La película Jules et Jim (1962), dirigida por François Truffaut, es uno de los principales filmes de la Nueva Ola Francesa. La trama de esta gira en torno a una amistad que se ve envuelta en un trío amoroso con Catherine, una de las protagonistas del filme. Ella se inscribe por fuera de los parámetros del personaje femenino de la época al ser quien toma las decisiones relevantes para la trama de la película. Jules, por su parte, representa el deseo de una relación estable con un amor familiar, mientras que Jim encarna el requisito de la libertad por encima de las ideas de estabilidad. Esta idea representaba una reacción polémica en el entorno de los espectadores, quienes, posterior a admirar a Truffaut bajo el ideal de ser el director del filme ganador del Festival de Cannes en 1959, entran en conflicto con las ideas de poligamia que plantea en este nuevo largometraje. Este tópico, aún así, representa una idea muy llamativa de reconfigurar las relaciones reconociéndolas como un conjunto que no se limita a la implicación de dos personas, sino que, por el contrario, depende de muchos factores externos sin los cuales estas no pueden existir.
Sobre este tema la revista Anfibia, en su artículo “Nunca fuimos monógamos” escrito por Maximiliano Marentes, explica de manera precisa la necesidad que existe en considerar el entorno como un agente incluso más importante que la pareja que funciona como protagonista. En este, se presentan diversos argumentos enfocados a entender a la pareja desde la universalidad y con su arraigado carácter del recorrido que han hecho para llegar hasta allí. En dicho entorno resulta decisivo considerar todos los aspectos que entran en diálogo, tales como los objetos que cobran un valor sentimental, las personas que están tanto antes como después de que se conforma la relación e incluso las que se forman a partir de la misma, además, en especial en este caso, juega un papel importante el intelecto de cada uno de los personajes y cómo este entra en conflicto con el criterio del otro.
En primer lugar, la monogamia se rompe en torno a las identidades que cobran los objetos que se configuran como entidades decisivas para construir la relación. Para comenzar, los personajes de Jules y Jim se conocen bajo el humo de cigarrillos y juegos de dominó. El primer elemento evoca el carácter culto de lo que representaba el intelecto, este se elabora a partir de las lecturas con el objetivo de establecerse sobre sí mismo en la periferia de quienes no lo hacen. Así mismo, el factor de los atuendos funciona como una idea de equipararse entre ellos para que, a los ojos de Catherine, se entiendan como un dúo inseparable. En su paseo por la playa, parece que el enfoque de cada uno de los objetos que se encuentran perdidos establece el propósito de encontrar el rumbo en el camino de ideas que no parecen estar conectadas bajo ningún criterio. Objetos, como el sombrero de Catherine que se queda en el río, constantemente sugieren al espectador que la trama vuelve a esos elementos e intenta resolver las señales que van quedando inconclusas.
Resulta imposible concebir las relaciones del filme sin la existencia de estos objetos, bien representen un obstáculo o un vehículo para que la convivencia de los personajes surja. Incluso elaboran de manera simbólica la personalidad de cada uno. A partir de este ideal, se configuran además ciertos papeles decisivos para que la relación se establezca. ¿Sería acaso posible imaginar la relación de Jules y Jim y el final de esta sin la implicación de Catherine? Más aún, ¿sería posible establecer a Catherine como personaje en la vida de Jim sin la existencia de Gilberte? Esta última –incluso siendo un personaje secundario y del cual no se proporciona mucha información–, al contrario de Catherine, sí se inscribe en el papel de mujer que se espera de ella, representando cierta seguridad que Jim buscaba. Se argumenta, de esta manera, que los destinos no se forjan por el azar y que estas relaciones de pareja surgen por la intervención de terceros. Intervención que no en todos los casos es positiva, sino que al plantear un obstáculo genera una reacción en la manera de afrontarlo y es responsable, por ende, del surgimiento de la pareja. Es importante comprender que los celos de Catherine requieren de Gilberte para que ella se encapriche con Jim. En general, el tópico de los celos puede reconocerse como primer signo de la no monogamia al poner como premisa que también terceros que no permanecen en la relación son causantes de la manera en la que se configura la pareja. Incluso, la ausencia de estos puede controlar que se permanezca o no en una relación. Por ejemplo, el hijo no nacido de Catherine pudo suponer un agente decisivo para que Jim (el padre) hubiera decidido permanecer con ella.
Finalmente, conceptos menos tangibles, como el intelecto de los personajes, parecen funcionar como sombra de cada uno y surgen en un sentido figurativo como un estándar de compatibilidad. Es decir, a Catherine se le muestra en la película como aquella mujer que se enmarca en el campo de lo ajeno a la cultura. Cuando Jules y Jim conversan sobre Shakespeare, Catherine suele perder el interés. Al ser descrita por Jules, es enunciada como “una mujer no inteligente, pero mujer en todo sentido''; este diálogo inscribe al personaje en el sentido del arquetipo femenino que le corresponde socialmente, pero que a su vez reconocen se presenta renovado en la agencia que posee sobre los hombres. En general todas las mujeres de la película parecen funcionar en la periferia del intelecto masculino, y ese deseo de Catherine por inmiscuirse en este campo hace que su acercamiento a la literatura sea causal de conmoción en Jim tras una cita que ella resalta en un libro. Este aspecto del intelecto parece evocarse en un sentido recíproco entre lo tangible y lo sensorial. Por ejemplo, el cuadro de Picasso en el apartamento de Gilberte desarrolla su agencia por fuera de Jim y la configuración de su propio intelecto en un aspecto autónomo que no va a desaparecer por la ausencia de un tercero. Es sensorial, de manera más global, al evaluar aquello que se debe buscar constantemente en una forma que no tiene valor comercial y que está directamente relacionada con la formación del carácter.
En conclusión, el carácter de cada uno de los personajes no es el único aspecto que se ve alterado por los rasgos externos. Por el contrario, las relaciones dependen no solo de los objetos como signos de la relación, sino que también los efectos de estos mismos objetos influyen en cómo pueden inhibir o propiciar la relevancia de cada relación. Al evaluarlo, quizá el título de la película hace que la ausencia de Catherine en él sugiera que su carácter no es obstáculo para que Jules y Jim dejen de ser ellos mismos. Incluso cuando su automóvil es un factor indispensable para la muerte de Jim, su influencia no es tal para que a cada uno de los protagonistas se le considere sin la idea del otro. Esta perspectiva es enriquecedora no solo para comprender relaciones ya establecidas, sino que, a su vez, es posible establecer un filtro visual mediante el cual se encuentran rastros de relaciones por comenzar.
Por: María José Huérfano Cuervo
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