Es sábado y Bogotá está cubierta por una nube gris salpicada de lluvia terca que se niega a parar. Regina Angarita, Miss World Bogotá, llega al café de una zona concurrida de la ciudad con un traje azul vibrante que contrasta con el tono monocromático de la capital. Su agenda amenaza con explotar de tantas citas pendientes, pero cuadra un espacio para hacer la primera entrevista presencial. Mientras seca las gotas de su ropa empieza a hablar del tema que domina su cabeza los últimos meses: el reinado Miss World Colombia.
Regina recalca que nunca ha sido fan de estar maquillada y que para ser candidata en un certamen la belleza física no le parece lo más importante comparado con una buena conversación sobre literatura o actualidad. “Hasta el momento nunca había visto mi vida bajo el enfoque de un reinado; antes de esto, mi centro estaba dirigido a mi carrera y a mi crecimiento personal”, comenta.
Regina Angarita nació en Bogotá y estudió derecho en la Universidad de los Andes. Tiene una especialización en Derechos Humanos y ha trabajado en el sector privado ejerciendo su carrera. Ocupa el primer puesto entre dos hermanos y tiene 28 años. Cuenta que le interesan los temas de empoderamiento de la mujer y género, derechos humanos, así como también la música, la lectura y las artes.
Aún así le agrada la experiencia del reinado y ha volcado todos sus esfuerzos en ello. Su cuenta de Instagram es una bitácora de la rutina maratónica del certamen: sesiones de maquillaje, ruedas de prensa, infaltables jornadas en el gimnasio, entrenamiento de pasarela y visitas a fundaciones y embajadas. Todo esto es fundamental para ganar la edición número 71 del concurso.
Regina es una mujer alta e imponente. Su tez morena se puede ver diáfana, pues dice que prefiere andar sin las gotas del maquillaje que filtran su rostro. Tiene una sonrisa amplia, ojos grandes y serios que coordinan con sus ademanes calculados y suaves. Sus piernas largas acompañan sus pasos precisos y firmes. Al llegar a la cita se mantiene impasible ante la lluvia que la dejó goteando, empapada. Recta, con ademanes ligeros, cuenta cómo en noviembre del 2022, durante su cumpleaños, una amiga le llegó con una propuesta inusual: participar en un concurso de belleza. La idea empezó a calar en su mente y se dió cuenta que podía usar el concurso como una plataforma para publicitar sus intereses artísticos y orientar su experiencia como abogada.
Regina es una en muchas. “Soy una persona con muchísima energía mental. A pesar de ser muy tranquila y muy centrada en mis cosas, mi energía mental es demasiado fuerte y siempre está en movimiento. Siempre está como esta energía creativa de estarme moviendo en diferentes facetas”, cuenta.
Está la Regina escritora quien ha escrito 12 libros en temas que van desde el derecho hasta la poesía. La mayoría de sus libros se componen de máximo 11 páginas. Luego la Regina artista, pues compone música, es bailarina y le gusta dirigir y grabar videos. “Me interesa el documental creativo y eso es algo en lo que Regina y yo podemos coincidir. A ella le gusta mucho la parte de grabar videos y editar a su manera”, expresó Juan Pablo Villar, amigo del colegio de la candidata. También hay una Regina abogada y jurista, especializada en derechos humanos de la Universidad de Los Andes y un diplomado en administración financiera en Harvard Kenedy School, elocuente e interesada por causas sociales. Este cóctel de facetas se convirtió en su principal estrategia: un discurso que la ubica fuera de la figura de la reina tradicional.
“Belleza con un propósito”
Fundado en 1951 por el empresario Eric Morley, Miss Mundo hace parte de uno de los cuatro grandes certámenes de belleza internacionales. Además de Miss Universo está también Miss Internacional y Miss Tierra. Las participantes de este concurso vienen de diferentes zonas del país y representan un departamento, ciudad o región. Una vez son elegidas compiten internamente ante un jurado que escoge a quien, finalmente, será Miss World Colombia y portará la bandera del país en la competencia internacional. Este año, por ejemplo, el evento magno se llevará a cabo en la India.
