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El Uniandino

De cantinas y ranchera, de amores y desamores: Impacto cultural de la música popular


¡Levante la mano el que haya estado alguna vez despechado o despechada! Ahora, ¿Quién ha pasado ese trago amargo escuchando una ranchera y haciendo dedicatorias?


De amores y desamores están llenas nuestras historias y para pasar esos momentos, tan amargos como fascinantes, encontramos en la música una manera de desahogarnos y expresar esos sentimientos. Algunas veces incluso nos sorprendemos cuando, como por arte de magia, sabemos canciones que creíamos desconocer, como si ese dolor tan profundo, tan entre pecho y garganta quisiera salir a través de las letras de Alzate, Chente, Jessi Uribe o Paola Jara o Christian Nodal o Espinoza Paz. No es gratuito que la música popular en Colombia sea conocida como música “pa’ beber”, de cantina o de despecho.


De cantina en cantina, me paso la vida…

El despecho es un sentimiento, una acción que se ubica en el cuerpo. Es sentir que el corazón sale del lugar que ocupa, como si se rompiera a causa de una pena, de un dolor profundo, una amargura, un sinsabor, un amor que ya no es o que no puede ser. Darío Gómez, conocido como El Rey del Despecho, lo expresa así en “Por las calles del amor”: “te di mi corazón pero esas no son penas, a un hombre fuerte no lo acobarda una herida, con este golpe de dolor y sentimiento, siente uno ganas de arrancarse el corazón”


Como en toda la música, encontramos historias en las cuales nos vemos representados; sin embargo, lo que considero representativo de la música popular respecto a otros géneros, es el lenguaje coloquial al contar historias. Algunas parecieran tan nuestras que, en la cantina o con unos tragos de más, resultamos cantándolas a grito herido; es como si en ese momento la música estuviese hecha a nuestra medida.


La cantina es un lugar para beber, escuchar música y conversar. En muchas es posible encontrar rockolas donde se programa la música según el gusto; no obstante, la música que sobresale es la ranchera, carrilera, norteña y corridos. Por todo lo anterior, la cantina cobra un valor relevante en la vida cotidiana de quienes, en algún momento, la hemos visitado; es un lugar que ha pasado de ser exclusivamente del sector popular a extenderse a todos los demás, visitado en la actualidad también por los más jóvenes.


Toda cantina cuenta con sus respectivos cantineros o cantineras, es decir, quienes atienden el lugar, aquellas personas que no solo sirven un trago, sino que además se unen al brindis, se convierten también en confidentes, en amigos y en cómplices de penas; por ello, en seguida le invito a leer y escuchar la canción “Unas Copas de Más” de Luisito Muñoz, quien nos da la bienvenida a este espacio representativo de la música popular, ubicándolo también como un espacio que da paso al olvido y al reconocimiento de las penas:

“Unas copas de más quiero tomar.

Hoy me quiero emborrachar de dolor y sentimiento. Cantinero, hágame un grande favor y me trae más licor, quiero ahogar este tormento (...) ¿Por qué será que no la puedo olvidar, ni de mi mente borrar con todo lo que me ha hecho?”



Sin lugar a dudas, la cantina es el lugar de la dicotomía, es el espacio del desahogo y el canto abierto a la desgracia y la esperanza, odio y perdón, reminiscencia y olvido, venganza o clemencia; donde sobresale la unión entre unos y otros por medio de la música y las historias en común, donde se mezclan incluso gustos y géneros que derivan en la ranchera y en la fusión de la música popular con géneros como el reggaetón, vallenato o banda, ampliando, así, su repertorio y sus seguidores.



¡Salud Por Él! – Participación de mujeres en la ranchera.

