Actualmente existen múltiples movimientos para concientizar acerca del consumo de productos dañinos para el medio ambiente como la carne, los textiles y el plástico. Sin embargo (y a pesar de que las campañas para promover el reciclaje de electrónicos existen) no es frecuente que se habla acerca de la contaminación proveniente de la compra de teléfonos celulares, o de las repercusiones sociales de hacerlo.
Hoy en día existe una cultura en la que el cambio de celulares es frecuente y promovido por la sociedad. Cada año se crean nuevos modelos que prometen ser mejores que los anteriores. Existen planes y seguros que venden las compañías de celulares para que el consumidor pueda cambiar su smartphone cada año. Y existe una presión social por estar siempre actualizado con respecto a los últimos modelos que hay.
A simple vista, podría parecer que la mayor contaminación que puede generar un celular es en el momento de la carga. Esto es falso. De acuerdo con Vox, alrededor del 80% de las emisiones de carbono que genera una herramienta tecnológica como esta en realidad preceden al momento de la compra. Esto quiere decir que para el momento que se compra un nuevo celular el daño ecológico derivado de él ya está hecho. Estas emisiones de carbono provienen de la cadena de producción necesaria para el desarrollo de ellos. Gran parte de los materiales, como por ejemplo el Coltán, tienen que viajar de minas y reservas en África hacia Asia, donde son procesados. Desde aquí tienen que pasar por diferentes países como China, Taiwán y Japón, dependiendo de la etapa de producción, para ser ensamblados, para luego viajar hasta Estados Unidos que los redistribuye a Europa y al resto de países como los de América Latina. Esta cadena de producción tiene como consecuencia que, para el momento en el que el consumidor lo tiene en las manos en la tienda y lo paga, el daño ecológico ya está hecho.
Además de los daños ecológicos, es necesario reparar también en las consecuencias sociales relacionadas a la actual cadena de producción de celulares. Todos los aparatos electrónicos que utilizamos a diario tienen una cosa en común: el coltán. Este es un mineral africano que se extrae de minas en la República Democrática del Congo. Estas minas son explotadas por grupos armados y organizaciones criminales que se lucran de la extracción ilegal de este mineral. Característico de estas minas ilegales son las terribles condiciones laborales a los que se ven enfrentados los trabajadores, con jornadas de más de 14 horas y una tasa de mortalidad de 1 por día. En estas minas es común el trabajo infantil, y según datos de Unicef son 40.000 menores los que trabajan en ellas. Según un informe de Amnistía Internacional que analizó los datos de 1312 empresas de Estados Unidos, el 80% de ellas decía desconocer el origen y condiciones reales de las minas de donde procedía el Coltán que utilizaban en la elaboración de sus productos. Es común que las empresas, para evitar abastecerse de este mineral proveniente de una zona de conflicto, compren lo necesario en el país vecino de Ruanda. Este país es el principal lavadero de Coltán del mundo. Las reservas de la República Democrática son enviadas allí para ser vendidas a las multinacionales, que no parecen remarcar la ironía de comprar Coltán en un país que no tiene reservas nacionales propias.
Es por esto por lo que, es importante informarse y estar consciente de las implicaciones ambientales de nuestras acciones. A veces como consumidores podemos olvidar que las empresas dependen de la demanda de sus productos, y que la demanda la imponemos nosotros con nuestros comportamientos. No comprar un nuevo celular antes de que el que tenemos actualmente de la mano, preservar su batería y cuidarlo no es únicamente una manera inteligente de ahorrar dinero es un hábito responsable con el medio ambiente. No patrocinemos el cambio de smartphones y otros aparatos electrónicos constantemente. ¿Es realmente el nuevo smartphone tan diferente del que tenemos hoy en día? Aprendamos a ser más sostenibles con nuestras acciones y, especialmente, responsables de lo que consumimos.
En este caso es más fácil ser sostenibles, simplemente cuida y no cambies tus aparatos todos los días.
Por: Natalia Giraldo
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