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  • El Uniandino

Los Rulos Vinyl Club: unión y sororidad como arma musical en medio de la pandemia

Actualizado: 11 oct 2020




Ir a bares, discotecas y centros culturales es un placer que ahora solo guardamos en los recuerdos y que extrañamos, no solo por lo bonito que era disfrutar de esos goces mundanos que ahora valoramos más, sino también porque esos espacios representaban un tejido cultural y social muy importante y necesario para el arte en Bogotá. Esos espacios, que mayoritariamente giraban en torno a la música, vivían, en gran parte, gracias a los DJ encargados de ambientar y dar la energía necesaria para hacer de las fiestas y encuentros momentos memorables. La tarea de ser selector no es fácil y, recurriendo a su memoria, es posible que noten que era comúnmente hecha por hombres y que detrás de consolas y parlantes aún hay roles sexistas muy marcados. Pero como en otros espacios, la insurrección femenina llegó, y en Bogotá tienen nombre propio: Los Rulos Vinyl Club, un grupo de 10 melómanas y coleccionistas –y más de 25 colaboradoras– que armaron una revolución mediante una labor que ni la pandemia ha logrado detener: dejar lo digital para volver a lo análogo con tornamesas y vinilos.


Fue Eugenie Yunis quien tuvo la idea de formar un grupo de mujeres vinileras inspirada en colectivos de otros países. Sin embargo, pasaron algunos años mientras la idea hibernaba y tomaba fuerza para que, posteriormente y con el impulso de Three Little Birds –una tienda de vinilos en Chapinero en donde es socia–, tomara la decisión de reclutar algunas clientes frecuentes y así, de forma espontánea y sin mucha organización, pusieran música en lo que fue el Rulos Volumen 1. Eugenie se convirtió entonces en la manager –sin el título oficial– del colectivo, y las demás en su impulso para subirse al escenario y ser la selectora.


Los beneficios de trabajar como colectivo organizado los vieron fortalecidos gracias a la creación de un espacio exclusivo de mujeres, pues las unió el hecho de rectificar que, contrario a las ideas que la cultura machista nos ha querido hacer creer, las mujeres sí podemos trabajar juntas. Valeria Benavides, quien junto a Juanita Ruiz –también miembro del colectivo– ya había comenzado mucho antes a indagar sobre el rol de las mujeres en la escena independiente de Bogotá y había generado un espacio para plantear diálogos al respecto, comenta que “no es fácil exponerse a un público, y dar el paso a hacerlo con un colectivo brinda el soporte y el empoderamiento de las amigas”.




No fue solo el amor a la música y la pasión por lo análogo lo que las hizo llegar al club, la amistad que crearon y el sentimiento de seguridad, sororidad y aprendizaje que entablaron en él las hizo quedarse. Así lo ve también Luisa Cobos, quien ya había tenido experiencias poniendo música en bares como Asilo Bar y en festivales como el Estéreo Picnic. Luisa admite que “sentía en los escenarios anteriores cierta hostilidad por parte de los hombres, que van metiendo la mano en lo que uno está haciendo… y no, si estoy aquí es por algo. Con Los Rulos jamás he sentido ese tipo de cosas. El trabajo siempre se ha dado de manera muy cercana y muy bonita. No nos quedamos únicamente con lo que cada una sabe, hay retroalimentación y aprendizaje. La gente nota que hay cosas en el fondo de todo eso”. Y es que detrás de eso, como lo menciona Luisa, hay mucha dedicación y esfuerzo.


Así, de la misma forma en la que los deportistas nacionales en competencias alrededor del mundo nos hacen vibrar con su coraje, constancia, disciplina y nos hacen querer aprenderles un poco como nación, las integrantes del colectivo también cuentan con dichas características que nos emocionan y son dignas de nuestra admiración. Si hubiera una selección nacional de selectoras, Los Rulos Vinyl Club serían nuestras campeonas internacionales porque, al igual que en los populares deportes que ya conocemos, su preparación es notoria: tienen sesiones de práctica con profesores, talleres, métodos de autogestión, experiencias que no siempre terminan en el triunfo y participación en el extranjero –porque a México, Brasil y hasta en Asia han llegado a poner sus vinilos–. A esa escuela han llegado selectoras como Viviana Rodríguez, una madre apasionada por el punk, la salsa y creyente de lo mucho que el club ha hecho en su alma y en su vida, o Carolina Ubaté, fan de la música setentera, que aún recuerda con emoción su experiencia en Japón: “cuando uno logra conocer mujeres en otras partes del mundo se nota mucho la hermandad. Tuve la oportunidad de hacer contacto y explorar otros públicos. Lo bacano de seguir apoyándonos entre vinileras es que eso hace que lleguemos más lejos, aún cuando hay barreras de idioma. Hay un sentimiento de solidaridad muy grande, la música no se trata solo de comprarla, sino de compartirla”.


