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El Uniandino

Historia y música: Latinoamérica en seis canciones

La América Latina, el continente de todos y de nadie, tan larga y compleja es su historia, pero tan poco es lo que sabemos de ella que aún hoy, tras centenares de años constituidos como naciones, nos cuesta entendernos en este territorio; y así, susceptibles y frágiles como lo es cualquier cosa que se compone de muchas partes rotas, tratamos de sobrevivir y no de vivir en el que es, además, uno de los lugares más ricos el planeta tanto en recursos naturales como en diversidad cultural. De este lado del mundo tenemos en común que siempre ha habido una mano –extranjera o nacional– diciéndonos cómo debemos ser y cómo vamos a arreglar los problemas intrínsecos a la existencia humana, frecuentes aquí y en la Conchinchina (actual sur de Vietnam). Eso sí, hay una amiga que ha estado ahí para darnos jaloncitos de orejas y dejar testimonio de lo que ya fue y no debería volver a ser: la música; cosa que no resulta extraña pues para que una nación sea considerada como tal debe construir expresiones culturales que reflejen cómo su gente concibe el territorio en el que se encuentra, eso a pesar de algunos dirigentes. Es en honor a esta amiga y al 2020 –que para fortuna de todos ya casi acaba y tanto nos hizo reflexionar– que quisimos hacer este “recorderis” de canciones que nos han acompañado durante la vida y que vale la pena comprender para, a su vez, entender el lugar que nos vio nacer y/o crecer.


Algo que vale la pena tener en cuenta es que, aunque las expresiones culturales de Latinoamérica son el resultado de siglos de mestizaje, las canciones que se mencionarán aquí y que son, tal vez, las que más identificamos en esta generación. Surgieron y se vieron particularmente marcadas por los eventos que sucedieron como consecuencia de la Guerra Fría y de los diferentes conflictos que han estado presentes desde los años 60. Lo que no ha cambiado a lo largo de los siglos es el anhelo de unidad latina, de la ya que hablaba Francisco de Miranda, quien, por allá en el siglo XVIII y de forma adelantada a su época, entendió que la identidad latinoamericana debía darse desde una filosofía que entendiera las cosmovisiones de su pueblo, no de forma estática, sino cambiante y cíclica como la misma vida. En esa búsqueda por el entendimiento, la rebeldía se ha presentado en forma de rock, bossa nova, samba, salsa y hasta pop; y aunque con eso no se haya cambiado al mundo, sí se ha creado conciencia en muchos sectores y se han despertado intereses que han avivado grandes cambios.



Los Dinosaurios - Charly García


Un ejemplo claro y extremadamente relevante de lo mencionado es el de Argentina. En 1983, Charly García lanzó su segundo álbum como solista: Clics Modernos, del que se desprende “Los Dinosaurios”, una alusión directa a los militares que desaparecieron a miles de personas –incluyendo bebés robados del vientre de sus madres– y que pone claro lo que en ese momento pasaba, en la cotidianidad cualquiera podía ser víctima de la represión que había estado ejerciendo el Estado. Durante el lanzamiento de ese álbum, Argentina seguía bajo la dictadura instaurada por Videla –que había empezado en 1973 y que se acercaba a su final tras una década de múltiples asesinatos, torturas y más de 6000 desaparecidos–. A pesar de pertenecer a una familia acomodada, Charly García había sido obligado a prestar servicio militar y venía manifestándose contra los abusos de su país, que ya había pasado por otras dictaduras, desde la formación de Sui Generis en los 60, cuando salieron canciones como “Botas locas” o “Juan Represión”.


Álbumes como el de Charly García pasaron a la historia no solo por su mensaje, sino porque el rock era uno de los pocos géneros que había sobrevivido a la censura y a la persecución de la dictadura. El tango y las milongas, que se consideraban la música popular de los argentinos, habían perdido fuerza (por lo menos en las ciudades más grandes como Buenos Aires y Córdoba) porque el hostigamiento de la dictadura y de la creciente polarización en Argentina había hecho imposible financiar orquestas tan grandes. Además, con la llamada Invasión Británica llegando al Cono Sur de América –en parte por las enormes migraciones de europeos a esa parte del continente–, que había despertado en los jóvenes de las urbes el interés por los Beatles y otras bandas anglófonas de rock&roll, surgieron los primeros grupos experimentales de este género que desplazaron al tango, tal es el caso de artistas como Tanguito y su canción “La balsa”, que marcaron el inicio de lo que sería el rock en español. Pero tal como llegó la ola británica se fue, porque el conflicto de las islas Malvinas o Falkland Islands hizo que, para la época de Charly García, se vieran favorecidos los grupos de habla hispana con la prohibición de todo contenido en inglés en cadenas radiales y televisivas; por lo tanto y paradójicamente, se abrieron las puertas al rock nacional que traía un fuerte mensaje contestatario.


