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  • El Uniandino

Desentrañando la filosofía Jedi



Dentro del mundo cinematográfico pocas franquicias han logrado un nivel de éxito comparable al de Star Wars, lo que inició como un proyecto de una sola película, originalmente concebida como “Adventures of Luke Starkiller, as taken from the Journal of the Whills, Saga I: The Star Wars”, terminó convirtiéndose en un universo entero que, a lo largo del tiempo, ha logrado llevar su éxito a películas, series, novelas, historietas, juegos de rol y videojuegos. La historia de la batalla eterna entre los Jedi, guardianas de la paz y la justicia en la galaxia; y los Sith, caballeros oscuros que deforman el principio de La Fuerza, ha trascendido más allá de su tiempo, dejando huella ya no en una generación, sino en la historia misma de la humanidad.


Posiblemente inocente de los alcances de su idea, al igual que los grandes genios de la historia, George Lucas puso en marcha los mecanismos de un fenómeno que marcaría la vida millones de personas a lo largo y ancho del mundo durante los últimos 40 años, indiferente de su país, estrato social, religión o edad. La idea de Lucas de hacer una especie de remake de la película japonesa Kakushi toride no san akunin (1958) terminó convirtiéndose en tres trilogías cinematográficas, con un universo tan amplio y detallado que ha dado pie a una constante expansión en diferentes formatos, hasta el punto tal que hoy sería posible escribir un libro sobre la historia de la República.


La razón particular del éxito de la franquicia, sin embargo, es difícil de identificar. Los sorprendentes efectos especiales de cada entrega, la profunda discusión sobre los sistemas de gobierno bajo los cuales debería dirigirse una sociedad del tamaño del universo mismo, la impecable actuación, el renombre del elenco, la discusión filosófica sobre los principios del bien y el mal, la variedad de los personajes o quizá la creación de principios espirituales que dieron pie a la aparición de religiones como el Jediismo. Todas estas se perfilan como razones igualmente validas para el éxito de Star Wars. Quizá, al igual que los grandes logros de la humanidad, el resultado no es producto de algo particular, sino la suma de pequeños logros.


Dentro de ese gran grupo de pequeños logros, la creación de la figura de los Jedi es uno de los puntos más simbólicos de la franquicia. Esta figura icónica, que se mueve entre el paladín medieval y el monje Shaolin, está envuelta en el aire romántico de un monje guerrero cuyo poder reside más allá de sus condiciones físicas, formándose y fundamentándose en sus capacidades espirituales. La fuerza del guerrero Jedi no reside en su destreza en el manejo del sable de luz, sino que tiene como punto de origen su conexión con La Fuerza. Cuando el maestro Jedi es consciente del fluir de La Fuerza en su interior, es cuando su verdadero potencial se ve revelado.


Existen decenas de ejemplos a lo largo de la historia sobre ordenes o castas que han tenido como base este tipo de principios. Podemos encontrar a templarios, monjes shaolin, samuráis, guerreros mayas, sioux, sacerdotes egipcios, magos caldeos, druidas y chamanes. Todos estos grupos se fundamentan en una serie de principios conjuntos, comúnmente resumidos en un código de conducta que se centra en tres fundamentos principales. Primero, la búsqueda de la superación personal, el descubrimiento interior, el autodominio de las emociones y la conquista de uno mismo son la puerta principal a la fuerza y las virtudes de combate. Este proceso de autodominio siempre va acompañado de un maestro y tiene como requisito unas pruebas que se deben superar. Segundo, poner a disposición su capacidad para alcanzar un ideal, generalmente con propósitos altruistas y de servicio. Finalmente, seguir un código de honor que les permita mantenerse en el camino de la virtud y no desviarse del ideal, sirviéndoles como apoyo y sustento moral.


