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  • El Uniandino

Tras las sombras: vivir un duelo en la universidad

Era un 16 de marzo de 2022 cuando Tatiana Arias escuchó que su hermana atendió una llamada por teléfono a las 6 a.m. y se levantó de la cama. “Vi que todos estaban alerta, pero al mismo tiempo veía sus rostros y pensaba que aun no podía estar pasando lo que pensaba y ahí mi papá me dijo ‘No, es que él ya no está’. Ahí empezó mi proceso de duelo. Ese día tenía que ir a la universidad y presentar un parcial”.




Los primeros días: tristeza y dudas


El mismo día en que falleció su tío, Tatiana Arias, estudiante de quinto semestre en la Universidad de los Andes, fue al campus de su alma mater, pero asistir a clases no se sintió como de costumbre. “Yo normalmente soy una persona algo extrovertida, me gusta molestar y al mismo tiempo soy muy independiente. Pero ese día me acuerdo que llegué y yo estaba con una amiga y le dije: ‘No creo que pueda quedarme sola’".


Para Margarita Hoyos, psicóloga de la Universidad de la Sabana especialista en duelo, la muerte de un ser querido supone un proceso de transformaciones interiores que pueden verse reflejadas en ciertas afectaciones a nivel fisiológico y cognitivo. “La muerte de alguien te recuerda que tú en algún momento también te puedes morir y eso puede generar trastornos de pánico, trastornos de ansiedad, insomnio, dificultad para concentrarse”, dice Hoyos quien se graduó como psicóloga con énfasis en educación y luego se especializó en procesos de duelo y en acompañamiento al paciente terminal y su familia.


En el caso de Arias algo que empezó a ser evidente desde el día en que murió su ser querido —y que se quedó con ella por unas semanas más— fue la dificultad para concentrarse y llevar a cabo sus actividades académicas con normalidad. “Intenté hacer dos trabajos y no fui capaz, pero en ese momento pensé: ‘Debe ser el día y ya’. Básicamente me la pasé existiendo. Como que estaba ahí, pero en realidad no estaba presente”.


Pensando en escenarios como este, varios profesores de la Universidad de los Andes —en compañía de la Decanatura de Estudiantes (DECA)— impulsaron un protocolo de acompañamiento llamado Manejo de ajustes razonables y política de momentos difíciles.

En él se invita a los estudiantes a acercarse a ellos en caso de que estén pasando por alguna situación que pueda afectar su proceso académico para así poder llegar a un acuerdo con el que el estudiante pueda cumplir sus compromisos sin dejar de lado su bienestar emocional. En el caso de Arias este fue el recurso que ella utilizó para poder sobrellevar el duelo y su vida académica al mismo tiempo.



¿Para qué sirve la política de momentos difíciles?


“Lo primero que le comenté a todos los profesores fue que tal vez iba a tener que pedir un plazo, y ya cuando vi que no iba a darla le escribí a una profesora un correo. Le dije: ‘Mira, estoy pasando por un proceso de duelo, no me puedo concentrar, por eso se me acumuló todo el trabajo y necesito aplicar la política de momentos difíciles”, comenta Arias. Así, fueron varios los correos que envió pidiendo plazos para sus trabajos.


En las respuestas de sus profesores, Arias encontró una voluntad unánime entre sus profesores de concederle la extensión de los plazos solicitados.. “Todos fueron como ‘sí no hay problema’”, menciona Arias.


Para Ángela Patiño, jefe del Centro de Apoyo de la DECA, la política de momentos difíciles es una herramienta que busca favorecer el diálogo entre el estudiante y el profesor. “Así como los profesores son seres humanos que también tienen momentos difíciles —tienen duelos, tienen pérdidas y tienen momentos complejos— ellos también pueden entender cómo a un estudiante le pasa exactamente lo mismo y viceversa”.


Más allá de los plazos: ¿cómo acompañar la vulnerabilidad?

Aun cuando, en teoría, la política de momentos difíciles propende por fortalecer la comunicación entre profesores y estudiantes, para una profesora de la universidad que habló con El Uniandino, entre el texto y la realidad todavía hay una distancia grande. “Creo que todo se ha limitado a lo que es. Es decir, ellos tienen su problema, su duelo, o la situación que tengan y nos limitamos a lo académico. La verdad es que no he notado más acercamiento a nivel personal, o que ellos vengan a contarle a uno más allá de lo necesario”, dijo la docente.