El rock de Argentina, aunque también fue víctima de censura, no había sufrido la persecución de sus exponentes, como sucedió por ejemplo con folcloristas como Mercedes Sosa. El rock fue el género encargado de esperar pacientemente por el regreso de los otros. Así, un evento que debemos recordar de esa relación música-historia es el Festival de Solidaridad Latinoamericana, llevado a cabo en Buenos Aires en 1982, que reunió a grandes estrellas del rock nacional, como el mismísimo Charly García, y que buscaba fondos para la recién iniciada y ya mencionada guerra de las Malvinas, una disputa de territorio que no era más que el resultado de la agonía de la dictadura y, desde el inicio, un conflicto perdido entre ‘soldados’ argentinos, que incluían a niños de 13 años, contra el sofisticado armamento de la corona británica. Los artistas, que no tenían interés en promover algo por lo que habían sido críticos, aceptaron asistir al evento y utilizaron ese escenario para enviar un mensaje pacifista que resultó alimentando más la indignación del pueblo argentino.


Crímenes perfectos - Andrés Calamaro


Aunque mucho menos involucrado en la causa anti dictadura y siguiendo la línea de artistas como Espineta, que no utilizaron la música como vehículo rebelde, Andrés Calamaro lanzaría en 1997 “Crímenes Perfectos”. Esta canción a primera escucha pasó como una canción de amor, pero con icónicos versos como “Soy de la quinta que vio el mundial 78, me tocó crecer viendo a mi alrededor paranoia y dolor” permite una reinterpretación de lo que podría no ser la tristeza por la partida de alguien, sino por la desaparición de ese mismo, haciendo referencia al polémico mundial de Argentina 78, que tuvo detractores alrededor del mundo por más de dos años pero que, finalmente, se dio bajo sospechas de sobornos. ¿El ganador? Argentina, con un triunfo increíblemente conveniente que también llenó de cuestionamientos a la selección peruana. A pesar de esta canción, y de su autoproclamada posición “peronista de izquierda”, Calamaro ha expresado su apoyo al partido de extrema derecha de España VOX y no ha dudado en mostrar su fanatismo por prácticas conservadoras como las corridas de toros. Si el lector lo desea puede seguir imaginando que “Crímenes Perfectos” es una canción de amor.


Apesar de voce - Chico Buarque


En un capítulo simultáneo e igualmente agobiante se daba en Brasil otra dictadura también orquestada por Estados Unidos a través de la Escuela de las Américas, que entrenó a soldados de todo el continente, y de la Operación Cóndor, que buscó perseguir y combatir toda fuerza subversiva o de izquierda que se gestara en el sur de América incluso bajo sospecha. Allí, en un país con una inmensa población negra, indígena y europea, y con el territorio más grande de América Latina, se dio una disputa de intereses aún más fuerte que derivó en crímenes que todavía no se terminan de documentar. En un momento tenso en el que Estados Unidos y la Unión Soviética se disputaban el control de mundo, y en el que los únicos posibles bandos eran el capitalismo o el comunismo, EE.UU. vio en Brasil una potente amenaza después de que el entonces presidente, Janio Quadros, condecorara al Che Guevara en 1961 en un evento que buscaba fortalecer los lazos entre Cuba y Brasil. Lo que siguió fue una dictadura de veintiún años encabezada, en un primer momento, por el militar Castelo Branco, que aplicó políticas extremas de blanqueamiento de la población.


Sin embargo, contrario al caso de Argentina, la dictadura de Brasil utilizó la samba y otros ritmos tradicionales para hacer una propaganda que se sintiera de brasileros para brasileros y fortalecer, así, su sentimiento nacionalista. No es extraño entonces que la música del momento tuviera fuertes influencias tradicionales y que incluso la canción protesta se mantuviera dentro de esos ritmos. Tampoco es de extrañar que bajo ese contexto las clases altas fueran quienes más tuvieran acceso a la educación y por lo tanto quienes hicieran las canciones que marcaron ese periodo en Brasil. Es allí donde aparece Chico Buarque, quien, al contar con un padre historiador y sociólogo, y habiendo crecido en un contexto intelectual, se interesó desde muy pequeño por la literatura y por la música. Buarque fue el responsable de poner a circular canciones que le hacían frente a la dictadura, como es el caso de “A pesar de Voce”, la cual logró mantenerse en las emisoras casi una semana gracias a una letra llena de metáforas que, a diferencia de como sucede en “Crímenes Perfectos”, no parecían hacer referencia en ningún momento a algún tema político. Su crítica y protesta se camufló en medio de una bossa nova alegre y tranquila; sin embargo, fue censurada en cuanto el régimen notó el verdadero significado de la canción. Esta no fue la primera ni la última vez que Chico Buarque les cantó y escribió a las represiones de su país; aún hoy mantiene una relación tensa y crítica con el actual presidente Jair Bolsonaro, que recientemente se negó a firmar el diploma del Premio Camoes (equivalente en la lengua portuguesa a un Cervantes) otorgado a Buarque por su obra literaria.