Las reinas que ganen el concurso, además de destacar en las pasarelas, deben participar en diferentes proyectos sociales y tener incidencia diplomática: desde la lucha por la desnutrición infantil hasta izar la bandera contra la crisis climática. Lo que esté en la agenda del humanitarismo. De ahí el eslogan “belleza con un propósito”.
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Nuestra primera reunión con él fue virtual. En la videollamada se veía un hombre de traje elegante en una oficina con techos altos y paredes blancas. Aquella tarde de marzo de 2023 cumpliamos nuestra cita con Andrés Bretón, el productor ejecutivo del concurso. Sobre las expectativas de las participantes menciona que “ellas no solamente están en la parte educativa y ayudando a los niños, sino que también son ejecutivas. La idea de Miss Mundo Colombia es que nuestras candidatas sean empoderadas y puedan ser las nuevas gerentes, empresarias, presidentas. Todo eso lo tiene que hacer una Miss World —aparte de su constitución en el área alimenticia y física, también deben ser empoderadas”.
Este concurso no es raro en Colombia, país que durante años vió en el Reinado Nacional de Belleza la forma de medir el pulso a las tendencias de la moda y especialmente al ideal nacional de belleza femenina. Aunque los concursos de belleza han sido vistos como espacios plastificados y vacíos donde está en juego la cosificación de la mujer, la periodista y crítica de moda Vanessa Rosales expone una mirada diferente en su ensayo Sobre ser bella y estar viva:
“Aquí, ser coronada como la mujer más bella del país ha podido convertirse en conducto para que algunas de ellas dieran giros en sus vidas, ganando solvencia económica y mayor autonomía, consiguiendo rutas de negocios, transformándose en líderes. Ser bella como una especie de trampolín para adquirir ciertas condiciones que el entorno tiende a minar o a inhibir”.
Para Regina este concurso trata de temas más importantes que exceden las bondades de la belleza física. “Siento que el enfoque diferencial está en el propósito. Lo tiene la misión que tú como persona y como reina puedes tener frente al mundo. Es decir, yo siento que el enfoque de Miss World está mucho más dirigido a lo que una reina puede ofrecer más allá de una externalidad y de cómo se vea, que, por ejemplo, lo diferencia de otros certámenes donde sí se evalúa eso”, expone Regina, para quien pareciera que la corona de Miss World Colombia está hecha a la medida de su cabeza.
Las grietas de la mujer empoderada
Subyacente al arquetipo de mujer empoderada que ofrece el concurso, hay cierto privilegio que teje los delicados límites que determinan quienes pueden —y quienes no— hacer parte de este. De acuerdo con su director ejecutivo, Andrés Breton, no todas pueden concursar. Para ello es necesario que la candidata “provenga de familias que tienen contactos con sus gobernaciones, organizaciones sociales, embajadores, empresarios y altos ejecutivos”. Es decir, tener un capital económico, social y académico parece una condición indispensable para quien quiera participar en el certamen.
De acuerdo con Alejandro Bravo, el manager de Regina —un personaje de sonrisa amplia y ademanes estilizados—, los estándares de belleza en Miss World Colombia no distan mucho de los ideales hegemónicos sobre el cuerpo de la mujer. Como lo mencionó Bravo: “nosotros con el Comité de Belleza evaluamos si tienen sobrepeso, flacidez, si necesitan algo de limpieza facial, entre otros tipsitos de belleza”. Respecto a los cuerpos que distan de los estereotipos contemplados para un concurso como este, Bravo agrega que “existe un concurso específico para plus size, no quiere decir que una niña con sobrepeso no pueda participar en un Miss World. Claro, que sí, lo que sí se debe hacer es que ella tiene que ir con un nutricionista y buscar que pueda lograr llegar a sus objetivos, no solamente por el tema de estándares de belleza, sino que también por su salud” .
