no tienen una expectativa positiva u optimista con relación a sus representantes van a perder el interés. Así, disminuirá la participación ciudadana y aumentarán las facilidades para la cooptación del Estado por parte de una élite corrupta.



 

Por: Juan Felipe Monroy. Magíster en ciencia política e integrante de Enlazadas: Red Nacional contra las violencias basadas en género.


*** Esta columna hace parte de la sección de Opinión y no representa necesariamente el sentir ni el pensar de El Uniandino.


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