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  • El Uniandino

Land of Silence and Darkness: Habitar un mundo sin sombras




La luz se cuela entre un velo difuso que ya no distingue los colores. El sonido se pierde entre un pitido sordo y se convierte en una interferencia muda. La prosa pasa de una línea en el papel a una circunferencia en la palma seguida de un recorrido por el anular. Es un ostracismo involuntario, replegarse, mirar hacia adentro, descifrar la vida por sus formas y escucharlas por el roce de la piel. Después de una hora y veinte minutos la imagen se funde a un negro sin sombras, el volumen baja y nos deja de nuevo en la tierra de la oscuridad y el silencio.


Land of silence and darkness es un documental ambicioso en su propósito, esconde un conflicto entre el sujeto y sus medios narrativos. Herzog filma una lucha por la comunicación desde una vida aislada, es un retrato entre versos y colores de personas que viven a través del tacto. Es una imagen en homenaje a quienes no la pueden ver, una historia que enaltece a quienes no la pueden escuchar.


La guía es Fini Straubinger, una mujer alemana que ha dedicado su vida a ayudar a personas ciegas y sordas a interactuar con el mundo que los rodea. En su juventud, después de una caída, su capacidad de escucha se fue apagando y la vista se le oscureció poco a poco. Después de una temporada de postración, Fini aprende a comunicarse con el lenguaje de la mano y recupera la fuerza física y emocional para vivir del trabajo con personas que comparten su discapacidad.


La película sigue a una Fini inalterada, la encuadra en una realidad que resalta sin adornos. Oscila rígidamente entre planos medios y enteros, en tomas largas. Herzog la acompaña con cámara en mano y unidades de sonido portátiles. Así, los eventos se cruzan con la imagen de la forma más directa posible. Entre vuelos en avión, el juego de un chimpancé en el zoológico, e invernaderos plagados de flora alemana, el plano se transforma en poesía inconsciente. La manipulación audiovisual cae ignota ante una imagen que toma lo extraordinario de una verdad en crudo. Contrasta con otros trabajos donde lo magnifico se resalta. En The great ecstasy of woodcraver Steiner (1974), entre el montaje, los objetivos y la música exacerban el sentimiento de adrenalina en un documental sobre paracaidistas. En Fitzcarraldo (1982) Herzog involucra a sus personajes en el transporte de un barco entre las selvas amazónicas para elevar la opera a nuevos escenarios. Aguirre, der Zorn Gottes (1972) se pierde en los terrenos virgenes de un Perú precolombino. Land of silence and darkness es una película que, por el contrario, parecería ser intimidante, desconsoladora. Sin embargo, escapa de un tono morbosamente deprimente y tampoco resulta en ser una esperanza conmovedora.


La película explora dimensiones remotas del ser. A medida que avanza, se encuentra con formas de existir cada vez más abstractas. Durante la primera mitad Fini se encuentra con personas que alguna vez, como ella, pudieron ver y oír, que aún retienen los retazos del lenguaje hablado. Julie, amiga de Fini, recita un poema compuesto por ella misma. Fini describe entre metáforas el significado de su discapacidad.


Las experiencias posteriores adquieren un sentido sensorial más poderoso. Vemos a un niño que maneja con dificultad el lenguaje sumergido en una piscina. Experimenta el agua entre el éxtasis y el misterio. Estar sumergido o bajo las cascadas de la ducha parecen ser momentos que trascienden los límites de la verbalización Por último aparece Vladimir, un joven ciego y sordo de nacimiento con limitaciones cognitivas. Está solo en el cuadro, experimenta con su mundo cercano. Aunque con una técnica de rodaje sencilla, Herzog no ignora su devoción por el enunciado poético. Entre las palabras de las ancianas y los estímulos de los jóvenes, lo cotidiano desaparece y el lente se enfoca en el poder evocativo de las emociones. El momento en que el lenguaje se queda corto para hablar de la profundidad de lo que es ser humano, la epifanía.


El sujeto implícito del documental es entonces la comunicación. Se erige un debate entre el retratar los esfuerzos por interactuar y comprender la conexión de las personas con su mundo interior e inviolable que surge de la penumbra constante y silenciosa. Sin querer, la pregunta se eleva a las necesidades que derivan de la humanidad. Para Fini, la interacción social y poder compartir sentimientos es una parte fundamental del ser. Para Vladimir y el niño de la piscina, hablar con la exterior resulta menos urgente o siquiera importante. La reproducción fiel y poco sugestiva de la realidad de los ciegos sordomudos, resulta más sugestiva que la creación de un ambiente artificial para invocar sentimientos desconocidos para nosotros.


Al final, tal vez el aislamiento es la mejor oportunidad de establecer conexiones con la nota más aguda de nuestra condición humana. El encierro despierta la necesidad de la interacción social, de entablar una conversación con otra persona. Tal vez detona un impulso irrefrenable por hacer arte, por hornear un pan de banano o cantar una canción en el balcón. O, como declamaba Carlos Obregón, tal vez es un respiro para mirar el ser hacia el ahora y escuchar lo que vibra. En este documental como en los últimos treinta días, el encierro involuntario es una exploración de lo que significa estar vivo en condiciones adversas.


Primero pensé en lo difícil de retratar una vida de comunicaciones limitadas. Después de pensar en el documental por un tiempo, de pasar días sin salir a la calle, inevitablemente llegué a la conclusión de que tal vez las formas convencionales de experimentar el mundo se agotan en lo prosaico, que somos nosotros a quienes nos limitan las letras, los sonidos y los retratos. Tal vez en la oscuridad y el silencio podremos encontrar nuevas formas de vivir.



 

Por: David Mejía Rave

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