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El Uniandino

Las dos caras de la moneda



Hace aproximadamente once años estoy vinculado a la universidad, hoy en día soy estudiante de doctorado en el área de ingeniería industrial y también soy profesor de cátedra en el mismo departamento. Adicionalmente, soy profesor asistente en la Universidad Sergio Arboleda en el programa de ingeniería humanitaria. Digamos que he tenido la oportunidad de convivir con las dos realidades académicas de la pandemia, ser el profesor y ser el estudiante, y creo que mi visión puede ofrecer un punto de vista muy directo e imparcial sobre las dos caras de la moneda. Como estudiante doctoral mi realidad no es la misma que la de los estudiantes de pregrado; las horas en el aula -hoy en día en los computadores- en mi caso son horas en el laboratorio -irónicamente, hoy también en los computadores- o mucho más dedicadas a la investigación y a la producción de nuevo conocimiento. Mi conclusión como estudiante, y específicamente como estudiante doctoral que en teoría está produciendo nuevo conocimiento, es que el conocimiento se detuvo. La pandemia cambió por completo la forma en la cual se producía nuevo conocimiento y en conversaciones que he tenido con mis compañeros, quienes necesitaban imperativamente de los equipos que se encontraban en la universidad para el desarrollo de sus investigaciones, llegamos a la conclusión que cuando inició la pandemia lo primero que nos tocó hacer fue parar la nueva ingeniería. El desarrollo de todo el nuevo conocimiento que se estaba generando dentro de la universidad se detuvo. Personas que llevaban cuatro o cinco años realizando experimentos y se encontraban ad portas de obtener resultados, tuvieron que parar su trabajo y enfocarse exclusivamente en aplicar el verbo insignia de la pandemia, tuvieron que “reinventarse”.


El uso de cámaras anecoicas u otro tipo de elementos, que son procedimientos normales dentro de lo que ellos hacen, se convirtió en que ahora estás frente a un computador tratando de simular, o emular lo que estaba pasando en el laboratorio tratando de obtener unos resultados. Esto nos llevó a tener una ingeniería menos válida, a mi forma de ver. Una ingeniería que se adapta a la realidad, pero que no es, ni va a ser, la misma. Dentro del rol de estudiante siento que somos los estudiantes de programas avanzados, más que los estudiantes tradicionales, los más afectados por la pandemia y quienes nos encontramos más limitados por la situación actual. En mi caso es todavía un poco más complejo porque yo trabajo para Ingenieros Sin Fronteras Colombia -un grupo de ingenieros que nos dedicamos a trabajar por las comunidades colombianas- y nos tocó empezar a pensar en cómo hacer ingeniería que tuviera impacto social, pero sin salir de nuestras casas. En mi caso, yo trabajo con migrantes venezolanos y es complicado porque debo encontrar la forma de hacer una ingeniería que tenga impacto en la vida de estas personas, pero al mismo tiempo me permita seguir haciendo mi investigación. Esto desemboca en que hay que pensar en soluciones muy rápidas y me llevó a convertirme en una herramienta, y así me veo en este momento, que permitiera conectar a estas personas con la realidad de la pandemia. Muchos de ellos tienen sus negocios callejeros, pero ¿cómo conviertes un negocio callejero a otra realidad? La primera limitante en este tipo de problemas es la tecnología, porque no es lo mismo que es para uno. Uno pensaría que es tan sencillo como tener una videollamada, pero la ingeniería que tenía sentido, para nosotros y para ellos, no era la de la videollamada. Sigo tratando de encontrarle sentido a este tipo de ingeniería, pero lo único que he logrado hacer es cosas del estilo de páginas web para ayudarles a ellos a comercializar sus productos. No sé qué vaya a pasar con la investigación y mucho menos qué vaya a pasar con las comunidades vulnerables en esta pandemia, porque sin dudas han sido los más afectados.