Todas esas experiencias y aprendizajes se ven desafiados en un momento en el que la industria de la cultura y el entretenimiento parece ser una de las más afectadas por las razones que ya todos conocemos. En medio de una pandemia a la que no se le ve un fin muy cercano, lugares de encuentro como El Chaman o La Cangreja desaparecieron, y las reuniones masivas son imposibles. Así que la pregunta que surge es ¿cómo lidiar con eso cuando precisamente aquellos espacios eran vitales para el encuentro de cientos de personas que, como ellas, se reunían y encontraban su razón de ser entorno a la música? Las vinileras del Rulos Vinyl Club son realistas, optimistas y, sobre todo, resilientes. Han cambiado su forma de compartir lo que hacen y las redes que habían tejido en una comunidad que ya es mundial les han abierto puertas a proyectos que ni ellas se imaginaban. Hicieron parte, por ejemplo, de una convocatoria de Future Female Sounds –una organización sin ánimo de lucro basada en Dinamarca, que tiene como objetivo fomentar espacios educativos y difusivos para mujeres DJ a nivel global– y, a través de una transmisión por Mixcloud, hicieron gala de la variedad de géneros que las representan, los cuales a su vez son imagen de lo que se hace y se escucha en el país: salsa, champeta, soul, punk, indie, beats andinos, cumbia, house, reggae, de todo eso se armaron y el resultado no pudo ser más gratificante.


Pero ahí no para la cosa. Si lo de ustedes es la nostalgia musical y han sentido que su amor por géneros internacionales no hubiera podido ser sin antes haber pasado por los ritmos latinos heredados en estas tierras, Los Rulos se aliaron con el sello discográfico In-Correcto para celebrar lo que ellos bautizaron El mes de la cumbia in-gobernable. Así, publicaron una serie de mixtapes que describen el folclor nacional con mezclas de rock y psicodelia, para la cual cada una de las integrantes del colectivo tuvo que realizar una investigación histórica para hacer selecciones acordes al tema, posteriormente cada mixtape fue ilustrado a la perfección por Isla del Sol –Alejandra Rojas–. El trabajo fue en su totalidad publicado junto a la revista Sounds and Colours. Además de todo esto, el colectivo se ha mantenido activo a través de emisoras independientes como Radio Mixticius y Radio Gladys Palmera, una prueba no solo de que la organización al interior de un colectivo cultural puede funcionar sin importar las circunstancias apocalípticas o los días raros y grises de los años bisiestos, sino también de que la música se puede encontrar más allá de los lugares convencionales y las plataformas de streaming tradicionales.



El gusto musical de estas vinileras nació como el de muchas otras personas: escuchando la música de la casa, explorando los CD que se podían escuchar gratis en tiendas musicales, por allá en los noventas, con clásicos como Bocanada de Cerati y estrellas infantiles que vale pena tomarse más en serio, como Jordy Lemoine y la mismísima Xuxa. Se han dejado guiar por ese gusto y por una intuición musical femenina; y, en estas épocas en las que hay que aferrarse a la música como nunca, nos recomiendan al grupo mexicano de música electrónica y afro-latina Sotomayor, la banda de rock e indie-pop británico Stereolab, Miss Colombia, de la colombo canadiense Lido Pidimienta, y, retomando los 70’s, The Sounds of San Francisco Christian Center, un álbum que recoge los sonidos de los hippies que por esas épocas fueron recibidos por la iglesia para que hicieran la música que quisieran.


La exploración de Los Rulos Vinyl Club está en constante movimiento. Nos dejan ver que este es un momento histórico en el que las mujeres no tenemos la tarea exclusiva de cuidar del hogar ni de acompañar los logros de los hombres, sino que podemos hablar en voz alta y sin temor de lo que nos gusta. Nos queda claro que este es el momento de tomar el timón de algo que por su naturaleza creadora tiene también rasgos femenino: la música; y en un futuro, por ahora incierto, en el que podamos verlas con sus tornamesas en vivo, la experiencia va ser probablemente mejor de lo que hubiera podido ser antes porque, como nos dijo Valeria, –AKA señorita Lilith–: “todo es muerte y vida. Todo se transforma, es el ciclo de las cosas.


 

Por: Lina Rodríguez



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