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  • El Uniandino

Duplat: el sonido de la imperfección | Parte 1


La música ha sido una gran amiga para muchos a lo largo de esta confusa coyuntura. Para Daniel Duplat, estudiante de música y matemáticas de Los Andes y músico, cuyo último sencillo líder –“Espuma”, perteneciente al homónimo álbum– cuenta con más de 50.000 reproducciones en Spotify, jugó también un rol fundamental. Su carrera musical inició con la publicación de Sentido Común EP, en el 2018. Posteriormente, en abril del 2019, salió a la luz su segundo álbum, titulado Sobrevivir. El Uniandino tuvo la oportunidad de entrevistarlo para hablar acerca de su estética musical y audiovisual, su proceso creativo, y sus más recientes obras: Espuma y Espuma psicodélico.


¿Cómo empezó tu camino en la música?


En mi familia siempre estuvo presente. Ha habido muchos músicos, tanto profesionales como aficionados. Mi abuelo tenía un bar en la 80 y pico con 15 en Bogotá, ahí tocaba con regularidad música colombiana en el piano. Muchas figuras relevantes de la música tradicional colombiana se la pasaban allá. Mi papá también es pianista aficionado. Mi casa siempre estaba llena de música; se escuchaban desde bambucos y pasillos hasta a Chopin. Entré al Conservatorio Infantil de La Pedagógica a temprana edad, donde aprendí piano clásico. Después empecé a estudiar en el Conservatorio Juvenil de Los Andes. Me empecé a entusiasmar por la música no clásica relativamente tarde, hacia los catorce años. Conseguí un sintetizador análogo y me enamoré de la elaboración de otro tipo de música. Empecé haciéndola sin pensar mucho y de forma orgánica, después me involucré en el canto hasta que llegué a tener un producto relativamente pop y pensé “saquemos esto, a ver qué pasa”.


¿Cómo fue la ejecución y recepción de tu primer álbum, Sentido Común (2018)?


En esa época tenía un montón de música hecha. Siempre he tenido una característica, que no sé si es un problema o una virtud: soy muy duro con mi música y me cuesta estar satisfecho con lo que hago. Esas canciones para mí ya se encontraban en una especie de borde; no me parecían muy malas ni muy buenas, pero sabía que probablemente estaba juzgándolas muy duro. Entonces, sin pensar en nada y sin saber una pizca de cómo funciona la distribución musical –especialmente en Colombia– saqué el álbum, más para mí que otra cosa. Lo escucharon mis amigos, gente cercana y, a lo sumo, amigos de mis amigos. Por tanto, no fue una recepción masiva. Sentido Común no me lanzó a la fama ni al estrellato, pero me sirvió como confirmación de que tal vez yo sí podía hacer música. Es algo extraño componer porque uno está acostumbrado a que todo lo que consume es obra de alguien más, así que notar que tú también puedes crear es algo bello. Ese EP me dio la confianza necesaria para seguir componiendo, de ahí en adelante mi ritmo de composición aumentó muchísimo.


¿De qué manera te ha ayudado tu formación como pianista clásico a hacer tu propia música?


Ha sido vital. El piano es un instrumento que te da una visión muy general de la música. Los violinistas, por ejemplo, son unos duros, mas ellos ven la parte más melódica de la música porque eso es lo que les muestra prevalentemente su instrumento. El piano, en cambio, es casi un mapa. Yo nunca he estudiado composición, pero el piano te mentaliza de una forma en la cual resulta luego sencillo abordar otros campos musicales. Por eso mismo también estoy muy decidido a seguir mi carrera como pianista, porque todo lo que sé lo he aprendido con el piano, aunque no resulte evidente.


¿Cuáles son tus mayores referentes musicales?


Siendo honesto hay algo que noté que pasa una vez inicias a componer: al tener referentes demasiado frescos es muy difícil desligarte de ellos y evitar crear algo similar. Hace varios años decidí, debido a eso, dejar de escuchar tanta música, porque sentí que era algo más perjudicial que beneficioso. Siempre seguí, sin embargo, tocando piezas para piano clásico, y de ahí saco muchas nociones. Entre la música clásica y el pop pareciera haber una brecha muy grande y una especie de desconexión, pero yo tomo muchas ideas estructurales, temáticas y melódicas de ella. Particularmente me gustan mucho Chopin y Ravel. Recientemente he vuelto también a redescubrir la música argentina de los 80, he escuchado mucho a Charlie García y a Spinetta.


¿Cómo es tu proceso creativo?