Latinoamérica es un pueblo al sur de Estados Unidos - Los prisioneros


“Qué tontería, dividir es debilitar, rojos o rayados, a la hora del final no hay diferencia.” Así le cantaban Los Prisioneros a esa Guerra Fría que también había hecho de las suyas en Chile, el país en el que la democracia precedió a la dictadura, en donde el socialismo sí tuvo cabida y por lo tanto representaba un peligro latente para el proyecto imperialista de Estados Unidos, que desde la creación de la doctrina Monroe había declarado su derecho natural de ‘defender’ a América de cualquier interés europeo.


Chile había visto caer a Allende para ver en el poder a Pinochet. Vio a uno de sus cantantes más queridos, Víctor Jara, morir torturado en medio de un estadio y, como es imposible que la música no sea transversal a los momentos históricos en los que nace, Los Prisioneros lanzaron en 1984 La voz de los 80. Este álbum, como su mismo nombre lo dice, sirvió para contarle a quien lo escuchara todo lo que pasaba en el mundo en esa época, sobre todo desde la posición de Latinoamérica, que cumplía la función de despensa, laboratorio y centro vacacional de quienes luchaban una guerra de intereses que no beneficiaban más a que a unos pocos. Los Prisioneros, como muchos otros jóvenes del Cono Sur, habían vivido de primera mano la llegada del rockabilly y el punk, géneros que, al ser por definición emblemas del malestar y la inconformidad social, se convirtieron también en el himno de las juventudes chilenas de la época. El alcance de este álbum se esparció por todo el continente, y más allá de ofrecer una de las canciones más pogueables de las chiquitecas, es hasta hoy uno de los más importante de la historia, revivido como himno, hace no mucho, en las protestas de Chile del último año. La lección que nos queda: “Latinoamérica es grande, debe aprender a decidir”.


El fin de la infancia - Café Tacvba


Re aparece en todas las listas de los álbumes más importante de la historia de Latinoamérica y no es para menos. Café Tacvba hace uso de la riqueza cultural de México para trasmitir, al tiempo, un grito de independencia y un llamado al sentimiento de identidad; eso, sin dejar de lado una crítica directa al México de los 90, que también sufría las consecuencia de dos décadas previas tan agitadas como las del resto de Latinoamérica, las cuales eran desconocidas por la poca documentación existente a causa de la complicidad de los medios de comunicación que obedecían a la hegemonía del único partido existente desde la revolución mexicana y hasta el año 2000: el Partido Revolucionario Institucional.


México también tuvo una dictadura, pero mucho más temprana que la del resto de los países del sur. En 1910 la revolución mexicana estalló para derribar la dictadura de Porfirio Diaz, quien se había mantenido por más de 20 años en el poder y le había valido al país un alto costo social. Uno de sus objetivos durante este tiempo fue la unificación de los derechos, los idiomas, la moneda y en general de la imagen de México en un afán por mostrar un país moderno, unido, sólido y equitativo. Eso, en un país multicultural, significó la instauración de nuevos conflictos: el surgimiento de grupos de posguerra y la consolidación de un solo partido político que, al concentrar todo el poder por ser la única opción, puede considerarse una dictadura perpetuada en el silencio. La respuesta hacia los grupos guerrilleros formados fue la represión, la persecución e incluso la llamada Guerra Sucia, simultánea a la Guerra Fría –qué coincidencia– y liderada por el FBI de Estados Unidos y otras organizaciones nacionales secretas, que hasta los 90 ejecutaron varias masacres contra grupos estudiantiles y campesinos, entre otros.


Es justo ahí, en los 90, que Café Tacvba lanza Re, un álbum cargado de crítica ante ese álgido ambiente social sumado al creciente racismo norteamericano hacia los mexicanos, que desde hace mucho habían estado migrando a “su territorio”. Re fue, sobre todo, una crítica a la constante intervención y manipulación de Estados Unidos. La canción “el fin de la infancia”, que tal vez hace referencia a esa dependencia hacia la madrastra gringa que hay que acabar, es uno de los ejemplos más importantes de ese mensaje. Al ritmo de música de banda típica de las ferias de los pueblos, invita a la desobediencia ante el dominio de EE.UU. y la reivindicación de un sometimiento de más de 500 años. No se puede esperar menos de una banda que nació en un barrio llamado Ciudad Satélite y que ha recorrido el continente entero sembrando la inquietud por otras liberaciones como la sexual, la ambiental y del goce en su estado más puro.