A pesar de que se espera un perfil competitivo en términos educativos y de status social, de parte de las candidatas el aspecto físico sigue siendo la carta de presentación principal. Las reinas reciben asesoría de imagen, de protocolo y de vestuario, de tal manera que puedan cumplir con ciertos parámetros establecidos. Tienen además acompañamiento de entrenadores físicos e incluso asesoría dietética en aras de mantener lo que ellos consideran un estilo de vida saludable.
En Colombia los concursos de belleza han sido parte de la idiosincrasia nacional. En 2016 el Sistema de Medios Públicos de Colombia, RTVC, anunció que en el país hay cerca de 3.794 reinados de belleza. Además de los más tradicionales como el Reinado Nacional de Belleza y Miss World, hay también otros como el Reinado de la Panela, del Burro y de la Ganadería. Ver la belleza femenina como una representación de sentires sociales y de identidad a nivel nacional y regional ha construido una tradición de concursos de este tipo.
Además, en un país permeado de violencia, este tipo de concursos han sido una forma de brindar una ventana de aire fresco a una sociedad cansada de conflicto, tal como lo relata Vanessa Rosales, en su podcast Popularmente. “Los reinados de cierta manera actuaron como una forma de romper con ese tirón entre dos partidos [Liberal y Conservador] y de tener escenarios cívicos donde se juntara la gente por otro tema. El problema es que el tema era la belleza de las mujeres”.
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“Yo siento que yo soy un poquito distinta, como que no encajo mucho en estos conceptos que se manejan en los reinados. Eso de tener que estar ‘siempre ultra mega tal’ no. Yo soy una persona que le gusta mucho explorar las profundidades de la condición humana. Soy alguien a quien no le gusta maquillarse, siempre estoy carilavada, al natural”, menciona Angarita. Para ella sentirse diferente es su principal carta a la hora de jugarse la corona.
De un tiempo para acá se habla del pretty privilege o el beneficio de ser atractivo. Tal fenómeno busca evidenciar cómo la serie de ideas sobre lo que es bello son interiorizadas y repercuten en las relaciones interpersonales. De este modo, la belleza ha sido un arma de doble filo como lo demuestra el estudio publicado en 2010 por el Journal of experimental Social Psychology, titulado “Don't hate me because I'm beautiful: Anti-attractiveness bias in organizational evaluation and decision making”. La investigación fue llevada a cabo en 2010 y se enfocó en el análisis físico de candidatas y candidatos a becas académicas (2639 casos) y puestos laborales (622 casos).
Tras evaluar los resultados de las selecciones se demostró que hubo mayor propensión en la contratación de personas medianamente atractivas para el sexo opuesto del evaluador que realizaba las entrevistas de trabajo. En el estudio también se concluyó que la apariencia física puede tener un efecto desfavorable en aquellas personas que son muy atractivas y del mismo sexo del evaluador, puesto que fueron percibidas como una potencial amenaza laboral y por lo tanto dejaron de ser elegidas para el cargo o plaza académica.
La belleza también ha desencadenado la perpetuación de estereotipos basados en género en donde el mérito de una mujer bella se le adjudica a su apariencia física y no a sus capacidades intelectuales. Este es un aspecto del cual Regina está al tanto. “Este concurso ha sido un proceso que no solamente ayuda a romper los estigmas de que las ‘reinas son brutas’ y que una reina no solo es un adorno sino que también tiene metas y una voz”, comenta la candidata. A pesar de esto, su manager, Alejandro Bravo, parece reafirmar la ambivalencia y contradicción entre mujeres intelectuales y reinas de belleza. “En Regina tenemos que trabajar puntualmente con el maquillaje, porque ella es muy intelectual, muy de libros, entonces cuando tú eres muy intelectual pues tiendes a, no lo llamemos a descuidar, sino a enfocarte en otras cosas”, cuenta Bravo.
