Santiago Cruz es candidato a grado de Ingeniería Industrial en la Universidad de los Andes y observador preocupado de la realidad. Aquí su columna "Ni claro Ni Oscuro. Un café bien tibio por favor". Para contestar la columna envíe su propuesta a periodicoeluniandino@gmail.com.
¿Seguimos en paro? ¿El paro no para? Realmente me sorprende cómo ha sucedido de nuevo, todo el montón de cosas que ocurrieron en los últimos meses han pasado a un segundo plano en nuestra memoria colectiva. Ya suenan como un recuerdo las masivas marchas a pesar de la pandemia, el llanto de las madres quienes despertaban a buscar entre los muertos de la noche a sus hijos, las propuestas inamovibles que se plantearon. Es realmente triste como los colombianos sufrimos de un terrible caso de memoria RAF (Read and Forget), cada paro o evento de manifestación social termina de la misma forma, un retorno al status quo y más gravemente en resultados inconsistentes en las urnas comparadas al sentimiento que reflejaban las protestas. Quienes lean esto pensarán “wow, este tipo descubrió que el agua moja”, pero es la realidad y es importante recordárnosla de vez en cuando.
Sacándome esa pequeña espina del pecho puedo seguir con algunas reflexiones del paro que, aunque sean obvias para muchos, no lo son para los sectores de derecha de este país y más gravemente para nuestro presi. Una de ellas y la que en realidad me sorprende cómo todavía la niegan: la Policía Nacional necesita urgentemente una reforma para el manejo de protestas sociales. Esto no es sólo la opinión de un cuasi ingeniero industrial al que le gusta opinar sobre cosas que pasan, hasta la CIDH lo incluyó en su lista de recomendaciones. Además, si escarban en su memoria podrán recordar que una reforma a la policía se ha discutido por mucho tiempo. Obvio no podemos esperar que Iván haya leído las propuestas, si ni siquiera leyó completamente la reforma tributaria que bien ya sabemos fue el detonante de las manifestaciones. Ahora para sorpresa de pocos lo que se generó fue una propuesta para regular protesta social, como siempre nuestro gobierno muy conectado con la realidad.
Entonces, ¿qué hace a nuestra policía parecer más una rama militar que un cuerpo civil (como debería ser)? La respuesta es bastante simple, de hecho, la Policía Nacional de Colombia es un cuerpo militar. El policía que requisa en el Carulla de la 85 es bastante distinto al policía apostado en un municipio del Caguán, entrenado para enfrentamientos contra grupos guerrilleros. Esa mentalidad de ver al manifestante como un enemigo es peligrosa, y se puede ver claramente cuando la respuesta a una arenga de “sin violencia” es una granada aturdidora.
Ahora, aunque esta violencia en el marco del paro nacional fue un factor común en el país, lo sucedido en Cali fue una verdadera tragedia. Es difícil entender cómo el Gobierno Nacional permitió que la situación escalara a ese nivel, pero su falta de asertividad ante la adversidad ya está comprobada. Podría dar ejemplos que llenarían 3 columnas, pero con lo sucedido en Buenaventura a principios de año basta. La ciudad estaba hecha una zona de guerra, sumado a la pandemia y la miseria perpetua en la que vive su población y al día de hoy no se ve una solución clara. Las bandas se cansaron de darse plomo antes de una intervención efectiva por parte del Gobierno Nacional. No obstante, creo realmente que lo sucedido en Cali fue algo más complejo, la combinación de muchos factores que sólo requerían el más mínimo empujón para estallar de la manera en la que lo hicieron. Creo tener una pequeña teoría sobre esto.
Los departamentos del Cauca y del Chocó tienen un fuerte historial de violencia y olvido por parte del Estado. El Cauca lleva décadas siendo disputado por paramilitares, guerrilla, ejército, BACRIM, básicamente cualquier ente armado del país tiene presencia en la región, lo que deja a su población en un fuego cruzado al que ahora se le debe añadir el glifosato. Por otro lado, el Chocó es el departamento más pobre del país con un índice de pobreza monetaria extrema del 38,8% para finales de 2019. En la mitad de estos dos departamentos se encuentra el Valle del Cauca, por lo que Cali es el refugio más cercano para generaciones de desplazados que huyen de la violencia en sus propias regiones. Son personas que no tienen nada que perder porque ya lo han perdido todo, su familia, su tierra y en algunos casos hasta sus raíces. Han sido ignorados toda su vida y el paro se volvió la plataforma para hacerse escuchar y para que algunos sacaran todo el resentimiento que habían llevado por tantos años. A esto se le sumó el fuerte pasado con el narcotráfico de la ciudad y los desmanes del paro para crear la tormenta perfecta. Lo sucedido en Cali es una clara muestra que el pensamiento cortoplacista con el que se plantean las soluciones en Colombia no lleva a ningún lado. ¿De qué sirve celebrar que en 2020 disminuyeron los cultivos de coca si a las comunidades que dependen de ellos siguen sin oportunidades y atrapados en el conflicto?
Mirando hacia la región se puede ver que la inestabilidad y los gobiernos cuestionables son casi que la norma. Perú se tomó mes y medio en declarar un ganador en sus elecciones presidenciales, al expresidente argentino Mauricio Macri lo investigan por envío de municiones a Bolivia, pero lo que está sucediendo en Cuba es prácticamente inédito. Cuba, un país que vive de las remesas y el turismo, ahora no tiene ni lo uno ni lo otro. El gobierno de EE. UU. bloqueó los envíos de dinero al país y pues ya todos sabemos por qué el turismo no es fuente confiable de ingresos actualmente. Hay que sumarle la inocultable crisis sanitaria por el coronavirus, exacerbada por la política del país de enfrentarse prácticamente solo a la pandemia y las condiciones de desabastecimiento y pobreza generadas por la falta de plata. Esto fue un claro “no más” para los cubanos que se tomaron las calles para protestar, dónde fueron rápida y violentamente reprimidos. A los pocos días de las protestas hubo un conveniente colapso generalizado del internet en la isla que hasta ahora se está restableciendo, pero claramente con fuertes bloqueos en las redes sociales. Mientras que la situación en la nación insular sigue en duda, los sectores de derecha del país salen a condenar la espantosa represión autoritaria e irónicamente a exigir diálogos y respeto. Pero ¡ey!, Gustavo Petro no se queda atrás en incoherencia, celebrando como el diálogo social ha sido la gran herramienta del gobierno cubano para presentar soluciones. Casi como si no quisiera reconocer que en la isla se vive una dictadura. Aunque la salida no está clara para Cuba, Biden ya exigió que el gobierno cubano “escuche a su pueblo”.
Por: Santiago Cruz. Candidato a grado de Ingeniería Industrial en la Universidad de los Andes, observador preocupado de la realidad.
*** Esta columna hace parte de la sección de Opinión y no representa necesariamente el sentir ni el pensar de El Uniandino
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