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El Uniandino

Historia de dos ciudades: ¿Qué pasó en Bogotá con las marchas a favor y en contra de Petro?

Hay una canción de hip-hop colombiano titulada Bacatá, en honor a la capital del país. En aquellas líricas escritas por el rapero bogotano Kalvo, hay una frase que llamó mucho mi atención: “Porque ella es la ciudad y la ciudad es suya. En la capital una mitad no es tuya. Una mitad no es tuya”.



He vivido toda mi vida en Bogotá y con el paso de los años he aprendido a apreciar los matices de esta ciudad. En ella, los grises edificios modernos se mezclan con las edificaciones prehispánicas, las estatuas de los héroes patrios están cubiertas con mensajes antisistemas y la élite del país convive con el vendedor ambulante, el estudiante y el habitante de calle. Todo esto se entreteje en un mosaico urbano, un tejido sociocultural más complejo en el que los ciudadanos somos retazos, cubiertos por la mezcla de mundos aparentemente distintos.


Me detengo en la Plaza de Bolívar. En este espacio custodiado por hordas de palomas grises que revolotean sin rumbo alguno, un punto capta mi atención: al frente del Edificio del Congreso, en el corazón de la plaza, se encuentra ubicada una estatua de Simón Bolívar. Esta figura de bronce ha vivido en carne propia varias manifestaciones sociales: el martes 14 de febrero, su cuerpo verdoso estaba cubierto por un poncho de lana roja y negra, el cual llevaba grabado el logo de Asoinca, un sindicato de docentes indígenas del Popayán y del Cauca. Pero al día siguiente, aquella prenda fue reemplazada por una bandera de Colombia, un sombrero de lentejuelas, un dólar gigante y la foto de un feto de siete meses.


Ha transcurrido casi un mes desde que el presidente Gustavo Petro y la oposición convocaron a la ciudadanía a las calles para mostrar respaldo e indignación a las reformas propuestas por su gobierno. Tuvimos tres días de tensión: el lunes abrimos la semana con el “show” de las manos pasando la Reforma a la salud; el martes tuvimos a Petro dando un discurso a sus seguidores en la Casa de Nariño y a la mitad de semana teníamos a una oposición enardecida gritando arengas en contra del mandatario y su gobierno.


Es cierto que la convocatoria a las calles ha demostrado la diversidad de "agencias políticas" que surgen en las protestas sociales y del poder que pueden ejercer en la esfera política. Sin embargo, este evento también ha dejado en evidencia lo fragmentado que está nuestro país.


14 de Febrero

Cuando escuché los tambores, sabía que me había encontrado con la marcha.

Un grupo de nueve músicos se paró en la mitad de la calle. El grupo estaba conformado por mujeres y hombres jóvenes, los cuales llevaban camisetas blancas con el logo de la Central Unitaria de Trabajadores de Colombia, o CUT, y el rostro pintado con la bandera de Colombia acompañado de líneas blancas. Se ubicaron en filas: los de las esquinas cargaban unos tambores de gran tamaño, mientras que el se encontraba del centro tenía en sus manos un redoblante.


El conductor, un hombre de unos treinta de cabello negro, dió la primera señal. El músico que se encontraba en el centro comenzó a marcar el ritmo con el redoblante. Su mirada inexpresiva estaba observando fijamente a aquel público que lo rodeaba en un círculo. Empezó a tocar un ritmo simple.


Ta. Ta. Ta


Y en cuestión de segundos la parranda llenó el ambiente. Sus compañeros se unieron en el cuarto tiempo, haciendo una mini sinfonía de tambores. Sus cuerpos emanaban un aire de júbilo. La percusionista que se encontraba en la esquina derecha —una muchacha rubia de unos veintitantos— movía la cabeza y gritaba “oe” a todo pulmón, mientras su compañera trataba de seguir el paso.


Después de cinco minutos de toque, el grupo comenzó a desplazarse por la diecinueve, con destino final a la Plaza de Bolívar.