Mi experiencia como profesor es fundamentalmente diferente. En estos momentos acabo de terminar, más o menos, un curso vacacional donde me tuve que convertir en otro Andrés y la experiencia es más o menos así. Dicto un curso que se llama Proyecto Intermedio, que es la otra opción para los estudiantes que no realizan prácticas profesionales. Normalmente este curso se dicta todo un semestre, pero se abrió la oportunidad de verlo de manera vacacional debido a la proyección del número de estudiantes que van a hacer prácticas profesionales en 2020-2. Este curso tuvo para mi un gran requerimiento técnico en el área de la educación. Si bien ya estaba dictando cursos virtuales antes de este, puesto que no tengo más opción, dictar este curso en este formato me significó repensar toda la dinámica de la clase, llevándome a casi no dormir por aproximadamente dos semanas. Aunque a primer vistazo parezca trivial, la experiencia de las clases virtuales es muy diferente para profesores y estudiantes: para el estudiante es mucho más sencillo porque solo implica sentarse frente a un computador, escuchar la clase, hacer actividades, cerrar el computador y listo, te desconectas de la materia y se acaba. Pero para los profesores nos implica repensar todos los días nuestras clases.


Una experiencia significativa para el estudiante implica que el profesor se haya tomado muy enserio la labor de convertir la información, de que ese conocimiento que antes se compartía en un aula de clase ahora sea transmitido de manera virtual. Debemos preparar con antelación los temas, buscar estrategias nuevas para poder explicarlos, buscar mecanismos para tener retroalimentación de los estudiantes y así saber si realmente están entendiendo lo que les decimos o no. Toma muchísimo tiempo y el nuevo modelo de educación me da miedo, porque pienso que este modelo afectará mucho más a los profesores que a los mismos estudiantes. Pienso en profesores que ya tienen una edad avanzada, que de pronto sí conocen de tecnología, y eso no lo dudo, pero que sus didácticas de enseñanza llevan tantos años establecidas que modificarlas de manera abrupta implica necesariamente un compromiso mucho mayor para encontrar, en tiempo record, un mecanismo que les permita adaptarse. Este nuevo reto me llevó a cambiar mi estrategia en clase, me llevó a cambiar el enfoque del curso. Inicialmente yo no dictaba ningún tipo de catedra, mi clase era únicamente un proyecto, pero me dije “yo quiero acercar la realidad cada vez más al estudiante, que el estudiante viva la normalidad, la nueva normalidad”. Ahora el enfoque del curso consiste en llevar al estudiante en un proceso de 7 días para que conozca la realidad. Esto implicó montar una experiencia de día por día y ahora el estudiante debe sentirse como en un training de proyecto, en un training con empresas, en un training con retos diarios, en donde debe pensar y repensar lo que significa ser un ingeniero industrial. Si me hubieran preguntado sobre cómo pensaba que iba a resultar esto, probablemente hubiera respondido que mal. Para uno como profesor es más fácil pensar que todo va a salir mal en las clases, porque normalmente es lo que pasa. Yo entiendo cuando la gente dice que los profesores le pierden interés a la enseñanza, porque no es sencillo, el estudiante uniandino a veces es muy resistente al nuevo conocimiento porque ya tiene un modelo de lo que debe y puede ser. Cuando tú llegas a cambiarle ese modelo se conflictúa y se emberraca.


Después de dictar este curso ya no sentimos que es Proyecto Intermedio, sino que sentimos que es otra cosa, sentimos que es un nuevo curso, un nuevo Proyecto Intermedio. La nueva normalidad de la educación nos tiene que llevar a crear los nuevos cursos y no pueden ser iguales, no van a ser iguales, el conocimiento va a cambiar. Hay una nueva normalidad en todo y tenemos que aprender a adaptarnos a ella, pero la pregunta que tiene que quedarnos a todos es: ¿qué tan dispuestos estamos a adaptarnos a una nueva normalidad? Realmente todos estamos en la misma página en estos momentos, estamos construyendo la misma historia, estamos yendo en la misma dirección y cuando el mundo deje de estar parado, tenemos que pensar: ¿cuál va a ser el nuevo mundo?



 

ESTA HISTORIA FUE COMPARTIDA CON NOSOTROS POR ANDRÉS ACERO

Adaptada por: Carlos Bueno


Diseño por: Valentina Duque



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