Construir esa relación de la que habla Patiño y hablar sobre estos temas no es tan fácil ni para los estudiantes ni para los profesores. “Siento que hay veces que no saben cómo tratarte, entonces dicen: ‘Sí, sí, lo que necesites’, y ya”, comenta Arias al reflexionar sobre su experiencia personal.

Arias reconoce que, a pesar de que la mayoría de sus interacciones con los profesores fueron impersonales, ella encontró a alguien en la universidad que la hizo sentirse acompañada. “Con la persona que más sentí confianza fue una profesora. Ella me dijo: ‘Sí yo leí tu correo, lo siento mucho’ (...) solo el hecho de ella mostrar ese tacto en persona para mí fue muy importante. De resto uno se siente como ‘sí, tienes más plazo’ como porque por la situación hay que mostrar empatía”.

¿Qué más pueden hacer las universidades y sus equipos docentes?


Luis Gabriel Colorado, Psicólogo con maestría en Psicología Clínica, y quien hizo parte del equipo de Diversidad de la DECA durante cinco años, reconoce que la política de acompañamiento para momentos difíciles le da un lugar formal a estos problemas en la universidad, pero que aún tiene un reto por resolver. “Creo que el reto de la política es entender que lo que hay en la universidad son personas. Entonces, esa lógica a veces no está tan clara, porque nos paramos desde el rol de poder y dejamos de ver a las personas como lo que son, porque no es fácil afrontarlo y volver a humanizar la cotidianidad de la universidad”.


Desde su punto de vista, Patiño acepta que si bien no todos los profesores saben cómo manejar este tipo de situaciones, en el gremio de docentes hay una conciencia de la importancia que tiene aprender a manejar estos temas. “Yo creo que hay una buena disposición, aunque seguramente todavía tenemos escenarios donde hay un poquito de inhabilidad del saber cómo manejar los temas personales. Porque para esto se requieren unas habilidades que son más fuertes en unas personas que en otras. Entonces, la idea es seguir hablando, seguir teniendo espacios abiertos de conversación”, dijo la jefa de apoyo de la DECA.


María Rengifo Fonnegra, jefa del departamento de Diversidad de DECA dijo —vía correo electrónico— que los espacios de los que habla Patiño son de formación y desarrollo pedagógico promovidos por el Centro de Enseñanza y Aprendizaje de la Facultad de Educación y que se han dado en reconocimiento de la importancia de la relación entre profesores y alumnos.


Con la ayuda de ciertos departamentos, según Rengifo, la universidad cuenta con talleres en los cuales los profesores pueden aprender a manejar este tipo de situaciones que involucran su relación con el estudiante y “(...) ofrece espacios y procesos de formación y desarrollo dirigidos tanto al profesorado de la universidad, así como a los asistentes graduados y monitores que apoyan las labores de docencia en la Universidad de los Andes”.


Por su parte, para la psicóloga Hoyos los profesores deben ser vistos como un agente que va más allá del diálogo y sirva para alertar a la universidad en caso de que el estudiante necesite atención psicológica. Ella fue vehemente en señalar las deficiencias estructurales a nivel universitario en lo que respecta a la labor docente en el acompañamiento extra académico: “sí que los docentes deben formarse en cómo atender una crisis para que puedan identificar si sus alumnos están pasando por un mal momento o están mamando gallo para no presentar un examen. Ahí es donde el profesor debe ser una guía, no solamente para enseñar su materia, sino para detectar alguna posible crisis, círculo o situación por la que el alumno esté pasando”.

Pero por más que los profesores sean un apoyo para los estudiantes en una situación como lo es el duelo y les brinden cierta flexibilidad en su vida académica, los estudiantes necesitan un apoyo que vaya más allá de las clases.



Buscar ayuda en casos de duelo


“Ahorita que ya pasó el tiempo y ya inicié un proceso psicológico aparte, siento que en ese momento me hubiera servido mucho hablar con alguien que supiera del tema. (...) Pero, yo no sé si en ese momento hubiera reaccionado como ‘Uy sí, voy a DECA de una’, por lo que te digo, en ese momento en realidad como que estaba y no estaba”, cuenta Arias.


Hoyos explica que la adolescencia o la adultez joven es una de las edades más complejas para afrontar un duelo, ya que esta es una etapa de transición en la que la persona aún está definiéndose a sí misma y en donde ya se tiene una conciencia del concepto de la muerte como algo irreversible. “Aquí ya se goza de una libertad y esa libertad asusta. Por eso perder un ser querido con un vínculo muy fuerte genera una serie de circunstancias internas revolucionarias que hace que muchas veces los pelaos entran en depresión —incluso llegan a ideaciones o intentos suicidas— cuando ese proceso de duelo no ha sido acompañado por una persona que le valide, le valore y le ayude a identificar todo ese cúmulo de emociones que está viviendo”, dice esta profesional con más 25 años de experiencia en el área de duelos.