El 14 de febrero fue un San Valentín bastante peculiar. Mientras que unos celebraban con su pareja, otros se citaron en las calles para demostrarle tanto amor a su país como a Gustavo Petro. Ese día, manifestantes alrededor del país marcharon a favor del actual presidente, su gobierno y reformas. Estas habían sido convocadas por el mismo Petro a través de su cuenta de Twitter, y para echarle más picante a la cosa, convocó a la gente a escucharlo dar su discurso en la Plaza de Armas —un lugar que había sido de uso exclusivo para los presidentes para recibir a mandatarios de otros países.


Las banderas que cargaban los manifestantes le dieron vida al monótono paisaje grisáceo de la plaza: allí se veían las banderas rojas de Asoinca, las naranjas de Fecode, las amarillas de la Unión Patriótica, las blancas de Comunes, los pañuelos verdes de las feministas, la franja azul de la bandera del M-19 y el morado de las banderas del Pacto Histórico, que creaban un collage abigarrado de colores.


Por el lugar había pancartas que tenían frases que había usado el presidente en su campaña, como Que la Dignidad se haga costumbre o Es hora de vivir sabroso. Movimientos sociales indígenas, ambientalistas, afro, campesinos, anticarcelarios y víctimas del conflicto usaron este tipo de slogans para expresar sus causas y darle un discurso de aliento al pueblo.

Incluso, hubo arte en la Plaza de Bolívar: llegaron artistas de circo disfrazados caminando en zancos, seguidos del sonido de las flautas de un grupo de músicos indígenas, y en la mitad del apogeo, apareció un artista callejero disfrazado de toro con un cartel que decía No más olé.


“Yo marcho por la paz. Paz para los animales. Paz para la Tierra. Paz para el agua. Paz para la lucha animalista”, dijo el artista.


Una larga fila serpenteaba hasta la entrada octava y novena de la Casa de Nariño. La gente esperaba desde muy temprano a que dieran la entrada. Mientras yo esperaba al lado del Congreso, observé a un grupo de gente asomándose por las ventanas: era David Racero, el presidente de la Cámara de Representantes, y su equipo. Estaban sosteniendo un afiche largo que decía “Cambio Real, Cambio de Época”. Al igual que Racero, otras figuras políticas de izquierda como el exsenador Gustavo Bolívar, y el concejal de Colombia Humana José Cuesta Novoa, fueron a mostrar su apoyo. Pero también, hubo políticos que hicieron oposición, como fue el caso del congresista por el Centro Democrático José Uscategui, quien estuvo en la mañana en el monumento a Nuñez protestando por casos de policías desaparecidos.


A las cuatro y media, entré a la Plaza de Armas. Sus suelos de piedra estaban llenos de gente que esperaba con ansias el discurso de Petro. Se escucharon arengas como “Petro, amigo/ el pueblo está contigo”. Para hacer amena la espera, salió el bajista de Doctor Krapula, David Kawooq, a tocar en compañía de otros dos músicos. Cantaron la canción del Plan de Desarrollo, pieza que comenzaba con el siguiente estribillo: “Colombia, unidos por el cambio por la vida/ Colombia, potencia de la vida”.


Después de su presentación salieron los ministros, de los cuales pude distinguir a primera vista a la ex ministra de cultura, Patricia Ariza, a la de salud, Carolina Corcho, a la de vivienda, Catalina Velasco, al ministro de justicia Néstor Osuna y al de interior, Alfonso Prada. Al mirar de nuevo, percibí al ministro de comercio Germán Umaña, a la de trabajo, Gloria Inés Ramirez y al ministro de transporte, Guillermo Reyes. Cabe resaltar que allí no estuvo presente el ex ministro de educación, Alejandro Gaviria.


