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  • El Uniandino

LUTERA : Episodio 01


Hoy es ese día en el que comienza el esqueleto desde lo más imperfecto de mí, ese en el que mis vértebras ya no responden a un liberado carmesí. Si busco en mí un tanto de sinceridad, entre usted y yo, le confieso que nacer se sintió como si el viento se hiciera enredadera en mi columna vertebral, en donde corrientes de vapor susurraban ciertas promesas divinas y dejaban huellas malditas en cada estación de mi espalda. Todavía puedo oler el vientre de mi madre, cuna extenuantemente perfecta bañada en pétalos rojos y perlas. Una piel discordante que acariciaba una hija que no pertenecía, aquella que tenía un pie dentro del Olimpo y otro en la tierra imperfecta. Soy estrella de Venus que, sin un sentimiento destilado, enmarca la más temprana ausencia de lo irremediable, de un oro incompleto en las suelas de los dioses pero admirada en las palmas de un ser humano. Soy esto. Una galaxia naufragada por ser mitad humana y mitad diosa, destinada a un camino que nunca decidí tomar, moldeada por la voluntad de Zeus.


Desde mi concepción no fui más que una costilla demás antes los ojos de los dioses, un milagro para los humanos y un misterio para mi propia mente. El único plano certero era la placenta de mi madre, quien me protegió de la muerte por ser su obra de arte más extraña y mundana. La condición estaba muy clara: respirar e intentar conseguir las neuronas endiosadas para construir mi propio trono en el Olimpo desde experiencias terrenales. Irónico ¿verdad? Para ser considerada digna hija estelar debo completar mi mente desde lo humano. Vivir una experiencia diferente cada día, hacer que mis poros respiren sabiduría, coger de las riendas mi mente y controlar mis emociones, o más bien, controlar la humana parte de mí que me dio mi padre. Se trata de emerger desde el dominio del frenesí, de encontrar la sutileza entre mis dactilares, de suspirar perfección en una simple madrugada.


Desde pequeña fui criada entre puertas, guiada por la mano de Eros, Himeneo y a veces de Eufrosine; fui moldeada entre belleza para que a mis dieciocho se derritiera el lienzo en las raíces del plano terrenal. Aquello que pintaban las riendas de mi existir: el arte de la atracción y la fertilidad, los cantos de unión eterna entre el verso irremediable, un brazalete que ahogaba mi muñeca y las perlas de la belleza forzadas en mi columna. Todos los pedazos de mis mentores, las enseñanzas y fracciones que rogaban por completitud quedaron obsoletos al untarme de mundo. No quedaba nada, ni siquiera sus migajas restaban en mí. Ahora debo amar y entender lo más genuino de mis sábanas mentales, debo moldearme, transformarme una y otra vez para poder completar mi rompecabezas que subyace en las entrañas del Olimpo.


Hoy empiezo.

Me presento, soy Lutera.



 

Autora: María Alejandra Rayo

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