El aprendizaje dialéctico de las enseñanzas Jedi -basadas en religiones como el budismo, el taoísmo, el sintoísmo y algunas creencias de origen céltico-, en contraposición con la filosofía Sith, se presenta como una propuesta atractiva y que, sin lugar a duda, merece un análisis detallado. Quizá el punto de inicio más lógico sea la relación que cada orden tiene con La Fuerza y el uso que le dan a esta, pues como le dijo el canciller Palpatine a Anakin “The Sith and the Jedi are similar in almost every way. Including their quest for greater power” -Los Sith y los Jedi son similares en casi todos los sentidos. Incluyendo su búsqueda por un poder mayor-. Si bien esta afirmación es correcta en el sentido estricto de la misma, un análisis de la naturaleza de ese poder permite trazar una diferencia fundamental entre ambas ordenes. Los Jedi no buscan el poder como un fin, sino que el poder se presenta como un medio para alcanzar el control y el entendimiento de la fuerza. En contraposición, y confundiendo el fin con los medios, los Sith utilizan el control y el entendimiento de la fuerza para alcanzar el poder.


Esta confusión entre medio y fin es lo que da validez a las palabras de Palpatine y es lo que hace que ambas filosofías sean tan parecidas en cuerpo, pero tan fundamentalmente diferentes en esencia. Un reflejo claro se encuentra en los códigos que siguen cada una de las ordenes.


Desde el punto de vista Jedi, al igual que en el budismo, el principio de la paz radica en la aceptación de las emociones. Las emociones son una parte natural de la experiencia humana, existen con nosotros y nos acompañan durante todo nuestro camino de vida, no podemos controlar su aparición o desaparición, porque hacerlo sería al mismo tiempo negar nuestra propia condición; sin embargo, lo que podemos controlar es nuestra respuesta ante estas emociones. Un Jedi no responde ante las emociones ni trata de negarlas, las acepta y las entiende. Un Jedi no es inmune a las emociones, las contempla desde afuera, no como un actor sino como un espectador, las mira y las aprecia como parte de la vida, pero jamás deja que lo consuman. Un Jedi debe explorar sus sentimientos, debe comprender aquello que siente y aceptar la compañía de sus emociones como parte de su experiencia de vida. A menos que un Jedi pueda confrontar sus sentimientos y pensamientos, nunca alcanzará la paz. Este proceso de aceptación sólo es posible mediante lo que en el budismo se conoce como ātman -que en sánscrito se traduciría como “sí mismo”-. El ātman es la esencia misma del Ser, es todo aquello que Es. Las emociones, como parte innegable del ser humano, no son superiores a él y por lo tanto no lo controlan; por el contrario, son parte del Ser y conviven en armonía con él.


La filosofía Sith se contrapone a esta forma de entender la vida. Para un Sith la paz es una mentira, es una creación mental que retiene el verdadero potencial. Un Sith es incapaz de entender la aceptación de las emociones, confunde el proceso de aceptación con la negación, pues está consumido por lo que en la doctrina budista se conoce como Ahamkara -que en sánscrito se traduciría como ego- y este es incapaz de mirar desde fuera de sí mismo, es presa de su propio yo y por lo tanto es esclavo de sus emociones. Dentro de la estructura espiritual de los Sith, este control sobre las emociones es el resultado de las limitaciones que ponen los Jedi sobre sí mismos. El libre despliegue de las emociones, lejos de cualquier tipo de control, es el libre despliegue del poder, lejos de cualquier tipo de restricción. La pasión consume el alma de los Sith y la fuerza de las emociones dictamina el tamaño de su poder.


En este punto es claro que la diferencia fundamental entre las doctrinas tiene su origen en el acercamiento a las emociones que tiene cada una de ellas. Las doctrinas Jedi se acercan a la visión compartida por los grandes guías espirituales del mundo, Jesús, Buda, Krishna y cientos otros que han utilizado un acercamiento más estoico a las emociones. Doctrinas compartidas por filósofos de la escuela griega como Platón, quien dictaminaba que la sabiduría se encontraba en el alma de las personas que han aprendido a someter su carácter y sus apetitos gracias al ejercicio de la razón. Las doctrinas Sith, por el contrario, tienen un acercamiento opuesto y más cercano a la forma de pensamiento de Nietzsche quien, en contraposición a los pensadores clásicos griegos como Platón y Sócrates, considera que el surgimiento del Superhombre -Übermensch- es producto del rompimiento de estos códigos morales impuestos por falsos profetas responsables de la moral de rebaño de la sociedad, dejando atrás las limitaciones autoimpuestas al espíritu y resurgiendo como un ser libre.