Desde el Departamento de Apoyo en la DECA se ofrece la consejería individual que sirve como un apoyo al estudiante por medio de un seguimiento en la parte emocional y también como puente entre la facultad y los profesores en caso de que se requiera una mediación en la parte académica.


“El acompañamiento que brindamos en la decanatura tiene que ver con una intervención breve y se atienden de manera específica algunos temas. Si identificamos que la afectación que trae la persona es demasiado alta hacemos remisión externa a psicoterapia o psiquiatría. Claro está, se puede tener ese proceso alterno con psicoterapia o psiquiatría externa, y desde aquí hacemos el acompañamiento a esa remisión”, comenta Paola Chicaiza, quien hace parte del equipo de psicólogos del departamento de Apoyo de DECA.


Sin embargo, este servicio que brinda la universidad no es siempre la primera opción para los estudiantes que afrontan estas situaciones y de hecho a veces es percibido negativamente. “He escuchado que le ponen a uno trabas y no creo que hubiera ido porque ya me siento mal, y si sé que me van a poner trabas prefiero buscar a alguien por fuera”, dijo Arias.


Una de las razones que Patiño cree que podría confundir a los miembros de la comunidad universitaria sobre el tipo de apoyo que ofrece DECA, es la creencia de que allí se ofrece psicoterapia. “Si el estudiante viene y siente una experiencia que no es favorable puede ser por dos razones: de pronto pensaba que esto era una psicoterapia y se dio cuenta que no lo era, entonces, allí hay una discrepancia entre la expectativa y la realidad. O, la otra, simplemente, no se sintió cómodo o cómoda. En ese caso, es importante que nos lo hagan saber. Todos los servicios de la Decanatura son evaluados semestralmente”.


En la encuesta de 2022-1 a la pregunta sobre qué tan satisfechos se sienten en general los estudiantes que asistieron a consejerías, el 91,59% marcaron la opción “muy satisfecho” o “satisfecho”. Adicionalmente, Patiño hizo énfasis en la importancia que tiene conocer la opinión de los estudiantes para mejorar la atención de este servicio. “Es importante que si un estudiante vino y no se sintió cómodo y tampoco nos diligenció la encuesta, que nos lo haga saber por otra vía”.


No obstante, aunque para Hoyos ha habido un progreso por parte de las universidades para atender los casos de duelo, aún hace falta que el sistema se fortalezca para atender a todos los estudiantes. “Estar triste, estar derrumbado, no es de gente floja, ni de gente enclenque, sino que es un proceso natural que amerita ser atendido; si bien es cierto que ya hay más conciencia, hace falta gente más preparada para atender a personas en duelo”.



Soluciones sin continuidad

Uno de los puntos que para Hoyos es importante que implementen las universidades es la continuidad en los servicios que se le brindan a los estudiantes. “Durante mucho tiempo dicté charlas, hice talleres en Los Andes, la Javeriana. La Sabana, El Bosque cuando había, sobre todo, muertes traumáticas y especialmente por suicidio. Entonces, sí, muy bonita la charla, muy bonito el taller, pero no hay continuidad. Digamos que[los talleres] se hacen como por llenar un requisito”.

En Los Andes además de las consejerías, La DECA realiza talleres, a lo largo del semestre, sobre distintos asuntos concernientes al bienestar emocional y académico de los estudiantes. Por ejemplo, según lo que respondió Rengifo, a lo largo del 2020 y 2021 desde el Centro de Diversidad de la DECA se realizaron diez charlas sobre ajustes razonables durante la pandemia, a las que asistieron aproximadamente setenta docentes.

Por su parte, el Departamento de Apoyo ofreció un taller centrado solamente en el duelo por las relaciones amorosas.

“No tenemos un taller por pérdida, por fallecimiento de alguna persona cercana. Lo que ofrecemos en ese caso es la consejería” dice Patiño.

Según el boletín estadístico de 2021 el Departamento de Apoyo realizó 165 talleres sobre diversos asuntos de los cuales cuatro de ellos se centran en el duelo por relaciones amorosas. A dicho taller llamado “Sin ti… yo sí puedo vivir. Taller para abordar los duelos amorosos” asistieron 34 estudiantes. Además de estos espacios, se realizaron dos charlas sobre la sensibilización de conductas suicidas a las que asistieron en total 38 estudiantes.

