El cine y en general los medios audiovisuales siempre han tenido un impacto poderoso en el ser humano porque terminan siendo esa ventana para expresar con fidelidad la vida de las personas. Es por esto que, más que cualquier otro medio, tiene esa facilidad innata de trastocar los sentimientos, causando emociones y permitiendo experimentar otras vidas. Pero, ¿qué pasa cuando esas emociones no provienen de la obra en sí, sino de lo que hubo antes?, la nostalgia es una herramienta que no es para nada nueva, y se ha usado recurrentemente para vender. En los años 80 existió esa añoranza por los años 50, que representaban esa idílica etapa del sueño americano con cintas como Grease o American Graffiti, tratando temas un tanto más complejos que en su respectiva época hubieran sido blanco para la censura. Posteriormente, en los 2000 surgió esa nostalgia por los 80 y muchos directores se apropiaron de ese pedido para ambientar sus historias, añorando las cintas de su infancia, JJ. Abrams es un claro ejemplo de un fan de Spielberg recreando bajo su visión, en otro caso mainstream Tarantino y su cine es un popurrí de las películas con las que él creció y que admira, mezclando elementos del western con cine de explotación japonés, y variables igual de locas e interesantes. ¿Pero qué pasa con un tipo de nostalgia más directo (y descarado)? ¿Qué pasa cuando una obra homenajea a otra?
El aprovecharse de un éxito previo generalmente se hace con el fin de capitalizar. Aunque los remakes y re-adaptaciones no son algo nuevo, parece que esta nueva etapa del cine hollywoodense no solo aprovecha este recurso, sino que parece que se apoya totalmente en esto, casi de manera compulsiva se busca construir franquicias o universos que se auto contengan. Creando una decadencia excesiva en los distintos géneros que explotan, casi como la que sufrieron los Westerns en su momento. El gran problema de esta práctica no es recrear material previo –como ya lo veremos más adelante–, sino el material carente de calidad y alma que puede surgir de esto.
Tal vez el primer ejemplo que se puede venir a la mente es Disney, pues en su vasto monopolio ha hecho de la recreación de obras casi un mantra y su opción fácil para generar ganancias, muchas veces con resultados controversiales como con su trilogía de Star wars u otras exitosas como sus autoreferencias con Marvel. A quien se le hubiera ocurrido que Endgame, una cinta que se basa significativamente en revisitar momentos de películas anteriores con giros leves llegaría a ser la película más taquillera de la historia (sin contar la inflación). Hay que entender que este sentimiento no se atiene únicamente al cine, series de televisión han sido víctimas de esta práctica de explotación. El anime representa una constante de esto, el hecho de que sea una adaptación y no una reinterpretación desde un manga produce un sin sabor en el medio audiovisual, esto se torna paradójico cuando el público en general tiende a enojarse cuando se toman libertades creativas frente al material primario. ¿entonces qué es lo importante representar fielmente la obra o desprenderse de esa calaca? La verdad es que ninguna de las 2 se vuelve una verdadera alternativa, el ejercicio está en representar la esencia mas no los sucesos en sí.
It de Stephen King cuenta con 2 grandes adaptaciones, la primera fue una miniserie condensada en una extensa película en 1990 y la segunda una serie de 2 partes en el 2017 y 2019. La segunda adaptación fue dirigida por Andres Muschietti, con una exitoso capítulo 1 y un desastroso capítulo 2. La primera parte tiene una narrativa ágil y precisa que retoma mucho material de guión original de Cary Fukunaga quien entiende que no se debe traspasar el libro tal cual, a la pantalla grande, sino que como un alquimista se deben transmutar puntos clave para que se entrelacen con ese lenguaje particular mantenido la esencia. Es en esos vestigios de guíen en donde destaca como una gran propuesta de relanzamiento esta película, su miniserie carece de eso y se vuelve una imprenta exacta del libro por lo cual termina fracasando.
La sinceridad con la que se trabaja una cinta es en realidad lo que termina definiendo su calidad, existen remakes que llegan a superar a su versión original porque no buscan aferrarse al pasado, sino revisitar conceptos ya funcionales pero explotándolos con una visión contemporánea y más elaborada. Luca Guadagnino no buscó recrear la atmósfera idílica de cuando de hada oscura de Suspira (1977)para crear un escenario de terror mágico, más bien bajo su visión –suspiria (2018)–, genera un contexto contemplativamente desesperanzador en el que el miedo surge del impacto grotesco que tiene una apariencia bella pero lúgubre, la crueldad de la original se mantiene latente, pero ahora su fuerza está en crear una incertidumbre auditiva que desconcierta en todas las escalas.
La nostalgia en cierta medida puede llegar a ser un arma de doble filo, pues muchas veces el pensamiento del público está tan arraigado en el recuerdo que una nueva versión que deconstruya lo ya establecido es tomada sin más como un insulto. Ya se ha mencionado el ejemplo de Disney con la saga de Star Wars y su fracaso, pero, aunque parezca que la temible corporación con ansias de dinero arruinó la franquicia, fueron los mismos fanáticos quienes se encargaron de sepultarla. “El Despertar de La Fuerza” es casi un reboot de “Una Nueva Esperanza” con una trama por decir menos similar, está en crítica y en la taquilla fue un éxito rotundo, el gancho perfecto para renovar la historia, la principal crítica que se repetía una y otra vez era esa falta de originalidad a la hora de tomar riesgos frente a la saga. El estudio tratando de complacer a las audiencias buscó un tono más arriesgado y con más libertades creativas para su director, Ryan Jhonson estudió todas las teorías que los fans elaboraron en internet con el ánimo de crear sorpresa y virar por una vía inesperada.
Este punto fue lo que marcó el fracaso, al ser una cinta tan innovadora para un concepto tan gastado como lo era una lucha idílica en el espacio del bien contra el mal, se entendió como una bofetada en la cara. A pesar de la grandeza oculta, la cinta cinematográficamente podría ser la película más elaborada dentro de la saga, pero todo esto se ve opacado bajo un guion un tanto flojo que aun así trata de dar profundidad a la motivación y que lleva a los personajes a cuestionar sus acciones de una manera introspectiva. Pero tocar grises en una audiencia contradictoria que solo pide a gritos una pelea entre blanco y negro la hizo la cinta más odiada de Star Wars hasta el momento, llevando a un borrón y cuenta nueva para la última entrega de esta trilogía que se sintió forzada y vacía de corazón.
Inclusive como el lector se puede dar cuenta esta nota en si se apoya de populares para dar cuenta de su punto con la esperanza de ser más leída, así como el cine lo ha venido haciendo hasta ahora. Pues es así, no se puede clasificar a un material reinterpretado como bueno o malo, de manera a priori, porque únicamente se juzga basado en la obra general. Realmente la nostalgia no es el problema pues como ya hemos visto no solo ha habido reinterpretaciones exitosas que llegan al nivel de la original o en casos particulares las superan. El móvil bajo el cual se excusan para hacerlas tampoco es un punto que debería importar, pues de grandes propuestas comerciales se rescatan joyas preciosas que tienen un nivel narrativo superior. No existe una fórmula perfecta para adaptar cine, pero la nostalgia, aunque parezca una trampa puede ser un buen punto de partida.
Por: Santiago Patiño
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