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El Uniandino

Aprender a aprender: la pedagogía en tiempos de pandemia

Actualizado: 11 oct 2020

En marzo de 2020 hubo una migración de las aulas de clase a las casas. Si bien los estudiantes han sido las caras representativas de este fenómeno, lo cierto es que hay un segundo grupo a quien en igual o en mayor medida ha afectado esta migración: los profesores. Es por esto que desde El Uniandino nos contactamos con diferentes profesores de la Universidad de los Andes, con el fin de conocer cómo ha sido para ellos el tránsito de la presencialidad a la virtualidad y de qué forma se han transformado los métodos de enseñanza.



La transición


La mayoría de profesores dan clases desde su casa, y separar la vida personal de la vida laboral ha sido un reto. Para Jimena Hurtado, profesora de la facultad de economía, eso ha significado que su gato participe de las clases que dicta y que, a veces, sus estudiantes se distraigan. Asimismo, Carlos Alberto Uribe, profesor del departamento de antropología, nos contó que: “En una ocasión me molestaron porque todas mis sudaderas son marca Adidas, y yo no uso sudadera sino los domingos, cuando estoy en casa. Pero ahora la pinta covid es la pinta informal. Y, como en mi vida cotidiana, ahora me visto así en tiempos de confinamiento”.


“Parecería que [la virtualidad] es más calmada porque llevamos un tiempo largo, pero tuvimos una semana para montar cursos y prepararnos en algo que siempre se espera de un profesor: transmitir seguridad. No podíamos salir a decir que esto no iba a funcionar, teníamos que decir: es un ensayo, vamos a hacer nuestro mejor esfuerzo, pero no se preocupen, que lo vamos a lograr”, nos cuenta Jimena.


Al igual que Jimena, el profesor del departamento de literatura Jerónimo Pizarro afirma que “una de las estrategias del profesor es estar relajado porque de lo contrario repercute en la enseñanza”. Para Jerónimo, la virtualidad contribuye a que los estudiantes reconozcan al profesor como otro ser humano que, aunque con mayor experiencia en el mundo, también habita con incertidumbre.


A pesar de que la transición de presencialidad a virtualidad ha sido un proceso difícil, Los Andes ha desarrollado capacitaciones, talleres y tutorías en Collaborate, Zoom, Teams y Brightspace, con el fin de brindar apoyo a los profesores y de hacer dicho proceso algo más ameno. Si bien todavía no hay cifras exactas que analicen los porcentajes de éxito o fracaso de la virtualidad, los profesores entrevistados para este artículo están de acuerdo en que la labor de Conecta-TE y la Dirección de Servicios de Información y Tecnología (DSIT) ha sido fundamental para mantener el ritmo de trabajo.


Los retos de la nueva pedagogía


A diferencia de las clases que se dictan a través de las plataformas virtuales, las clases presenciales eran un espacio de teatralidad. Los profesores podían hacer mamarrachos en el tablero, identificar los gestos de los estudiantes para ahondar en discusiones, e incluso relajar el ambiente con bromas. También podían ser más estrictos con los tiempos de trabajos, las metas de comprensión y la participación ya que partían de que todos en la clase tenían circunstancias similares. Ahora no es así. El tiempo no alcanza y ha sido necesario bajar las expectativas de aprendizaje.


Para profesores como Jimena, Jerónimo y Carlos Alberto, que ven la universidad como un espacio de aprendizaje provocativo y provocador, ha sido necesario replantear cuál es la mejor manera de transmitir la información. Por un lado, las clases grabadas no garantizan que los estudiantes las vean y aprendan. Por el otro lado, los métodos de evaluación tampoco son acertados porque cada estudiante vive una situación particular que no se puede estandarizar.


La virtualidad no bloquea la enseñanza, quizás la complica un poco, porque requiere repensar, ensayar y descubrir el funcionamiento de las nuevas plataformas y herramientas y reorganizar el conocimiento para darles a los estudiantes la mejor experiencia posible. Sin duda alguna este es también un proceso de aprender a aprender, tanto los profesores como los estudiantes están atravesando la misma pandemia pero no de la misma manera.

 

Por: Valeria Manduke y María Carolina Martínez



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