El Dorado - Aterciopelados


Ya no hará falta hablar de dictaduras porque en la burbuja llamada Colombia no hubo una, ¿o sí? Claro que sí, la de Rojas Pinilla, solo que no se dio bajo la estricta y limitada definición de dictadura, ni en el marco de la Guerra Fría. Eso no significa que Estados Unidos no haya intervenido en los eventos que han hecho de Colombia el país con el conflicto armado más largo del mundo; ya desde el asesinato de Gaitán son varias las teorías que apuntan a los norteamericanos como autores intelectuales de los hechos que produjeron El Bogotazo y el consecuente nacimiento de las guerrillas. Eso no cambió en los años que siguieron porque en este territorio vasto, rico y estratégicamente bien ubicado, son varias las manos que han querido llevarse los tesoros.


El hecho de que Colombia no pasara por una dictadura durante la Guerra Fría puede explicarse desde la sumisión que ya existía en ese momento y que no impedía el cumplimiento de la agenda económica y política de EE.UU. en las Américas. En ese momento, a diferencia de lo que pasaba en Chile, no había aquí ningún movimiento revolucionario de izquierda que tuviera posibilidades de llegar al poder por vía democrática y, además, el gobierno (como en México) utilizaba estrategias, tales como el empleo de grupos paramilitares, para reprimir cualquier intento de rebelión.


Bajo ese contexto y debido a las características del territorio que, por su geografía y flujo migratorio es de difícil acceso, el rock no llegó ni se consolidó en Colombia sino hasta los 90. El crecimiento del narcotráfico, el reclutamiento de jóvenes para las milicias y los grupos de sicariato, los secuestros y los atentados, que eran el pan de cada día, generaron inevitablemente expresiones musicales que respondieron a ese contexto, en el que también estaban floreciendo las tribus urbanas y la radio comercial. Haciendo juego con el realismo mágico que conocemos gracias a la literatura, bandas como Aterciopelados vieron la luz y se lanzaron a la industria musical con álbumes de rock mestizo como El Dorado.


Andrea Echeverry, vocalista del grupo, había tenido una formación artística privilegiada y bajo sonidos colombianos más tradicionales cuando se encontró con Héctor Buitrago, que recién salía de La Pestilencia. Coincidieron en el deseo de querer hacer música que no se pareciera a ninguna otra y que reflejara su preocupación por los asuntos de identidad nacional. Gestaron sus ideas en el seno de un bar propio en el centro de la ciudad con lo que fortalecieron aún más su particular uso de la jerga capitalina. El resultado fue una alusión a la leyenda muisca de El Dorado con el álbum de 1995, en el que revivieron la idea de que el tesoro siempre fuimos nosotros y que la creación de una propuesta propia de unidad sin manipulación de terceros es urgente.


Bonus track: Buscando Latinoamérica- Rubén Blades


Podríamos hacer una tesis completa sobre la salsa y otra sobre la canción independiente, por fortuna hay un artista que coincide en ambas y dedicó varias canciones a América Latina: Rubén Blades. Él vivió dos dictaduras en Panamá y siempre estuvo involucrado en la denuncia contra la represión sistemática en el continente. Algunos consideran que sus composiciones son verdaderos manifiestos de libertad e identidad, pero de eso, tal vez, hablemos en otra ocasión. Vale la pena escuchar la canción “Buscando Latinoamérica” del álbum homónimo de 1984, que es un sentido llamado a la torturada pero aún latente Latinoamérica.

Finalmente, partiendo del momento en el que nació la idea de Latinoamérica podría considerarse que este es un continente joven. Hablando metafóricamente se puede pensar que pasa por su adolescencia, un momento en que las ideas enseñadas en los años más jóvenes aún se asumen como verdades que generan conflicto en ocasiones y en el que la rebeldía está en su momento más álgido y necesario ya que, como sucede con cualquier persona, es ahí donde se forja la personalidad. En ese proceso la música es y seguirá siendo vital porque es un ritual de concientización, entendimiento y aceptación que se da desde manifestaciones tan instintivas como el canto y la danza. Si hay música, hay esperanza.


*Un agradecimiento muy especial a Javivi Ruiz, Diego Rodríguez y Paloma Bahamon de la Universidad Nacional por guiar y aclarar la información dada en este artículo.

 

Por: Lina Rodríguez



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