Para los Jedi, la existencia en armonía con el mundo y con La Fuerza es el camino del conocimiento. Encontramos que cuando el ser humano empieza a funcionar por su instinto, a confiar en el ātman, el conocimiento se presenta ante él en todos los aspectos de la naturaleza. Los conocimientos de los archivos del Templo Jedi son una fuente importante de conocimientos, pero el mundo mismo es una fuente inagotable de información. El estar en armonía con el mundo y comprender que todo hace parte del Ser, que todo está permeado por La Fuerza, es lo que le da al maestro Jedi una mente abierta y la capacidad de aceptar cosas que otros considerarían como inconcebibles, pues sus mentes son de pensamiento rígido y controlado por la duda.


El pensamiento Sith obvia la importancia del conocimiento; guiado por sus emociones, esclavo de su ego, el caballero Sith desata sus pasiones con el fin de obtener fuerza, el único camino que conocen hacia su fin último, el poder. El caballero Sith no controla su poder, es esclavo del mismo, no se siente uno con el mundo, no se siente un nodo en la red de Indra, se encuentra por encima de todos, maestro de todos, su poder suple la importancia del conocimiento. Aquel que todo lo controla, nada necesita conocer. Su pensamiento nublado lo lleva a la creencia de que controlarlo todo es lo mismo que conocerlo todo, pero esta idea es disruptiva con el principio fundamental del conocimiento real, en donde ser es conocer. Aquellos que están en armonía y se mueven al unísono con la vibración cósmica de la red de Indra, aquellos que vibran en la misma frecuencia que La Fuerza, son aquellos que tienen acceso al conocimiento entero del mundo, pues lejos de querer controlar, quieren Ser, quieren entender desde la perspectiva del otro y así acceder al conocimiento real.


Finalmente, la aplicación de estos conocimientos previos tiene su función máxima en el evento de mayor significancia de los seres humanos, la muerte. Para los Jedi la muerte no existe, pues la idea de desaparecer no es compatible con su entendimiento de La Fuerza. Cuando morimos nuestra conciencia se convierte en parte de la energía cósmica que todo lo traspasa y todo lo Es, nuestra esencia misma se transforma en La Fuerza, pues es este el motor de todo cuanto existe. El Jedi no teme a la muerte, pues el temor no hace parte de él, tal cual como le explica Yoda a Anakin en su primer encuentro “Fear is the path to the dark side. Fear leads to anger. Anger leads to hate. Hate leads to suffering.” -El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira. La ira lleva al odio. El odio lleva al sufrimiento-. El miedo a la pérdida de Padmé fue el detonante final que llevó a Anakin al lado oscuro, su incapacidad para entender la muerte como una parte natural de la vida lo llevó a recorrer los caminos oscuros que desembocaron en el sufrimiento. Los Sith se rehúsan a aceptar, a vivir en armonía con la forma en la que el mundo es, a abandonar el deseo de que las cosas sean como ellos lo añoran y por esta razón, según las enseñanzas Jedi, análogas a las enseñanzas de Buda, son incapaces de librarse del sufrimiento. El miedo y el deseo son hermanos, deseamos las cosas porque tememos que no sean como esperamos. El camino al lado oscuro, señalado por el deseo está.


Esta pequeña dilucidación sobre los fundamentos espirituales que guían el camino de los Jedi y los Sith es sin duda un tema que trasciende más allá de la franquicia misma. Estas guías que siguen ambas ordenes sirven como puerta de entrada a una discusión que dictamina el camino a seguir para encontrarse en armonía con La Fuerza, para trazar patrones de comportamiento o quizá dictaminar filosofías de vida que puedan llevar al ser humano a encontrarse en paz con el mundo que lo rodea. El viaje continuará, la lucha eterna entre estos conceptos abstractos que quizá erróneamente definimos como bien y mal perdurará por la eternidad, o al menos hasta que un día, a lo mejor, entendamos que son sólo dos visiones de un mismo concepto y que más que en eterna lucha, viven en constante simbiosis. Los caminos de La Fuerza misteriosos son, indagar en ellos el deber del Jedi es.



May the force be with you


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Por: Carlos Bueno


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