En esta entrada,Iván García Laverde, representante estudiantil de ingeniería de sistemas y computación y miembro del comité de relaciones externas del Consejo Estudiantil Uniandino invita a reflexionar entorno a tres conceptos: empatía, cooperación y futuro, con todo lo que este último implica y todo reflexionado desde el lente de la educación.
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“Enseñar exige respeto a la autonomía del ser del educando” Paulo Freire
Los jóvenes del nuevo milenio (hombres y mujeres) crecimos en un sistema educativo anticuado y autoritarista. Muchos de los actuales estudiantes universitarios crecimos restringidos bajo un modelo escolar en el que el profesor es el dueño de la verdad y los estudiantes estamos destinados a escucharlos para recibir la luz de su conocimiento. A pesar de que es cierta la ignorancia que en muchos casos nos cobija, esta manera de enseñar ignora por completo el propio desarrollo del estudiante, su personalidad, aptitudes y autonomía.
Hay una lista extensa de pensadores representativos que han evolucionado la forma de pensar la pedagogía, desde J. J. Rousseau y por lo menos una docena de filósofos en La Ilustración hasta Paulo Freire y otros filósofos pedagogos latinoamericanos. Todos convergen en el rechazo de las ideas escolásticas de un estudiante dependiente del maestro, reconocen la humanización de la educación en el sentido de aceptar la identidad del estudiante y cooperar con esta en pro de cumplir el objetivo máximo de la pedagogía: el aprendizaje.
En este sentido, es inaceptable que todavía existan casos en los que los estudiantes nos vemos relegados, sumisos o incluso humillados por el conocimiento de un profesor. Todos hemos escuchados casos del típico profesor pedante que “exige” a sus estudiantes con una política pasivo-agresiva de intimidación en sus clases, que en última instancia acaba exponiéndose en algunos casos como la humillación de esos estudiantes a los que el profesor reconoce por su desempeño aceptable o insuficiente. Más aún, es inaudito que ese tipo de patrones se vean repetidos en la educación superior universitaria y en la Universidad de los Andes; una institución destacada por su cultura íntegra y humanista sobre la mayoría del resto de universidades a nivel nacional.
Como uniandinos, es importante que tanto profesores como estudiantes seamos conscientes de la responsabilidad que nos recae al ser beneficiados de recibir una educación de tan alta calidad. Colombia necesita la educación para salir adelante, es un motor que por mucho tiempo ha estado averiado en nuestro país y al mismo tiempo es la mejor herramienta que tiene nuestra sociedad para arreglar sus problemas de corrupción, injusticia e inequidad de raíz. Como uniandinos, es importante que rechacemos rotundamente cualquier patrón de humillación en nuestras aulas y hagamos valer el respeto que debe existir al profesor por su papel de educador y del profesor hacia el estudiante, reconociéndose ambos como constructores de un mundo más abierto a la mutua cooperación y más cerrado a la idea ferviente de una competencia desenfrenada.
Rumores se tienen de que aún existen ese tipo de maestros en nuestras aulas: que despilfarran su ego en las cátedras, en lo personal no lo he experimentado, no me corresponde más que ser espejo de dicha situación y dejar el papel de juez y verdugo a las directivas respectivas de la universidad. Sin embargo, esta no es una época de sembrar enemistades. A pesar de coexistir en estos tiempos de crisis, tenemos la oportunidad de reinventarnos como comunidad educativa y afianzar mucho más el trabajo que podemos llevar acabo los profesores en conjunto con sus estudiantes para la creación de soluciones innovadoras que colaboren a los líderes de nuestro país a llevar a cabo acciones que mengüen el efecto que tendrá esta situación con las personas más afectadas.
Me gustaría invitar al lector a reflexionar acerca algunas ideas claves que son pertinentes en este momento de metamorfosis mundial que esta teniendo la humanidad, ideas que inevitablemente se encadenan e influencian la una a la otra y que giran entorno a tres conceptos: empatía, cooperación y futuro, con todo lo que este último implica y todo reflexionado desde el lente de la educación.
En primer lugar, la empatía ahora más que nunca se ha vuelto importante para entendernos como personas más que como estudiantes o profesores. Detrás de todo maestro está siempre un padre, un amigo u otro estudiante, detrás de todo estudiante está un hijo o cualquier infinidad de sustantivos que suenen pertinentes. Lo importante es que podamos tener la visión de que en esas simples acciones empáticas que tenemos como personas, recae la construcción de un colectivo cada vez más efectivo en el simple arte de vivir.
En segundo lugar, creo que el sistema que nos gobierna nos ha inculcado siempre una mentalidad de competencia, expresada en ese deseo inerte de una gran calificación o un gran sueldo que nos garantice cierto grado de comodidad en nuestro estilo de vida o algún tipo de reconocimiento público. Si nos preguntásemos más por el por qué y menos por el qué de pronto nos daríamos cuenta de que muchos de nuestros hábitos están determinados por el deber ser de un sistema creado para garantizar su perpetuidad. Considero a la cooperación ese principio de rebeldía que desde la educación puede sembrar los cimientos de una mejor comunidad.
En tercer lugar, el futuro…somos afortunados de estar en un momento en el que el mundo entero se está preguntando si la manera de hacer las cosas como las veníamos haciendo es la correcta y nuestra voz debe contar en esa discusión. ¿Realmente necesitamos la presencialidad para funcionar en un ambiente laboral o educativo? Habrá casos en que sí, pero ¿y los que no?
Cuando buscamos darles un uso relevante a nuestras ideas, defender nuestro metro cuadrado de consciencia se vuelve un hábito imprescindible. Solo me queda finalizar rescatando la idea de que debemos rechazar quedarnos estancados en las viejas costumbres de la pedagogía, ya sean escolásticas o competitivas, viendo la educación como principal motor de cambio nos obligamos a rescatar todo lo que sea empático, cooperativo y nos colabore en la construcción de un futuro en el que realmente se sienta garantizado el derecho a la vida, con la dignidad que eso implica.
Por: Iván García Laverde, representante estudiantil de ingeniería de sistemas y computación y miembro del comité de relaciones externas del Consejo Estudiantil Uniandino
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