Hay siempre un debate muy grande entre si crear es fruto de la inspiración o de la disciplina. Yo creo que no hay una regla y que varía. A mí se me dificulta componer de forma rutinaria, necesito encontrar algo que me mueva. Me gusta tomar y siento que, objetivamente, eso me da para escribir. Obviamente uno tomado tiene ideas muy malas en ejecución, pero que pueden tener una raíz valiosa. Muchas veces parto con eso. No me pongo borrachísimo, pero seguramente tomar una o dos cervezas me saca las penas que tengo guardadas; me da buenas ideas iniciales y con esa base es fácil seguir. Siempre que escribo es en la oscuridad, mas no me gusta anotar nada cuando compongo. Me parece que le roba la espontaneidad. Realizo todo mi trabajo sentado frente al piano o tocando algún otro instrumento. No ando con una libreta escribiendo letras; la música, para mí, va primero. Hay gente que primero es escritora y después musicaliza su texto, yo mas bien le pongo líricas a lo que compongo.


¿Cómo describirías tu música?


Yo creo que es imperfecta en todo sentido. Las cosas que me gustan en la vida y mis grandes penas tienen que ver con esa lucha por ser perfecto. El piano clásico está enmarcado en un mundo que busca acercarse a esa lógica de la perfección. Me gustan también mucho las matemáticas, otro campo en el cual la precisión es muy valiosa. Siento que darse cuenta de que uno es muy imperfecto es feo, así que trato de hablar de eso en múltiples planos. Ese tema conecta de forma natural con la genuinidad, porque hablar de los errores que uno comete es un acto que te hace vulnerable. Mis decisiones musicales se desprenden de esa idea, nunca he pretendido que mi música tenga esa perfección. Sin embargo, no se trata de buscar la imperfección de forma directa, de eso se huye de forma natural; tampoco se trata de aceptar esa característica, porque ese sería un acto demasiado saludable de conciliación con uno mismo. Más bien, es un lamento sobre algo que no tiene aparentemente un lado bueno. Las mezclas que hago son arbitrariamente un poco ruidosas, se oyen cosas como la silla de la batería acomodándose, las baquetas apoyándose, el ruido eléctrico de un procesador antes de que comience la canción. Yo no arreglo mi voz ni la precisión rítmica de las cosas, como hacen muchos; eso me parece que hace que mi música suene mejor y sea más humana.


¿Cómo surge tu estética musical y audiovisual?


Encontrar una estética no debería ser una lucha, es algo que se debería tener claro. Creo que la música y todas las artes son simplemente diferentes maneras de manifestar un concepto. Si tú lo tienes claro ya sabes qué es lo que tienes que hacer. La imperfección es algo que también permea mis videos; dejo ahí los errores que tengo, expuestos. Para los videos quise basarme un poco en modelos que tienen mala calidad de la imagen, así que me remití a estéticas visuales de hace 10 o 20 años. Quise también que fueran conceptuales, no quería que fueran cosas obvias ni que contaran historias. Quiero que mis videos, como mi música, no cuenten algo particular, sino que el oyente pueda ser capaz de tomarlos y hacerlos encajar de la manera que mejor considere en su vida. Hablar de algo en concreto le quita la magia y el derecho a quien escucha de interpretar con libertad lo que hago.





Un rasgo que resulta interesante en tu música es el balance que se encuentra entre tu voz y los demás elementos sonoros, no se da la prelación vocal que usualmente se presenta. ¿A qué se debe esa decisión?


No busco que mi voz sea lo principal en mi música. Yo no soy cantante, nunca he estudiado canto formalmente. No soy tampoco propiamente instrumentista, y aunque la gente diga que sí yo no lo creo. Así que pensé que mi voz no podía ni debía ser la protagonista única de mi música. No me gusta tampoco esa visión de la industria que divide una obra en el track y la voz, como si fueran dos cosas separadas. Es como si se separara a un violín del resto de la orquesta, cuando se cuenta con otras 70 personas increíblemente virtuosas en su instrumento. Si no colocas todo en el mismo plano de importancia estás desperdiciando mucha música. Quiero que mi voz no sea protagonista. Creo que todo lo demás es, de hecho, lo relevante; cuando alguien se refiere de forma positiva a mi música es eso lo que destaca: lo musical y el color de los instrumentos.


¿Hay algún objetivo en particular que busques con tu música?


Sí, para mí la música es, primero que todo, un acto comunicativo. Siento que, aunque pueda ser una idea muy romántica, el sufrimiento no puede ser en vano y la única manera que conozco yo de sacarle algo bueno a las cosas malas que me pasan –que no son tan malas, solo que uno es un exagerado y vuelve todo un desastre– es darle sentido y valor a partir de música con la cual pueda empatizar con mis oyentes. Somos todos hermanos de sufrimiento.


¿Cómo surgió el álbum Espuma (2020)?


No soy de la gente que dice “hoy empiezo el siguiente disco”. Hay algunos que pueden hacer eso, pero yo no. Recopilé mucha de la música que hice en el 2019, que fue un año muy agitado. Recuerdo mucho ese complicado y caótico noviembre en Bogotá, el cual transgredió varias esferas de mi vida. Finalmente, llegó un punto en el que sabía que tenía demasiada música. Así, empecé a buscar qué era común a todas aquellas canciones y me di cuenta de que el denominador común era la forma en la cual las hice: tomando cerveza. Iba en esa época a varios bares a hablar con mis amigos y noté que siempre, después de hablar y sentirse mal por diversas cosas, uno veía la cerveza en el fondo de la botella y resaltaba la espuma. No pretendo que sea un disco que diga “soy un alcohólico en formación”, pero esa es una experiencia común en la juventud y particularmente en la vida universitaria. Todos hemos estado en un chucito tomando y hablando con amigos de cosas que, en retrospectiva, son bobadas, pero en ese momento uno las siente de vida o muerte. Todas las canciones del álbum remiten a cosas que cualquiera diría tomando pola, de ahí el nombre.