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A mediados de junio el concurso organizó una jornada de imposición de bandas para las candidatas que representarán las zona centro conformada por Bogotá, Cundinamarca, Cali, Boyacá, Huila, Santander y Norte de Santander. La cita fue en el salón social del hotel Grand Park ubicado en el centro de Bogotá. El imponente candelabro que colgaba del techo del lobby destellaba con los miles de brillos y lentejuelas de los elaborados vestidos de las reinas.
Se dio inicio al evento donde no faltaron las pasarelas y las intervenciones de personalidades influyentes en el concurso. Las candidatas eran jóvenes con formación profesional y cada una sobresalía en la pasarela a su manera. Había chicas altas, otras bajitas, todas con diferentes cualidades y dimensiones. También estaban las que tenían ademanes espontáneos en su discurso y pasarela, otras que preferían el paso seguro y la mirada altiva. Algunas eran emprendedoras, otras tenían sus propias marcas de producto. Todas destacaban no sólo por sus vestidos llenos de colores vibrantes hechos a la medida sino también por sus logros y aspiraciones profesionales. A pesar de esto, llamaba la atención la constante referencia a las candidatas como “las niñas” tanto por quienes moderaron la ceremonia, la Miss World Colombia 2022, Camila Pinzón, y el director de cine Victor Hugo Ruiz, como por todo aquel que intervenía por alguna mención especial, como si no se tratara de mujeres mayores adultas con una extensa formación académica y profesional.
La Miss World Colombia de 2022, Camila Pinzón, es una joven que bordea los 27 años, alta, delgada cuyo cabello lacio y negro estaba recogido en una modesta cola de caballo para la ocasión de esa noche, dejando los boleros en tul de su manga siza al aire. Al inicio del evento, ella fue el centro de atención durante unos minutos. Abundaron los elogios a su labor social y a su papel como reina del concurso. Trabajó con los afectados por el terremoto en Turquía y con organizaciones de la primera infancia. Su sonrisa acompañaba cada una de las menciones y palabras como “ayudar”, “voluntariado” y “más necesitados”—varias veces pronunciadas a lo largo de la noche .
Al final de su intervención, Pinzón aprovechó para pedir aportes a una fundación que trabaja para tratar de mitigar la desnutrición de los niños de la Guajira —el tristemente célebre departamento de Colombia por sus altas cifras de mortalidad infantil a causa de la insuficiencia alimentaria-. “No puedo seguir hablando porque se me salen las lágrimas”, dijo, antes de dar paso a los aplausos y ovaciones.
Una vez finalizada la mención de los “pobres niños de la Guajira”, llegó el brillo cosmético y las sonrisas impertérritas. Se vivió una ceremonia que parecía más una obra de teatro por sus excesivos protocolos. Al final hubo premiación para las reinas en categorías como cuerpo más saludable, mejor sonrisa, mejores piernas, mejor pelo, mejor rostro, entre otras. Pareciera que la belleza se desligara del propósito y que la primera destacara más para los fines de la competencia puesto que la premiación de las categorías relacionadas a otras virtudes independientes del aspecto físico se hizo luego. No hubo bandas y no se explicó el porqué cada una merecía el título de “emprendedora”, “empoderada” o la más “sensible por las causas sociales”. En esta ronda de premiaciones Regina ganó en la categoría de “la más elegante” y “la más diplomática y ejecutiva”.
Rosales en su ensayo sobre la belleza vuelve y menciona que: “Tal vez el asunto radique en lo que entraña la vivencia de la apariencia como un performance puesto al escrutinio ajeno. Una actuación que preocupa y concierne, en especial, a la mirada externa. Todos nos vestimos para diversos avistamientos. Cada conducto social supone en sí un pequeño teatro en la elección sartorial. Las ropas están dirigidas también por los ojos que habrán de verlas. Tal vez el asunto es si se hace en aras de alguien más. Que sean ojos ajenos la fuente de la certeza”.
Los hilos tras bambalinas
La imagen de una reina exige impecabilidad, cada movimiento es calculado, las palabras deben ser medidas y al final de cada oración el punto final es la sonrisa. El manejo de las cámaras, los públicos y medios no se deben pasar por alto. “A las niñas las enseñamos a dar entrevistas y a no decir cosas que puedan resultar perjudiciales”, recalca Alejandro Bravo.
