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El Uniandino

Los jóvenes del Covid-19

Actualizado: 25 oct 2020

A la medianoche del 26 de agosto de 2020 Bogotá vió el fin de la cuarentena estricta. El primero de septiembre toda Colombia salió de la fase de confinamiento a lo que, según el gobierno, sería un aislamiento selectivo. La decisión llegó tras cinco meses de medidas confinatorias desde el 24 de marzo, donde todo se vio abruptamente detenido por la pandemia del COVID-19. Tras más de 150 días de encierro la perspectiva de lo que ha sido la cuarentena está sujeta a cambiar y a convertirse en algo líquido, especialmente dentro de la población más jóven, quienes se han visto particularmente afectados. La virtualidad, la salud mental, el tiempo congelado y los problemas económicos son algunos de los problemas que afrontan los jóvenes con abierta incertidumbre. Para explorar qué sintieron y cómo vivieron la cuarentena desde marzo hasta septiembre, seis jóvenes de diferentes universidades nos dieron su perspectiva sobre lo que ha sido esta pandemia en dos momentos: al comienzo del confinamiento en marzo y en septiembre con el fin de la cuarentena estricta.



Primer tiempo: marzo de 2020.



La odisea de viajar

Glendy Neira, estudiante de noveno semestre en la Universidad Nacional viajó días antes de la cuarentena a Cúcuta con apenas una pequeña maleta y su portátil. “Al llegar a Cúcuta los controles eran como si estuviésemos en el extranjero”.


Victoria Herrera consiguió maratonicamente un vuelo hacia Ciudad de Panamá, viajando con varias capas de ropa y dejando parte de sus cosas en la residencia estudiantil, confiando que en julio ya estaría en Bogotá para seguir estudiando en la Universidad Javeriana. “Cuándo llegué a Panamá el abrazo de mi papá fue sustituido por un splash de alcohol para desinfectarme”.


Ambas contaban con que la emergencia no se extendería más de unas cuantas semanas y que la normalidad duraría a lo sumo unos tres meses en volver.


Diego Bedoya tenía una idea distinta. Para él la pandemia no acabaría pronto, suponía que su viaje a Santa Marta se extendería más allá de mitad de año y la posibilidad de regresar a la Universidad Javeriana era remota. “Tenía la expectativa de que esto se iba a alargar por lo menos un año o un año y medio. Haciendo esos cálculos pensaba que me podía devolver a Bogotá en noviembre, diciembre o comienzos de enero”.


“Tenía la expectativa de que esto se iba a alargar por lo menos un año o un año y medio. Haciendo esos cálculos pensaba que me podía devolver a Bogotá en noviembre, diciembre o comienzos de enero”.

Para los tres, los viajes significaron un quiebre en sus vidas y en el imaginario de su espacio y tiempo, sentimiento común en muchos otros jóvenes que tuvieron que dejar una ciudad para ir a sus hogares. Todos dejaron algo atrás que se manifiesta en recuerdos puntuales de lo que quedó suspendido en sus vidas en marzo. Esa llegada a casa trastornó la idea que se tenía de la cotidianidad y la rutina, chocando con la experiencia de vivir una pandemia y resignificar los espacios que antes estaban dedicados únicamente al descanso.


━¿De lo que dejaste qué fue lo que más te costó?


Para Glendy son el tiempo en la universidad y la libertad. Para Diego es su espacio, su sillón, el clima de Bogotá, su rutina. Para Victoria es el choque de vivir una pandemia, “una experiencia surreal”. Dejar todo a medias y dar el último adiós a sus amigos un viernes en la tarde.




Quedarse desde la resistencia en Bogotá.


Alejandra Caballero, estudiante de la Universidad de los Andes, decidió permanecer en Bogotá por miedo a contagiar a su familia y porque necesitaba una conexión estable a internet para poder continuar sus clases. Mientras la cuarentena se iba alargando, hacía maromas para poder mantener su estabilidad emocional a medida que extrañaba a su madre y las noticias del coronavirus se confundían con los episodios de violencia de los últimos meses en Colombia.


Sophia Castro, de la Javeriana, y Sarha García, de la Nacional, son de Bogotá y como millones de personas sus fronteras se redujeron de las calles a la puerta de sus hogares. Para Sarha la cuarentena existe y no existe, como un gran espectro. “La pandemia existe y no existe en Bogotá. En lugares privilegiados como Teusaquillo se vive en las calles, se incumple en la casa. En lugares marginados como Kennedy la pandemia solo existe en tapabocas, la necesidad es apremiante”.


Para Sophia es similar, pues si bien se ha mantenido a flote durante este tiempo, el miedo de contagio es latente, pues vive con personas con factores de riesgo. Para ella, las medidas implementadas en la capital han ayudado en términos epidemiológicos, pero han sido insuficientes en términos económicos y de equidad social.


Para las tres, vivir la cuarentena desde la ciudad con más contagios en el país supuso una carga emocional pesada. Las condiciones sociales y demográficas han hecho que la pandemia en Bogotá sirviera para exacerbar problemáticas que aquejan de manera diferenciada varias partes de una misma ciudad. El teletrabajo es más fácil para alguien con empleo fijo y acceso a internet, pero no para aquél que vive del trabajo informal. En la capital el asunto se redujo a una premisa sencilla y cruel: o es el coronavirus o es el hambre. Vivir este ambiente de frustración y angustia no es fácil, y más aún cuando hay grandes pérdidas de por medio.


━¿Qué fue lo más difícil?


━La mayor dificultad a nivel personal fue tener que cerrar una tienda de cosméticos que teníamos con mi familia, y ver a su paso cómo muchos negocios de familias iban también cerrando ━dice Sarha García.