Sonó el himno de Colombia. En la Plaza de Armas se escuchaba una sola voz entonando el himno. En esas, salió una mano del balcón de la casa de Nariño. Saludó de forma animada al público por unos minutos y luego desapareció. En esos breves cinco minutos, la multitud enloqueció y gritó de emoción. Luego salió a escena el presidente Gustavo Petro. Lo recibieron con aplausos y con coros: “se vive, se siente/ Petro presidente”. Banderas colombianas se agitaron de un lado a otro, recibiendo al mandatario en una marea amarilla, azul y roja.

Desde el balcón de Palacio y mirando de frente al Congreso, Petro dio ante centenares de sus seguidores su discurso. Agradeció el apoyo de sus seguidores y volvió a transmitir el mensaje de lo fundamental que es que la ciudadanía haga entender al Congreso la necesidad de un cambio, y en esa línea, insistió en que en Colombia no habrá “paz ni democracia” si no se aprueban sus reformas de salud, laboral y pensional.

“Si le entregamos a Colombia a los más poderosos, no habrá oportunidad para los más pobres” dijo el presidente mientras el público le aplaudía. También, advirtió que habría un nuevo brote de violencia de no aprobarse sus reformas, recordando lo ocurrido con Gaitán:

“Quizás en los círculos del poder económico se tejen mecanismos para impedir, a partir del dinero, una época de cambios en Colombia. Si eso es así, solo hay que recordar 1938, detener la Revolución en Marcha condujo al asesinato de Jorge Eliécer Gaitán y a una violencia que aún no termina”, aseguró el mandatario.

Cuando cayó la noche, la gente se retiró de la Plaza de Armas, y la tranquilidad volvió a abrazar a la Plaza de Bolívar.


15 de Febrero

Una mancha blanca se esparcía por el Parque Nacional hasta el monumento dedicado a Rafael Uribe. Los manifestantes comenzaron a concentrarse por la séptima: algunos llevaban camisetas blancas, sombreros de corte aguadeño, lentes oscuros o banderas de Colombia atadas como si fueran un chal.

“Vamos a marchar porque no estamos de acuerdo con el señor Presidente. Si miramos su trabajo como senador, el man no hizo nada por sacar proyectos de ley para mejorar la Ley 100 que tanto criticaba. Como precandidato a la presidencia dijo tantas cosas, tantas promesas que le hizo a los jóvenes y a la gente, y cuando llegó a la presidencia se le olvidó. Él ha sido cínico y mentiroso”. Dijo Emérito Rodríguez, un comerciante de la ciudad de Bogotá.

Las palabras de Rodriguéz expresaban el pensamiento de la mayoría de la oposición: criticó que Petro hubiera nombrado ministras que no tenían experiencia alguna en su cargo (haciendo alusión a la ministra de Minas, Irene Vélez, y a la de salud, Carolina Corcho), que las reformas penitenciaria y de drogas iban a acabar con la juventud, que la reforma de salud iba a dejar al pueblo en la miseria, que la gente se iba a volver más pobre, entre otras.

Había pancartas con frases como Petro Guerrillero, No quiero una dictadura castrochavista o Di no a las Petroreformas. Del mismo modo que ocurrió con la marcha del día anterior, varios colectivos se hicieron presentes. Por ejemplo, colectivos provida estaban en mesas recolectando firmas para realizar un referendo contra el derecho al aborto.

Los manifestantes tenían la intención de dirigirse hacia la Plaza de Bolívar, pero Alejandro Aparicio, uno de los organizadores de la protesta, sugirió cambiar la ruta hacia el Monumento de los Héroes debido a que no tenían los permisos necesarios para concluir la marcha en la plaza. A pesar de esto, algunos manifestantes seguían exigiendo llegar a la Plaza de Bolívar argumentando que "ahí estaba el criminal". Después de discutir por veinte minutos, decidieron desplazarse por toda la séptima y llegar hasta la plaza.