Como en muchos otros escenarios, la participación femenina en la música popular, en sus inicios era minoritaria –aunque es importante recalcar el rol que tuvieron artistas como Las Hermanitas Calle, muy conocidas por su canción “La Cuchilla” y de Helenita Vargas: La Ronca de Oro, quienes fueron pioneras en el género–. Todo esto, se presentó en un contexto en el cual estaba mal visto –factor que puede ser percibido incluso hoy en día– que las mujeres visitaran las cantinas y, más aún, que fueran cantantes en el marco de la música popular. En este punto quisiera decir que las mujeres ganamos cada vez más terreno en términos de representación dentro del género popular. Esto se ha extendido también a diversos medios con escenificaciones como la evidenciada en La Caponera (2000), una telenovela protagonizada por Margarita Rosa de Francisco en la cual se retrata la vida de una cantante de ferias quien desafía abiertamente no solo el ser una mujer en un entorno de galleras y fiestas populares, sino la acogida de su música por el público y todo lo que representa ser mujer en un entorno que gira alrededor de la suerte, el juego y el amor. Si bien, han pasado más de veinte años de aquella producción, la traigo a colación para ejemplificar cómo siempre las mujeres han estado presentes –directa o indirectamente– en la escena musical, pero en la mayoría de los casos se desdibuja su papel o pareciera no ser central.


En la actualidad nos encontramos con numerosas cantantes a nivel nacional como Lady Yuliana, Paola Jara, Francy, Arelys Henao y Patricia del Valle. Ellas han abordado desde sus canciones historias tanto de amor como de desamor, de traición y lealtad, y desde ese punto transgreden el género al ser experiencias contadas y cantadas desde las mismas mujeres. De esta manera, dan cabida también a expresar y reclamar un lugar en el despecho, visibilizando el sentir femenino. Hoy en día es bastante común escuchar en las cantinas a estas y otras artistas, pero también ver mujeres allí que ya no tienen que valerse de letras interpretadas desde una figura masculina para contar sus propias vidas. Ejemplo de esto puede notarse en la siguiente estrofa de “Mujeres y Despecho”, en la cual Arelys Henao expresa el despecho en las mujeres desde la traición y la berraquera, reivindicando el poder sentir y cantar; su relevancia se basa en que la representación femenina en esta pieza implica hacer explícito el sentimiento femenino desde su propia realidad, además de reclamar el derecho al dolor:


“El despecho en las mujeres,

Todo el mundo lo critica

Pero aunque sufren y lloran

Por alguien que las traiciona

Levantan las copas y por la vida brindan…”


A continuación, también les comparto una canción reciente que ha tenido gran acogida en el género: “Salud Por Él” de Paola Jara. Esta canción desvela el poder de las mujeres dentro de la música popular ya que se ha convertido en representativa tanto en el género popular, como en la participación femenina y de la misma cantina. La canción, además, nos invita a soltar, desprendernos, a olvidar y a brindar: “Salud, salud, salud por él



La importancia e impacto cultural de la música popular ha llegado hasta nuestras vidas a través de los sentimientos experimentados en el desahogo, sea para reclamar, perdonar o agradecer. Se trata de expresar esas pasiones profundas, que muchas veces nos cuestan o se atoran en el pecho y el alma. Esas que nos movilizan, que, de alguna forma, nos llevan también a contar nuestras historias y curiosamente encontrarnos también en otros. Más allá de la discusión sobre la literalidad y la letra de las canciones, me interesa evidenciar que la música popular da cuenta de nuestro entorno social, histórico, económico y político. Se convierte en una manera de manifestación y de vernos reflejados en el arte. La música popular ha llegado a construir una narrativa propia para dejar salir las penas en un lugar que considero central, como lo es la cantina.


En Colombia la ranchera nos ha ofrecido más que las entidades responsables en términos de sanación. Es importante escuchar el dolor, el desamor y los despechos porque desde ahí, considero yo, podemos entender y acercarnos unos a otros sin juicios, y de paso hallarnos a nosotros mismos pasando los tragos amargos y haciendo dedicatorias.


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Por: Natalia Gamboa Virgüez




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