━La mayor dificultad a nivel personal fue tener que cerrar una tienda de cosméticos que teníamos con mi familia, y ver a su paso cómo muchos negocios de familias iban también cerrando ━

━No ver a mi familia, porque mis padres son separados y tengo hermanas. Yo vivo con mi mamá entonces ha sido doloroso y duro para mí ━responde Sophia Castro.


━Creo que este es el periodo más largo en el que he estado separada de mi mamá y eso duele. También mi gatito está muy enfermo y no sé si pueda volver a verlo antes de que esto termine. Me imagino llegar a abrazar a mi mamá y darle un beso a Cocó ━cuenta Alejandra Caballero.



Intermedio


Les pedí a los estudiantes que me dieran el soundtrack de su cuarentena y que resumieran el encierro en tres palabras.




Segundo tiempo: septiembre de 2020



Puntos suspendidos


Sin importar en dónde estén o qué hayan tenido que hacer para llegar ahí, el miedo y la ansiedad son puntos comunes. En Colombia, los jóvenes y las personas de bajos recursos son los que más han visto afectada su salud mental, efecto documentado por la Universidad Autónoma de Barcelona. salud mental | Revista Pesquisa Javeriana

La respuesta al cambio repentino y abrupto de las rutinas y los espacios, la sensación de impotencia e incertidumbre frente a los problemas económicos, sociales y de salud son una bomba de tiempo que amenaza con explotar en cualquier momento en medio de las condiciones de encierro. La pandemia se ha extendido de tal manera y ha tenido consecuencias tan feroces que desde la población joven es imposible mantenerse al margen.


Dentro de todo, poco a poco han ido encontrando formas para afrontar estos miedos invisibles pero latentes. Paradójicamente, en estos tiempos tan interconectados, alejarse de las redes sociales aparece como una buena opción para dedicarse a entender el cuerpo y las emociones, como es el caso de Alejandra Caballero: “he tratado de desconectarme de las cosas que me generan más miedo y ansiedad, como las redes sociales, para poder comprender los motivos que explican por qué me siento así en ocasiones”. Para Diego y Glendy, el refugio estuvo en poder pasar tiempo en familia, encontrar nuevos hobbies, descubrir nuevos espacios.


Sin embargo, también detrás de esto persiste el constante miedo que pulula en el ambiente. Sarha, por ejemplo, decidió asistir a terapia, pues la ansiedad y el hecho de pensar continuamente en diferentes elementos se convirtió en un martirio. “He tenido crisis de ansiedad pensando que el agua potable algún día se va a acabar y no está muy lejano ese destino. Así que para afrontarlas con tranquilidad, decidí ir a terapia”. Victoria y Sophia lo han asumido con una perspectiva similar: frente a las constantes noticias de contagios y muertes que cada vez se acercan más a la puerta del hogar la mejor respuesta, o tal vez la única, es aferrarse a la calma y a la paciencia.


Entre el escepticismo y la esperanza


A septiembre de este año, tras seis meses de encierros y medidas restrictivas, surge una pequeña esperanza de volver a retomar poco a poco todo aquello que se quedó estancado o muerto, en marzo.


Aunque el panorama puede verse optimista desde el relajamiento de las medidas, las opiniones de los jóvenes se encuentran divididas. Para algunos, la ilusión de poder volver a habitar esos espacios se ha vuelto un mástil donde apoyarse en estos momentos de crisis.


La ilusión de aquello que se dejó en ese viaje sin retorno mantiene el ánimo y sirve como bálsamo en estos momentos, como es el caso de Diego: “Yo creo que es lo que más anhelo, esa esperanza es la que sigue ahí intacta, para seguir o volver a hacer cosas que dejamos en marzo”.


La idea de volver se vuelve bastante difusa, al igual que la esperanza. Algunos prefieren simplemente desear en vano que todo volviese a ser como antes, como rebobinar la cinta de una mala película, otros sienten que simplemente nada va a volver a ser como antes, los demás solo creen que la normalidad sigue pero con tapabocas, pues es una cuestión de necesidad y supervivencia.


La idea de volver se vuelve bastante difusa, al igual que la esperanza. Algunos prefieren simplemente desear en vano que todo volviese a ser como antes, como rebobinar la cinta de una mala película

En este punto las perspectivas del tiempo y los espacios han cambiado, la realidad de la pandemia hace mucho que dejó de ser esa idea de un fantasma remoto donde lo que pasaba en otros continentes no nos afectaba en absoluto. Para este punto, con las cosas empezando nuevamente, surgen varias dudas: ¿cómo saldremos? ¿Cómo volveremos a habitar la calle, los espacios de la universidad? Y, aún, ¿volveremos mejores?


━¿Sientes que saldremos mejores de esta pandemia?


━Me gusta pensar que aquellos que tengamos la posibilidad de tener un contexto que nos permita desarrollar esas intenciones no renunciemos a la idea de construir desde nuestras acciones individuales y colectivas un lugar mejor para todos- dice Alejandra Caballero.


━Esperemos que la gente cambie, que se vuelva más solidaria, más empática porque sabemos que ha habido un montón de personas que han sufrido; pero yo siento que muy pocos son los que vana tomar esa reflexión y van a ponerla en práctica- comenta Diego Bedoya.


━Me considero una persona positiva que piensa que de esta pandemia saldremos mucho mejor. Espero que la gente se dé cuenta que hay que ser mucho mas empaticos, no dar por sentada a la familia, que entre todos nos ayudemos. Espero que nos volvamos una mejor sociedad, una mejor familia, un mejor pais, que miremos adelnate con ojos de esperanza - responde Victoria Herrera.


━Siento que nos falta mucha empatia y solidaridad y no creo que eso se vaya a recuperar después de la pandemia - piensa Sophia Castro.


 

Por: María Fernanda Alarcón



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