Hoyos considera que las universidades deben tener un mayor cubrimiento no solo para el tema de duelo, sino para el bienestar emocional de los estudiantes de manera general, ya que es importante pensar en la prevención de enfermedades mentales de esta población. “En universidades como Los Andes, La Sabana, La Javeriana, en las que hay muchísima gente, sí hace falta más gente al frente, no solamente por duelo, sino porque las enfermedades mentales suelen hacer su aparición entre los 16-18 años. Entonces, de pronto, un alumno que lo vemos comportándose raro, nos burlamos y le hacemos bullying a lo mejor lo que pasa es que traía una enfermedad de base”.

Y es que, según muestran las cifras, los diagnósticos de enfermedades mentales en poblaciones jóvenes han aumentado de forma preocupante.

Según el Ministerio de Salud, durante el 2009 hubo 15.841 casos de personas entre los 15 y 29 años atendidas por depresión. En 2019, la misma cifra aumentó en un 264.1% ya que en ese año se diagnosticaron más de 41.000 casos de depresión en jóvenes..


Se necesita un pueblo: ¿Cuál es el rol de la comunidad universitaria?


Mejorar la atención en salud mental en las universidades implica también la generación de recursos que estén disponibles no solo para los profesores, sino para el resto de la comunidad, que de una u otra forma también influye en el proceso de duelo de una persona.


“Yo sentía que mis amigos tenían mucho miedo de que yo pensara en hacerme algo y no sabían si debían aconsejarme, si debían escucharme, si no debían decir nada. Y pues yo no creo que haya una forma de decirle a alguien cómo manejar un duelo, pero sí creo que hay cosas se pueden enseñar. Entonces no sé si sería también necesario que los estudiantes tengan al menos un curso introductorio de cómo tratar un duelo”, comenta Arias.


Hoyos comparte una perspectiva similar. “Claro que sí es importante una guía de cómo ayudar a una persona en duelo. Yo elaboré una guía y la dicto en varias conferencias para explicar, ‘Mire, nunca le vaya a decir a una persona estas cosas, porque hay gente que cree que le doy un abrazo y ya’. No, hay gente a la que no le gusta que la toquen y menos cuando están en duelo”.


Pero, más allá del apoyo que se puede generar en comunidad es necesario que el servicio de psicología de la universidad sea lo suficientemente fuerte como para atender los casos más graves por duelo y otras enfermedades mentales que puedan tener los estudiantes. “Yo jamás pensé en hacer nada, tú entiendes... Pero, sí sé de personas que cuando han pasado situaciones así, han pensado terminar con su vida. Y, no sé si habrá alguna forma en DECA, de que el profesor o algún amigo pueda alertar. No sé si es lo correcto, no se uno cómo se vaya a sentir, pero si siento que al menos eso ayuda a prevenirlo o al menos saber que está pasando eso”, dice Arias.

Por su lado, Patiño considera que la responsabilidad de pedir ayuda no viene en un sentido unidireccional desde la institución, sino que los mismos estudiantes deben también involucrarse en este proceso. “Yo creo que sí estamos haciendo permanentemente esfuerzos para poner en el discurso de la institución que es necesario atender las afectaciones emocionales, pero también creo que viene un proceso de responsabilidad individual, en donde los estudiantes puedan levantar la mano a tiempo, no como nos está pasando, que en la última semana de clase nos piden un montón de ajustes cuando pedagógicamente eso no es viable”.

Aunque Arias no utilizó los servicios de la Decanatura para llevar su proceso de duelo, sí cree en la importancia de la comunidad para enfrentar ciertos procesos emocionales. Además de sus amigos y el proceso de psicología que llevó por fuera de la universidad, compartir con su grupo de baile fue uno de los apoyos que Arias tuvo para superar su duelo. “Las personas con las que yo bailo son como una familia. Además, yo compartía un vínculo especial con la persona que falleció a través del baile. Entonces sentía que bailar me acercaba un poco más a mi familiar, y al mismo tiempo, me sentía segura con las personas con las que estaba. Sabía que podía ser vulnerable, podía llorar, podía simplemente estar ahí y escucharlos decir bobadas”.

Mientras el sistema institucional se robustece para atender no solo duelos, sino en general momentos difíciles, fortalecer la comunidad y darle importancia a los vínculos emocionales y comunitarios también es importante para afrontar estas situaciones de las que ningún miembro de la comunidad universitaria está exento.

 

Por: María Paula Agudelo Carrasquilla



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