La primera vez que hablamos con Regina fue a través de una videoconferencia en dónde estuvimos con ella y su representante, Andrés Bretón. Mientras Bretón hablaba sobre las bondades del concurso, Regina se mantenía recta en la cámara, impoluta e imperturbable. ¿Impacto social? Asentía y enseñaba su sonrisa. Al finalizar fue Bretón quien nos dio “luz verde” para proseguir con el cubrimiento de la participación de Regina en el certamen.
Desde ese día Regina quiso asumir la elaboración de su propio perfil como si fuera una de sus muchas tareas por cumplir. Se adjudicó la responsabilidad de coordinar fechas, horas y fuentes —además de tratar de sugerir una estimación para la publicación y revisiones del manuscrito-. Las fuentes eran casi todas relacionadas con el mundo del concurso: representantes, maquilladores, preparadores físicos, dueños de las marcas o fundaciones de las que era embajadora. Cuando tratamos de tener un poco más de autonomía y contactar personas relacionadas a ella, notamos que sus redes sociales estaban enteramente dedicadas al concurso, como si antes de su participación su huella digital en línea nunca hubiera existido. La coraza de reina de belleza impoluta era difícil de agrietar.
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A mediados de mayo Regina y su equipo organizaron una charla que ofreció ella en la Escuela de Artes y Letras en Bogotá. Regina llevaba una blusa verde que combinaba con un maquillaje prolijo y profesional. Las botas de tacón a la rodilla la hacían ver aún más imponente en el pequeño recinto de paredes blancas y sillas grises. Conceptos como empoderamiento, género y violencia contra la mujer hacían parte de su discurso. Su voz diplomática y firme era lo único que se escuchaba en el salón.
Bretón rodeaba a la candidata por Bogotá con una cámara que buscaba bruscamente capturar lo mejor de la charla. La grababa mientras hablaba y mientras saludaba al auditorio enfocaba sostenidamente al público. Nunca soltaba el lente de su celular y buscaba capturar los mejores ángulos y momentos de Regina.
Durante la charla por primera vez el muro de contención se agrietó por un minúsculo pero fundamental detalle: el sonido de la conferencia falló y el audio del documental que estaba presentando no se podía reproducir. El documental lo había hecho ella; también la música, que era de su autoría. Pasaron 5, 10, 15 minutos, casi 20 y no se solucionaba. El encargado del sonido silenciosamente intentaba solucionar, sin éxito, el problema, mientras el desespero se empezaba a filtrar por los pasos repetidos e impacientes y las miradas tensas y torcidas de Regina.
“¿Por qué no funciona? ¿qué pasa?”, se escuchaba preguntar a Regina en un susurro contenido que amenazaba con explotar en cualquier momento mientras los asistentes se retiraron. El video nunca funcionó y la charla se dió por terminada. Regina ofreció disculpas, se veía serena y con control, pero en tanto se despidió se filtró por la cortina de calma cierta insatisfacción. Estaba notablemente seria, su actitud paciente y conciliadora dejaba ver una molestia retenida por la culminación abrupta y absurda de su presentación. ¿Se había roto el muro?
El certamen es un contexto en donde la torpeza, fallas técnicas o cualquier atisbo de imperfección puede ser el talón de Aquiles para las candidatas. La disciplina casi omnipresente de Regina se pone a prueba en cada evento en donde siempre habrá algo por mejorar para alcanzar el ideal de Reina. Desde sus impecables presentaciones en charlas y conferencias hasta su porte. Abundan los comentarios no solicitados sobre su maquillaje y su cuerpo, como cuando Katherine Prieto, actual directora de Miss Mundo Colombia, a modo de radiografía pasaba por cada aspecto de la apariencia de Regina sugiriendo “mejoras” al final de su presentación en la ceremonia de imposición de bandas. De este modo, se reconocen, premian y descartan las virtudes de cada cual bajo el criterio y vigilancia de una serie de jueces.