La Ola Blanca se tomó la ciudad, y las arengas anticomunistas y anti petristas se adueñaron del paisaje sonoro urbano. Mientras me encontraba tomando fotografías de la marcha, sentí una mano tocando mi hombro de forma nerviosa. La manifestante llevaba el rostro cubierto con lentes de sol y tapabocas. Denunció que un grupo de personas les estaba lanzando huevos a los manifestantes desde un edificio, pero sin embargo, no hubo evidencia que corrobore los hechos.

Por otro lado, un elemento que llamó mi atención fue que ocurrieron varios eventos con la Policía: el primero ocurrió en el CAI de San Diego, cerca al Museo Nacional. Una manifestante joven de cabello rubio y gorra gris estaba gritando arengas desde un megáfono. Cuando llegó la marcha al CAI, la muchacha dijo a todo pulmón: “viva la Policía Nacional, ellos son nuestros héroes”. Acto seguido, el resto de los manifestantes aplaudió. Y el segundo fue a unos kilómetros cerca a la Plaza, en donde uno de los manifestantes que llevaba un cartel que decía “Nuestros Militares y Policías tienen derechos” le dedicó una corta serenata a un par de uniformados.

A eso del mediodía, la Ola Blanca llegó a su destino: la Plaza de Bolívar.

Puse mi mirada en el Monumento de Bolívar: un hombre sostenía la bandera de Colombia, y a su derecha, estaba otro sosteniendo una foto del Ché Guevara tachado. En la estatua estaba parado un chico joven de melena rizada vestido de traje, que llevaba un cartel con forma de dólar con el rostro de Petro y su ministra, Irene Vélez.

Llenaron más de la mitad de la plaza. En frente del Congreso lanzaron arengas: No más Petro o Y no, y no/ y no me da gana/ una dictadura como la cubana. Por otro lado, en este mismo lugar también se encontraban los docentes de Asoinca. Un grupo de diálogo de la secretaría de Gobierno de la Alcaldía de Bogotá tuvo que hacer un cordón humano para impedir que hubiera un choque entre los manifestantes y los miembros de esta asociación.

A pesar de ello, los manifestantes los atacaron a través de mensajes cargados de rabia.

Asesinos, guerrilleros, terroristas, gritó uno de los manifestantes. Al mismo tiempo, otra manifestante mayor les gritó brujos y una más joven comenzó a orar por sus almas.

Me hice cerca del cordón humano, y en medio del ruido, me topé con una mujer mayor que llevaba una gorra azul oscuro y una bandera atada en el pecho. marcho por esas reformas de mierda que quieren en Colombia. Otra Cuba… no lo creo. Nos vamos a morir los cuchos, pero quedan ustedes, los que dicen que pertenecen a la Era de Cristal. Por favor: que los mantengan, que los vistan, que les den… ¡La mamá que los parió que les dé, no el gobierno!, y dicho eso, se alejó entre la multitud.

Me alejé del cordón humano y terminé en las escaleras de la Catedral Primada. Mientras estaba descansando, observé a un tumulto de gente reunida en un círculo. Me acerqué a ver qué era lo que estaba llamando su atención. Era el senador del Centro Democrático Miguel Uribe. La gente lo rodeaba y tomaba sus celulares para tomarse una selfie con él como si fuera una estrella de rock.

Las arengas cesaron un poco y luego comenzó a sonar el himno nacional. Al igual que el día anterior, la gente cantó a una sola voz. El Oh Gloria inmarcesible se había convertido para ellos en su carta de amor a la patria —una nación que en su mente, se encontraba bajo las “garras del comunismo”.

La gente comenzó a alejarse, dejando a unos pocos declamando discursos sobre que era tiempo de tener una verdadera derecha en Colombia.

Mientras observaba la escena a la distancia, un habitante de calle se acercó. Líneas de mugre negra delineaban su rostro, llevaba una gorra negra y una bandera como el resto. Dijo una frase que hasta el día de hoy sigue grabada:

“Mire, le diré algo: izquierda y derecha son la misma mierda. Cuando Duque llegó al país, robó a la gente. Y ahora que Petro llegó al poder, va a pasar lo mismo”.

 

Por: Laura Tabares

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