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  • El Uniandino

La maternidad enmascarada en el cine de terror

En la actualidad, gran parte del cine de terror se sitúa en espacios cotidianos y en entornos comunes –como el hogar– para generar un punto de encuentro con el espectador y conseguir, de mejor manera, el propósito de ser causante del miedo. Teniendo en cuenta esto, es posible encontrar ciertos arquetipos que reúnen la mayoría de las películas de este género, desde categorías generales –como las relacionadas a un carácter demoníaco–, hasta las de asesinos. A partir de esto, existen múltiples formatos a través de los cuales se desarrolla la trama de una película de este tipo, ya sea por medios tecnológicos –aplicaciones o videos malditos–, lugares embrujados u otro tipo de escenarios. Sin embargo, hay una constante superior a estas clasificaciones: el uso de la madre como personaje. Más aún, se podría crear una categoría independiente a partir de dicha figura y, en el marco del género, cabría analizarla desde muchas perspectivas; no obstante, en esta ocasión se va a evaluar el espectro de la maternidad enmascarada desde algunos de los filmes más populares del terror.



En primer lugar, Mama (2013), dirigida por Andrés Muschietti y protagonizada por Jessica Chastain, elabora de manera completa el objetivo de añadir a esta figura dentro del espectro del terror. El filme, como bien indica su nombre, muestra el conflicto de la maternidad desde la postura de dos diferentes madres de las cuales ninguna es la biológica de las niñas en la película. En otras palabras, el enmascaramiento de la maternidad se presenta tanto en Anabel (Jessica Chastain), novia del tío de ambas , como en el espíritu que las ha protegido después del asesinato de su mamá.


El personaje de Anabel cobra más valor a través del desarrollo de la trama, ya que inicia como una mujer que no quería tener hijos y que adquiere el compromiso como muestra de amor a su pareja. En este caso, se evidencia el enmascaramiento de una mujer ajena a la maternidad que adopta las características propias de una madre para salvar a la mayor de las niñas. El encubrimiento se evidencia desde el revestimiento y en cómo el personaje logra ocupar el lugar de la madre para ayudar a la mayor. Este final trae, además, una interpretación de la manera en la cual se conforma el lazo entre madre e hija. La niña más pequeña presenta un apego más ciego a la figura que la ha acompañado por más tiempo, mientras que la niña mayor reconoce en Anabel la idea de estabilidad y de beneficio que conlleva considerarla como su madre.


Pero esto no termina en películas de terror comerciales; el cine animado actualmente se ha convertido en un gran exponente de géneros que no siempre corresponden al mundo infantil; y uno de los más grandes exponentes de ello lo trae Henry Selick. En su filme Coraline (2009) presenta no solamente el enmascaramiento de la maternidad, sino la duplicación de esta, jugando con la expectativa infantil de una madre que permite a sus hijos todo tipo de caprichos.


Esta película muestra todo el espacio del hogar duplicado con la intención de exponer la mirada que la madre “falsa” quiere que Coraline tenga de la verdad. Es decir, la censura para mostrar solo lo que puede resultar más llamativo desde la óptica infantil que le concede a Coraline. En este aspecto, la máscara se vuelve tangible con el símbolo de los botones en los ojos, haciendo nuevamente una referencia a la censura y al papel de esconder la realidad cubriendo los ojos y cegando la oportunidad para que la niña pueda elaborar criterio. La madre enmascarada se vuelve, en este caso, el ejemplo del sentido siniestro de sustituir a la verdadera figura materna. Además, hasta cierto punto es la misma Coraline la que transfigura a su madre en los aspectos que quiere cambiar de ella.


Finalmente, la maternidad se presenta también desde una perspectiva religiosa en el filme The Unholy (2021), dirigido por Evan Spiliotopolus. En esta ocasión, el arquetipo del enmascaramiento es aún más general, ya que juega con la divinidad religiosa de la Virgen María. En este largometraje, la máscara es incluso un elemento literal que cubre el rostro de la bruja y, a pesar de nunca descubrirse, es aquello que no se ve lo que, precisamente, genera tensión y posteriormente terror.


El encubrimiento de la madre se vuelve una idea siniestra en la que una joven cree haber sido convocada por la Virgen María para conceder milagros sin saber que, en realidad, habla con una mujer acusada de brujería que murió hace años. La trama muestra una característica clave en el juego del disfraz de la madre: debe desempeñar un rol confiable para que la víctima crea que es auténtico. En otras palabras, Alice –quien cree hablar con la Virgen– representa a la inocencia y la fe requerida para que la bruja y la máscara se fundan. De este modo la bruja se convierte en el papel que pretende desempeñar como sustituta. Ahora bien, en este filme la madre enmascarada no busca diferenciarse de la real; por lo tanto, constantemente busca, a través del engaño, convencer. Es curioso, además, cómo sus métodos no implican la demostración visual como prueba, sino que su voz es su herramienta principal: se pretende que la joven crea y obedezca lo que este ser le dice, pensando que es la Virgen quien la requiere como medio para la salvación de los otros. Incluso, este rasgo demuestra cómo la elegida pretende encarnar a una nueva madre que cura y cuida a los demás por mandato de la Virgen. Es decir, desde una perspectiva religiosa, quien recibe el mandato divino se enmascara también en cierto nivel para que los demás la vean como una encarnación.


Así, las tres películas elaboran distintos conceptos alrededor de la maternidad enmascarada: la salvadora, la madre duplicada y la madre disfrazada. Se muestra tanto el sentido maligno que traen las películas de terror, como la figura de heroínas que puede elaborar la madre que sustituye a la real. Aún así, todas estas figuras confluyen en la maternidad como aspecto de mujer. Argumentan que, ya sea bajo un enmascaramiento positivo o no, la mujer es quien posee esa capacidad para adaptarse a dicho rol, ya sea la real o no. El crear este arquetipo en torno a la figura femenina determina también un patrón fuerte en el cine de terror, en el que la mujer suele ser quien padece los infortunios del filme o bien quien los propicia. Así, no es tan común encontrar a mujeres heroínas dentro del género, a no ser que ellas mismas hayan sido las culpables de las desventuras. Además, esta elección denota un carácter sensible en el espectador, para el cual, generalmente, la madre es en quién más se confía y el pensar en perderla o en que otra pueda engañarnos suplantándola es lo que en verdad nos causa terror.



 

Por: María José Huérfano Cuervo

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