Este fue mi primer semestre como monitora. Estaba muy emocionada de poder hacer parte de la experiencia de los primiparos y poder crear en la clase un espacio seguro para que sintieran que la universidad podía ser su segundo hogar. Todo iba bien, me la llevaba bien con todos hasta que llegó la pandemia. Algunos me escribieron preocupados porque no tenían certeza de qué sería de ellos ahora. Sentí que realmente yo podría ser un buen apoyo para ellos. Finalmente, llegó el momento de nuestra primera clase. Estaba preocupada ya que siempre habían sido personas muy tímidas en las presenciales, incluso si se me acercaban a hablar de muchos temas distintos. No sabía si la pandemia iba a implicar que nadie hablara en el aula virtual. Las clases las dábamos siempre las mismas tres personas: la profesora (que era realmente una psicóloga de Decanatura), otro monitor (también era su primera vez como monitor) y yo. Ninguno de los tres tenía una preparación formal en BlackBoard y, por tanto, estábamos también aprendiendo cómo sería la clase.
Empezamos, todo iba bien, nadie prendió la cámara pero todos estaban participando en el chat. Estábamos dando la temática con normalidad y la profesora presentó el video que tenía preparado. No sé por qué, pero haber mostrado el video hizo que se le apagara automáticamente la cámara y el micrófono a la profesora. Entonces, cuando se acabó el video, nadie podía ver ni oír nada. El otro monitor y yo nos empezamos a sentir incómodos, nadie estaba hablando por el chat y se sentía raro. ¿Qué se supone que debíamos hacer? ¿Esperar? ¿Y si seguimos la clase normal? En fin, nadie ni nada nos podría haber preparado para lo que pasó a continuación, salvo la misma experiencia. Rompiendo el silencio incómodo del momento, una de las estudiantes prendió su cámara y su micrófono y dijo “Hola”... ¿Creyeron que sería sólo eso?, pues no. Inmediatamente después dijo “¿quieren conocer a mi gallina peluda?” mientras se agachaba un momento. Acto seguido, puso UNA GALLINA EN LA CÁMARA. No, no figurativamente, literalmente había una gallina en la primera clase virtual.
El monitor y yo empezamos a escribirle como locos a la profesora para saber si todo estaba bien. Tras la sorpresa inicial nos dimos cuenta que todos los estudiantes empezaron a escribir felices en el chat, a conversar entre ellos, a prender sus micrófonos para salud a la gallina peluda. Lo que nosotros pensamos que podría ser un percance terminó siendo lo que rompió la tensión de la clase e hizo que esta dejara de ser una sesión ajena y pasara a ser un grupo ameno con el cual podrían desahogarse el resto de la cuarentena. Al final, lo único que necesitábamos en esa clase era reírnos un rato y recordar que seguíamos juntos a pesar de todo.
Al final de la clase, la misma niña prendió su cámara y dijo “también tengo un gato”, mostró a su gato, y terminó la clase.
ESTA HISTORIA FUE COMPARTIDA CON NOSOTROS POR SARA VARÓN
Adaptada por: Sara Varón
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