Actualmente, frente a este tipo de concursos, reina un sinfín de cuestionamientos sobre la necesidad de evaluar y puntuar la belleza femenina y sobre que esta ruleta genética, o buena mano de estilistas y cirujanos, sea la llave de entrada para el reconocimiento social que subyace a la participación de las candidatas. En contraposición, son poco conocidos o televisados los certámenes de belleza masculinos, cuyos cuidados cosméticos suelen ser asociados a una costumbre homosexual, es decir siempre a alguna categoría excluída del estereotipo ideal del individuo masculino cis-heteronormativo. Por otro lado, se critica la oda a la delgadez bajo la excusa de ser símbolo de una vida saludable así sean producto de malsanas exigencias dietarias. Y así se van enumerando uno tras otro los contraargumentos que suponen la existencia de tales eventos.
La ambivalencia entre la perpetuación de estándares de belleza poco realistas y el empoderamiento de la mujer, que puede resultar de la participación de estos concursos, deja como saldo la necesidad de ajustar tales eventos a los retos actuales que supone la sociedad. Sutiles cambios se han hecho en los últimos años, como la participación de mujeres con experiencias de vida trans o la eliminación de la exigencia de ser mujeres solteras y sin hijos para las aspirantes a Miss Universo. Los cambios estructurales son paulatinos y aminoran la distancia de toda aquella que sueñe ser reconocida como reina porque la belleza también se pone en entredicho.
La noche de coronación
Es 13 de Agosto, y el mundo despertó con una nueva Miss Mundo Colombia 2023. La noche anterior se llevó a cabo la ceremonia de coronación en el Club Militar de Oficiales ubicado sobre la Avenida Las Américas en Bogotá. Todo estaba listo para recibir a las candidatas y sus invitados. Regina, por su parte, había arreglado todo para permitir nuestra entrada al gran salón con la presentación de nuestras credenciales de prensa. Una cosa más escapó de su control puesto que se nos negó la entrada a la ceremonia. La gestión de Regina se había quedado corta para la magnitud del evento. Otra cosa más se había escapado de su régimen esa noche: la corona. Ella no adornaría su cabeza. Su reinado, el que tanto había planeado y fraguado por casi un año le fue arrebatado por Miss Amazonas, Catalina Quintero —una joven administradora de negocios internacionales de 23 años y ojos claros—, quien viajará a India a dar la contienda poniendo a prueba su belleza frente a las de otras nacionalidades.
Súbitamente, la agenda de Regina se ha despejado tras su derrota en la contienda nacional del certamen. El fracaso en la coronación no estaba calculado dentro de su larga lista de planes. Su trabajo diplomático —para el cual habia contactando trece embajadas, la Presidencia y la Corte Constitucional— no surtió el efecto deseado a la hora de la prueba final.
El futuro de Regina, por ahora resulta incierto. Descansar y continuar su camino en la esfera mediática —desde la radio o a la televisión— hacen parte de sus planes inmediatos.
Por su parte, los gestores y las participantes de Miss World seguirán buscando, entre sus contradicciones, el punto medio en el que la contienda sea viable dentro de los cambiantes valores de la sociedad actual. Catalina Quintero ha sido designada para representar a Colombia y deberá enfrentarse al escrutinio maratónico de comparaciones, comentarios y sugerencias solicitadas, o no, sobre su aspecto físico o su discurso ante las cámaras. Su belleza y su propósito serán juzgados nuevamente en las próximas fechas cuando tenga lugar la competencia en donde se decidirá quien va a ser la próxima Miss World 2023.
*En una versión anterior de este texto señalamos incorrectamente que Regina Angarita tenía dos hermanos y que Alejandro Bravo era su entrenador. Se realizaron los ajustes pertinentes en el texto que reflejan la información correcta.
Por María Fernanda Alarcón y Miranda Bejarano
Fotos de Camilo Vargas
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