¿Qué tal fue la experiencia de escribirlo en comparación, por ejemplo, con Sobrevivir (2019)?


Yo me preocupo mucho por las letras ya que me parece la parte más difícil, quizá porque mi entrenamiento no está centrado en la escritura. Las letras no me parece que sean necesariamente literatura, pero sí tienen un arte muy particular y delicado. Traté de que este álbum fuera cuidadoso en sus palabras. No quería que el lenguaje las hiciera parecer engreídas porque odio al tipo de música que busca ser pseudopoesía. Yo no soy ningún poeta. Pero tampoco me gusta la música que usa lenguaje excesivamente cotidiano porque creo que le quita elegancia. Quise encontrar un punto medio. Mis canciones son dedicadas a personas, a amigos y a gente que me importa, pero no creo que resulte evidente. Para mi sorpresa la gente me ha dicho que le gustan mis letras; quizá se deba a que trato de que sean naturales. Fue más difícil escribir Espuma respecto a Sobrevivir porque no quería que sonara tan quejumbroso. Para mí Sobrevivir es un disco que se queja y llora; quería que esto fuera algo diferente. Me parece lindo revisar la música que he hecho y poderla ver en retrospectiva porque es como tener un álbum de fotos. Revisar tus discos te remite al pasado y te hace ver cómo has cambiado. Adoro a la música, forma parte de mis días y mis noches; entonces es muy fácil para mí medir el tiempo y mi vida a partir de ella. Escucho Sobrevivir, Espuma y luego mi nueva música y puedo percibir mi propio crecimiento. Veo la evolución de una estética que se va afinando.


Resulta llamativa la primera pieza de Espuma, llamada “Preludio”. ¿Hay algún tipo de línea narrativa que quisiste seguir?


Traté de organizarlas de la forma en la cual creí que podrían generar una mejor experiencia auditiva. No pensé en hacer una gran narrativa, pero siento que la intención temática viaja de alguna forma a lo largo del álbum. El disco empieza con una cierta solemnidad y se torna optimista hacia el final, pasando por una tristeza que termina con la conciliación. Traté de hacer ese dibujo especialmente de manera auditiva debido a que si funciona la música todo lo demás obedece automáticamente. “Preludio” está basada en el canto gregoriano, tiene una melodía modal y por tanto no remite directamente al pop. La canción habla sobre la muerte porque quería que conectara de forma directa con Sobrevivir para generar una transición. Pero hay que ser realistas respecto a la forma en la cual la gente consume la música; si hacía una gran historia seguramente la iban a escuchar tres personas porque es raro que alguien escuche un disco de chorro. Así que quise que todas las canciones fueran también autosuficientes.



¿Tienes alguna preferida?


Me gusta muchísimo “Cansado”. Fue mi primera canción optimista y positiva. Me demostró que sí podía hablar de esas temáticas. Pero musicalmente “Olvídate de mí” es mi favorita por su estructura.


Hace poco salieron varios remixes de canciones que has hecho, que conforman el EP Espuma Psicodélico (2020). ¿Cómo surgieron estas colaboraciones?


Los remixes nacen con un propósito estético. Surgen de una necesidad una vez que yo reconocí tener un problema con la velocidad de mi música. Es todo muy lento porque me siento pésimo todo el tiempo. Sé que hay formas de hacer música cabizbaja que no sea tan pausada y quería que los remixes fueran una primera forma de diversificar mi catálogo musical y tener música más movida. Fue un experimento interesante. Para mí es difícil colaborar ya que suelo hacer todo muy solo, entonces esta fue una forma de comenzar a trabajar con más compañía.


¿Cómo fue ver tus canciones bajo la óptica de alguien más?


Algo que me hizo pensar acerca de eso fue que hubo remixes que me gustaron mucho. Creo que una persona tiene el derecho a deformar como quiera la música, pero lo que sí tiene que estar presente siempre es la intención original de la canción. Los remixes son música electrónica, que es algo que me gusta mucho, aunque no lo produzco ni creo que lo haga al menos en mucho tiempo. El que más me gusta es el de El Paco de “Olvídate de mí”, este remix para mí creció y dio potencial esa intención. Te remite a la experiencia onírica que tenía originalmente. Realizar una reinterpretación de algo se trata a la final de decidir qué haces con el objetivo original, todo lo demás puede ser cambiado. Fue bonito presenciar ese proceso frente a canciones mías.


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Por: Melissa Betancour

Fotografía: Santiago Colmenares




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