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  • El Uniandino

Pájaros de verano, una nueva visión del narcotráfico en el país



A mediados del 2018 se estrenó una de las películas colombianas más premiadas de aquel año, Pájaros de verano. La película, que fue presentada por primera vez en el marco del Festival de Cannes, fue galardonada como mejor película, y obtuvo premios a mejor actriz y mejor banda sonora original en los premios Fénix. Pájaros de verano cuenta la historia una familia wayúu, la cual tras involucrarse en el tráfico de marihuana vive las consecuencias de la violencia que caracteriza al mundo del narcotráfico en el cual se ha adentrado.


A lo largo de la obra Cristina Gallego y Ciro Guerra -El abrazo de la serpiente (2015)-, quienes codirigieron juntos el largometraje, buscan narrar la problemática del narcotráfico que se ha dado en el país a partir de un lugar de enunciación poco convencional: la comunidad wayúu. La representación que propone la película rompe con las convenciones clásicas del narcotráfico y con la estética que hasta el momento prevalecía en el entretenimiento nacional. La película crea una articulación entre el acercamiento etnográfico, con el cual abordan temáticas culturales indígenas, y la figuración del narcotráfico, logrando crear una visual que escapa a la “exotización” de la comunidad y a la sublimación de dicha actividad ilícita.


La estética del narcotráfico se transforma a partir de la pampa de la Guajira, que propone un espacio rural cuya coyuntura con el tráfico está impregnada por la crudeza y la violencia que desata las más crueles consecuencias. El espacio se convierte en un personaje más de la historia, cuya relevancia se basa en el condicionamiento que genera entre las relaciones humanas que se desenvuelven en su seno. El llano sufre, de la mano de los personajes, una transformación simbólica que da paso a un contrapunteo fomentado por la otredad entre los wayúu y las personas extracomunitarias que destaca constantemente Úrsula, la matriarca de la familia; esta metamorfosis alegórica hace que la pampa compuesta en un primer momento como un espacio de tradición y honor, mute y se convierta en un espacio de orfandad y desarraigo tras la irrupción del tráfico al interno de la familia.


La exposición planteada en el largometraje se destaca por su literalidad. La división por capítulos, en dicho sentido, tiene como principal objetivo crear pequeñas problemáticas que se entrelazan formando un hilo conductor que desemboca en el trágico final de la familia. La división en cantos que se da durante del largometraje no resulta para nada arbitraria, dicha segmentación corresponde a la intención de articular la narrativa presentada en la película, que busca destacar y dividir los distintos episodios que marcan la historia de la familia, con la tradición oral característica de la comunidad wayúu.


Guerra y Gallego, de esta manera, plantean una propuesta a los medios colombianos acerca del modo en el cual se está figurando la dolorosa historia que ha vivido el país. Proponen nuevos métodos de simbolización a la vez que dan voz a una perspectiva que por años ha quedado silenciada: la étnica. Los directores formulan una primicia que debe resonar: es necesario que se genere un cambio en la forma de representación del narcotráfico en Colombia, que sea más incluyente y sensible con las víctimas de dicha problemática.



 

Por: Melissa Betancour

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